El país, más que necesitar una política antiinflacionaria, necesita una política económica que se proponga reducir la velocidad con la cual aumentan los precios.
El martes pasado el Banco Central confirmó que mantendrá en 60% anual la tasa de interés que maneja, hasta por lo menos diciembre próximo.
¿Estará el Poder Ejecutivo nacional entendiendo las implicancias de tal determinación?
Contexto insiste con que, tanto en política económica como en la vida, particularmente en momentos de crisis, lo urgente tiene prioridad con respecto a lo importante. Quien ingresa a su hogar y nota que el piso está inundado, corre hacia las canillas (lo urgente) antes de ocuparse de la próxima elección de Brasil (lo importante).
Y lo urgente se ataca con las herramientas apropiadas. ¿Le diría usted al médico del SAME que acaba de romperle la chomba al herido, para facilitarle la respiración, que por qué no se la quitó con cuidado, porque era un regalo de su abuela más querida?
Podemos acusar al Banco Central de que está exagerando con el nivel al cual fija la tasa de interés, pero sus autoridades contestarán que actúan en base al principio conocido como error tipo I, error tipo II, es decir, que en su accionar es mucho más costoso una nueva escalada del dólar, que un aumento en el costo del endeudamiento.
Compro, pero complemento este análisis señalando que la duración del tratamiento de crisis compromete la totalidad de la política económica.
Me explico. Tarde o temprano, con mayor o menor intensidad, las modificaciones de la tasa de interés que maneja el Banco Central de la República Argentina-BCRA alterarán los niveles del resto de las tasas de interés. Quien se estaba por endeudar, al menos parcialmente puede postergar el endeudamiento. Pero quien está endeudado no tiene más remedio que cancelar sus deudas pagando mayores tasas de interés.
Muy bonito… de decir. ¿Cómo hace un pizzero para devolver un crédito, pagando una tasa de interés de 60% anual? Respuesta poco pensada: aumentando sus precios alrededor de 60%. Nadie puede suponer que un deudor podrá pagar la referida tasa de interés, si sus precios aumentan, digamos, 25%. Porque si este fuera el caso, porque la demanda no le permite aumentar más los precios, o porque algunos de los productos que vende fueron incluidos en la versión 2018 de “precios cuidados”, el aumento de los pasivos terminará en licuación, pesificación asimétrica o alguna otra alternativa.
¿Y entonces? Gran bambolla se produjo hace unos días, cuando se anunciaron modificaciones en el organigrama del Poder Ejecutivo. Pero, como diría mi abuela Marta, finalmente hubo “mucho ruido, pero pocas nueces”.
En particular Nicolás Dujovne —a quien le envío un fraternal abrazo, por la hospitalización que tuvo que hacer como consecuencia de la tensión a la que estuvo expuesto, y no precisamente por razones técnicas— no fue nombrado ministro de economía ni asumió el correspondiente rol.
No le demos vuelta: en Argentina 2018 nadie juega ese rol, y la urgencia para que alguien cumpla esa función es cada día más importante. La tasa de inflación implícita en la tasa de interés no puede ser muy diferente de la implícita en las políticas salarial, de precios cuidados, del resto de los gastos públicos, etc.
Nuestro país, más que necesitar una política antiinflacionaria, necesita una política económica que se proponga reducir la velocidad con la cual aumentan los precios.
¡Ánimo!
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Fuente: Artículo reproducido en revista Criterio de Argentina, www.revistacriterio.com.ar, con autorización del autor y publicado en su newsletter “Contexto”.