Que nos mantengamos firmes en el Señor para que, en medio de la catástrofe y la adversidad, no perdamos la brújula y mantengamos la esperanza del encuentro definitivo.
Lc 21,25-28.34-36
Se inicia el Adviento, tiempo de esperanza. El Señor de la vida apuesta, viene a nuestro encuentro en medio de este desierto adverso donde pareciera que nuestra tierra ha perdido su fecundidad. Así como el jardinero prepara la tierra desmalezándola, removiéndola y abonándola para sembrar con amor, nos toca a cada uno de nosotros preparar nuestro corazón para que su venida eche raíces.
En esta hora aciaga de nuestra historia, el profeta Jeremías (33,14-16) nos dice que el Señor Yahvé cumplirá su promesa, que nacerá un retoño desde dentro, de nuestras entrañas, un vástago legítimo que hará brillar el derecho y la justicia y «en aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”».
Celebramos con Jeremías que un mundo fraternal y justo nacido de nuestras entrañas, no de fuera, es posible y está en cierne. Por eso, desde nuestra fe, ante la mentira, el horror y la maldad del poder, nos atrevemos a decir con el salmista: «A ti, Señor, levanto mi alma», porque tú, nuestro Dios, eres un Dios de vivos, no de muertos. Sabemos que todo parto es doloroso, pero ese dolor entraña la esperanza del nacimiento, de la nueva vida.
Hoy, Lucas, en medio de la catástrofe, nos sitúa en el horizonte de la esperanza y nos pide que tengamos cuidado para que no se embote nuestro corazón y sucumbamos a las tentaciones de los atajos, que nos mantengamos firmes en el Señor para que, en medio de la catástrofe y la adversidad, no perdamos la brújula y mantengamos la esperanza del encuentro definitivo, por eso nos insiste: «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».
El sábado 1 de diciembre, todas las parroquias de Caracas se encontraron en la parroquia San José de Chacao, junto a nuestro arzobispo, cardenal Baltazar Porras, para alzar la mirada y anunciar la vida y la fraternidad en medio de esta noche oscura e inhumana que atravesamos como pueblo de Dios, convencidos, con el Papa Francisco, que «nada ni nadie nos podrá robar la esperanza». Oremos, Señor de la vida y de la historia, para que no nos dejemos robar la esperanza.
Sagrado corazón de Jesús en vos confío.
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega. Caracas-Venezuela.
_________________________
Fuente: http://revistasic.gumilla.org