Usted ha escrito muchos ensayos sobre la Iglesia latinoamericana. Hoy, con la perspectiva del tiempo, ¿qué papel han cumplido las conferencias generales del CELAM? Muchas fueron criticadas, ¿o incomprendidas?
Mi lectura, muy influenciada por el Papa Francisco, es que desde los encuentros de Medellín hasta Puebla hay un proceso muy importante donde la teología y la Iglesia latinoamericana se liberan, tanto del eurocentrismo romano preconciliar, como de las categorías sociológicas marxistas anteriores, y encuentran una hermenéutica adecuada a la realidad latinoamericana que se expresó a través de la corriente la teología del pueblo. Creo que el choque se produjo porque muchos católicos se habían acostumbrado a una Iglesia bastante apartada de la realidad de la gente, distante, que se pronunciaba desde lejos, y súbitamente se encontró con una Iglesia comprometida con el pueblo, con la lucha social y con todo lo que eso implicaba.
—Con respecto a la Iglesia chilena, usted ha sido muy directo al criticar la etapa en que el cardenal Angelo Sodano fue nuncio.
Bueno, no digo más que lo que dicen todos, que algo pasó en la Iglesia chilena después de los grandes años setenta bajo el famoso cardenal arzobispo Silva Henríquez. Lo describe de una forma muy aguda el Papa mismo en la carta que entregó a los obispos chilenos cuando los convocó a Roma en mayo de 2018. Ahí dice que después de una época en que la Iglesia estaba comprometida con los pobres, siempre codo a codo con el pueblo, evangelizaba, era humilde y profética, pasó a ser otra cosa, más elitista, clericalista, deformada, obsesionada con su propia imagen que anteponía la institución. Ese diagnóstico es la única explicación de lo que pasó y de los dramas y los escándalos de los últimos años, que son fruto de esa época de deformación, de mundanidad espiritual, diría Francisco. Por eso la crisis de 2018 fue una gracia, porque creó espacio para la conversión y el arrepentimiento. Me parece que la Iglesia de Chile está pasando hoy por una época de tremenda conversión. Desde la distancia uno ve una Iglesia que saldrá de todo esto mucho más humilde y mucho más comprometida con el pueblo.
—¿Qué papel cumple hoy la Iglesia latinoamericana en el devenir histórico de la Iglesia universal?
La Iglesia latinoamericana es ahora la fuente dinámica de la Iglesia universal. Y esto lo digo, sobre todo por la conferencia general de Aparecida, donde se realizó el diagnóstico más profundo y más completo del tiempo moderno que la Iglesia ha hecho en ninguna parte del mundo. Lo que hizo Aparecida fue entender cómo la Iglesia tiene que cambiar para evangelizar esta época: no puede presumir de las instituciones católicas, no puede tomar por sentado el respaldo de la cultura y de la ley. La Iglesia tiene que recuperar la capacidad de ofrecer la experiencia del encuentro con Jesucristo como el encuentro fundante —para usar la frase de Aparecida— desde el cual se cambia todo. Es decir, si uno habla desde una postura moral y ética, sin ese primer paso, en una sociedad secularizada simplemente no tiene sentido, o más bien parece una jaula de hierro contra la cual hay que resistirse. Y ese discernimiento, esa lectura de la modernidad, es la que Francisco ha universalizado a través de su pontificado. Y junto con esa lectura, una comprensión de cómo la Iglesia tiene que adecuarse a esta nueva realidad, es decir, organizarse y reformar para ofrecer la experiencia del encuentro con la misericordia de Dios como acontecimiento primordial. Solo a través de discípulos misioneros que han tenido esa experiencia se logrará evangelizar el mundo contemporáneo. De ahí Evangelii Gaudium y el ‘programa’ franciscano.
—¿Qué debería preocuparnos del presente?
Lo que nos debe preocupar es el quiebre de las instituciones, la creciente fragmentación de la sociedad, la brecha cada vez más grande entre ricos y pobres, entre los países también ricos y pobres del mundo. Otra vez vuelvo a Aparecida, su gran diagnóstico es que los lazos de pertenencia que nos unen son cada vez más frágiles como resultado del cambio de época tecnológico-económico que ha resultado en la llamada “sociedad líquida” —como la llamó Zygmunt Bauman—, que hace mucho más difícil relacionarnos entre nosotros, y entre nosotros y las instituciones. Es una crisis en el fondo de pertenencia, que también hace más difícil relacionarnos con Dios, con lo creado y con las otras criaturas humanas. Por eso, el pontificado de Francisco se ha enfocado, a través de sus grandes enseñanzas, sobre todo Evangelii Gaudium, Laudato Si’ y Fratelli Tutti, en regenerar los lazos de pertenencia que se nutren de la gratuidad. Todo eso lo dice muy bien el Papa Francisco en Soñemos Juntos, libro que publicamos recientemente.
—¿Sobre qué es usted optimista?
Veo mucho despertar moral en este momento. El camino de aprendizaje ha sido difícil, pero creo que hoy se ha empezado a reconocer lo que es el abuso en todas sus formas. Diría también que existe un despertar a la cuestión ecológica, otro signo de los tiempos. Hay cada vez más conciencia de que no podemos seguir así, que la forma de organizarnos en torno al mito del individuo soberano y la idea de una economía que tiene que estar creciendo constantemente, sin importar el impacto sobre el ambiente, está cada vez más cuestionada y eso me da esperanza y confianza. La pandemia ha visibilizado a los cuidadores de salud, a los camioneros que proveen abastecimiento, en el fondo, a la gente de al lado. Como resultado veo más solidaridad, más fraternidad, más conciencia de que estamos todos en la misma casa y tenemos que encontrar juntos soluciones. Todo eso me da esperanza, pero también hay muchas fuerzas que quieren volver atrás, volver a lo anterior.
—Frente a un escritor, biógrafo del Papa, da curiosidad saber qué teólogos, qué filósofos están apoyando estas líneas quizás de manera muy avanzada.
En Soñemos juntos, Francisco dice que un signo de los tiempos es el protagonismo de algunas mujeres economistas, como Mariana Mazzucato y Kate Raworth. Mazzucato recientemente ha publicado el libro El valor de las cosas, donde cuestiona la idea del precio y del valor. Kate Raworth, por su parte, escribió Economía rosquilla, donde señala que debemos desarrollar una economía que incluya a los desposeídos, teniendo como límite el cuidado del planeta. Tanto Raworth como Mazzucato dicen, en el fondo, que los objetivos políticos de la economía tienen que cambiar.
—Si usted pudiera dar un mensaje a futuro, para sus bisnietos, por ejemplo, ¿qué les diría?
Que la regeneración es posible, y la humanidad puede aprender de la naturaleza, porque la creación tiene una capacidad increíble de regenerarse. Nunca es tarde. MSJ
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Austen Ivereigh. Escritor y periodista inglés, y biógrafo del Papa. Estudió Filosofía en la Universidad de Oxford, especializándose en historia contemporánea de la Iglesia católica. Fundó un proyecto Catholic Voices, para comunicar mejor las posturas de la Iglesia en los medios. Además, es autor de artículos y ensayos sobre la Iglesia católica, con especial atención en Latinoamérica. Su obra más conocida es su biografía del Papa, El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa Radical. En 2020 colaboró con el Papa en su libro Soñemos Juntos: El Camino a un Futuro Mejor. Conversaciones con Austen Ivereigh, que se publicó en varios idiomas.