Jesús está libre de vinculaciones con los poderes, sus relaciones absolutas son con el Padre y con sus hermanos.
En el evangelio del domingo (Mc1,21-28) Jesús y sus discípulos entran a Cafarnaúm, y el sábado, como buenos judíos, van a la sinagoga. Jesús se pone a enseñar. Su palabra atrae, sana, libera, abre el entendimiento, transforma la vida. Quienes lo escuchan despiertan. Jesús no busca nada para sí, solo dar vida.
No habla desde ningún poder. Habla desde su relación íntima y cercana con Dios Padre en el Espíritu. Quienes lo escuchan lo perciben y reconocen que su enseñanza es buena noticia. La gente queda admirada y atraída por su presencia y palabra. Reconocen su autoritas. Marcos aclara que quienes escuchan disciernen y notan que el Nazareno no habla como los escribas y maestros de la ley.
Los escribas tienen poder, mas no autoridad. Ellos hablan desde el status quo, desde lo establecido, por eso su palabra no libera; somete. Jesús, libre ante los poderes del mundo, habla desde su relación con el Padre y desde la acera de enfrente del poder, desde los excluidos y desde allí tiene una palabra liberadora y sanadora para todos.
Los escribas tienen la autocensura de quien habla desde el poder del mundo. Jesús está libre de vinculaciones con los poderes, sus relaciones absolutas son con el Padre y con sus hermanos. Por eso la gente dice «tiene autoridad», y su palabra despierta la conciencia de quien le escucha. Ahora bien, no todos reciben con beneplácito la presencia y palabra de Jesús. Alguien, dentro de la audiencia, comienza a gritar «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?».
La liberación que trae Jesús no es bien recibida por todos, hay quienes se resisten. Nos cuenta Marcos que es un endemoniado, alguien poseído por los espíritus inmundos, los espíritus del mundo, es decir, por la lógica del mundo, del poder que arrebata la vida, que esclaviza. Por eso, los demonios sacan su mejor argumento, el chantaje, la adulación, el falso reconocimiento, quieren atar a Jesús, domarlo, diciendo: «Sé quién eres, el Santo de Dios». Jesús no necesita falsos reconocimientos, quiere seguidores libres y conscientes, por eso, increpa a los demonios liberando a aquel hombre.
Señor Jesús, danos la gracia de escucharte y dejarnos configurar por tu palabra, libre y liberadora. Danos esa libertad ante el poder de este mundo que nos permita tener autoridad y ser buena nueva para nuestros hermanos. Danos sabiduría para liberarnos de los chantajes y seducciones de los demonios del poder de este mundo. Que tu palabra y espíritu reine en nuestro corazón. Sagrado corazón de Jesús, en vos confió. Amen.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org