Ayunar debería ser para los seguidores de Jesús, quien también ayunó, la ocasión de entrenar la voluntad y orientar nuestro ser a Dios.
¿Mis chocolates preferidos?, ¿la adictiva serie de moda?, ¿el encanto de exponerme en redes y enterarme de los otros?, ¿el entretenido videojuego?, ¿los conciertos y partidos “imperdibles”?, ¿por qué renunciar por un tiempo a esas cosas que me gustan?, ¿por qué ayunar de ellas?
Por salud o estética, es útil para algunos ayunar y así mantenerse en forma, como varios estudios lo sugieren. Para otros, el ayuno sería aconsejable por motivos ecológicos. Para muchos “el ayuno” ha sido siempre o se convirtió hace rato, por razones económicas, en mordisco habitual de hambre o estado de desnutrición. Y para nosotros, los cristianos, ¿qué sentido tiene abstenerse voluntariamente de algo que nos satisface?
Aunque presente hace siglos y en muchas culturas como abstención de comida, el ayuno para los cristianos no se reduce a lo alimenticio o a una recomendación eclesial —antes impuesta como norma social—. Y en cuanto a sus beneficios, estos no se quedan en kilos menos y dinero extra, pues van más allá del bienestar corporal o del bolsillo.
Aunque presente hace siglos y en muchas culturas como abstención de comida, el ayuno para los cristianos no se reduce a lo alimenticio o a una recomendación eclesial.
Ayunar debería ser para los seguidores de Jesús, quien también ayunó, la ocasión de entrenar la voluntad y orientar nuestro ser a Dios; de orar con el cuerpo y permitir que el hambre o el ansia despierte una sed más profunda; de dar limosna con lo ahorrado en el ayuno por solidaridad con los que no se pueden hartar; de dar, paradójicamente, “espacio al vacío”; ese que nadie más sino el Espíritu de Dios, el amor y el servicio pueden llenar.
En este camino cuaresmal vale la pena tomar consciencia de qué es aquello de lo que se podría ayunar: no por quedar bien, cumplir una tradición o alimentar a la larga, de los modos más sutiles, el ego voraz que tanto se resiste a adelgazar. En camino hacia la Pascua, hacia la muerte que da paso a una nueva vida, vale la pena discernir a qué podrías renunciar por tiempos o semanas, para descubrirte, a través del ayuno consciente y voluntario, lleno de Dios; con más tiempo y amor para los demás, con mayor libertad interior.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.