“El Servicio Jesuita a Refugiados me ha ayudado a enamorarme de un Dios desplazado, un Dios en el exilio, que está al otro lado de la frontera, que está hacinado en un campamento de refugiados o que vive en una periferia urbana”.
El primer compromiso del P. Pau Vidal sj con el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) fue en Liberia, donde acompañó a refugiados y desplazados internos en su regreso a sus lugares de origen y en el proceso de reconstrucción de su país tras 14 años de guerra civil. Luego trabajó como coordinador de pastoral en el campamento de refugiados de Kakuma, Kenia, y como director nacional del JRS en Sudán del Sur, donde acompañó a los refugiados sudaneses en los campamentos de refugiados de Maban.
— Descríbanos su vida y qué estaba sucediendo cuando se comprometió por primera vez con el JRS.
Mi primer contacto con los jesuitas me abrió a su manera de entender la fe y la justicia, y eso me atrajo mucho. Descubrí por primera vez mi llamado a profundizar en el seguimiento de Jesús estando en África en 1998. Recuerdo el testimonio de un compañero que regresaba de los Grandes Lagos después del genocidio. Reconocí una llamada que resonaba dentro de mí: poder vivir como religioso en los márgenes, en la periferia, caminar con los necesitados y los olvidados.
Más tarde, durante mis estudios, pedí seguir mi noviciado con el JRS. Me enviaron dos años a Liberia, de 2005 a 2007. Fueron tiempos llenos de alegría, ya que pudimos acompañar a los refugiados y desplazados internos en su regreso a sus lugares de origen y aldeas. Fue particularmente reconfortante apoyar al pueblo liberiano cuando este comenzó a reconstruir su país tras 14 años de guerra civil.
Me ordenaron sacerdote en 2012 y poco después me enviaron de regreso al JRS como coordinador de pastoral en el campamento de refugiados de Kakuma, Kenia, durante dos años.
En 2014, después de cursar la Diplomatura Internacional sobre Asistencia Humanitaria en la Universidad Fordham, Nueva York, me pidieron que fuera al JRS en Sudán del Sur. El JRS estaba intentando consolidar su presencia en los campamentos de refugiados de Maban. Unos refugiados sudaneses, otro compañero jesuita y yo fuimos enviados a Maban, un lugar bastante remoto. Los primeros tiempos no fueron fáciles por diferentes razones: inseguridad, falta de medios, aislamiento, etc. Después de tres años en los campamentos de refugiados de Maban, asumí el cargo de director del JRS en Sudán del Sur hasta octubre de 2018.
— ¿En qué momento de su vida está ahora?
Después de seis años con el JRS África Oriental, fui a México para un tiempo de renovación espiritual (lo que los jesuitas llamamos la tercera probación). Al final de esta, me di cuenta de que sería beneficioso para mí volver a Barcelona después de casi una década en el extranjero. Tenía muchas ganas de volver a casa y reconectarme con mis raíces.
Actualmente vivo en Barcelona donde participo en dos proyectos: un centro social para migrantes y refugiados llamado Migra-Studium, y en Cristianisme i Justícia (CiJ), que es un centro de estudios para la justicia social, concretamente desde la espiritualidad ignaciana. Agradezco esta oportunidad de tratar de reflexionar y desarrollar una espiritualidad comprometida con el trabajo de la justicia y la reconciliación. Para poder permanecer en los márgenes, en las trincheras de tanta injusticia social en nuestro mundo herido, y ofrecer algún consuelo y esperanza, es muy importante reconocer que somos seres espirituales. La espiritualidad no es algo añadido, sino más bien ese motor interior profundo que nos mantiene en tierra, arraigados y abiertos en medio de nuestro mundo.
— ¿Cómo el JRS marcó la diferencia en su vida?
Sin duda, el JRS ha marcado la diferencia en mi vida. Hay una oración del padre Arrupe que habla del enamoramiento. El amor lo cambia todo: afecta cómo te despiertas, cómo te vas a dormir, cómo vives tus días… Arrupe estaba profundamente enamorado de Dios. Al leer este texto reconocí que el JRS me ha ayudado a enamorarme de un Dios desplazado, un Dios en el exilio, que está al otro lado de la frontera, que está hacinado en un campamento de refugiados o que vive en una periferia urbana en Nairobi. Con los refugiados he experimentado una y otra vez esa misteriosa capacidad humana de celebrar la vida rodeados por la muerte. Si no fuera por el JRS, no estoy seguro de si hoy sería jesuita.
— ¿Qué significa el acompañamiento para usted?
Para nosotros en el JRS es una palabra clave; sin embargo, a veces no acaba de entenderse claramente en el mundo humanitario porque no tiene una definición clara y precisa. No obstante, quizás por esta definición abierta, sigue siendo una inspiración para nuestro trabajo diario. El acompañamiento suele significar compartir nuestra vida. Nos ayuda a abrirnos al otro y reconocer nuestra fragilidad compartida. Lo que compartimos como seres humanos no son solo nuestras habilidades, nuestras potencialidades o proyectos de futuro. Lo que realmente nos une y nos hace hermanos y hermanas es el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y debilidad común. Esto es lo que nos abre unos a otros a una red de relaciones, que nos incluye a todos de abajo hacia abajo.
En resumen, para mí el acompañamiento es una expresión de lo que Jesús vino a hacer y eso es lo que el P. Arrupe quiso que el JRS fuera capaz de personificar en los lugares más desdichados de nuestro mundo actual.
* Lea más testimonios de nuestros colaboradores y compañeros aquí.
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Fuente: https://jrs.net