El cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago, expone cómo el discernimiento de Francisco exige soltar lo innecesario y explorar aguas desconocidas.
“No somos una Iglesia de preservación, sino una Iglesia de proclamación”. Con estas palabras, el cardenal Blase Cupich ha explicado la “revolución” que busca implantar en la archidiócesis de Chicago, de la que está a la cabeza. Una revolución modelada y que el Papa Francisco ha implantado en la Iglesia entera, que pasa por “soltar lo innecesario” y “explorar aguas desconocidas” para llegar al entendimiento que Jesucristo “siempre está haciendo algo nuevo” en la Iglesia.
En una charla a la Unión Teológica Católica, el purpurado —uno de los más estrechos colaboradores del Papa Francisco en la Iglesia estadounidense— afirmó que ya va siendo hora de que la Iglesia asuma la práctica del discernimiento en la que el pontífice insiste una y otra vez. Tal práctica “toma su tiempo”, reconoció Cupich, “y supone disciplina”, pero “lo más importante es que nos exige abandonar creencias atesoradas y prejuicios arraigados”.
“Es esta disposición de Francisco, de soltar lo innecesario y explorar aguas desconocidas, la que da una libertad interna”, explicó el cardenal, si bien admitió que dicha libertad “desconcierta a algunos”.
En su discurso, que tenía por título “Diálogo en clave Francisco”, el arzobispo de Chicago y también miembro de la Congregación para los obispos del Vaticano, afirmó que a través del diálogo “podemos explorar nuestras diferencias, teniendo la seguridad de que todo no está claro ni concreto, ni está abierto a una interpretación cualquiera”. Tal es el poder del diálogo, de hecho —en el sentido en que hace posible “construir puentes”—, que el actual Papa lo ha hecho la marca definitoria de su pontificado, explicó Cupich: con lo que el diálogo ya no es “palabra sucia”, sino ha de ser “nuestra palabra”.
Pero, eso sí, agregó el purpurado: los católicos “han de cambiar de parecer si el diálogo va a tener éxito y se puede hallar un terreno común”, para que lleguen al entendimiento bíblico de que Jesucristo “siempre está haciendo algo nuevo” en la Iglesia. Es precisamente este entendimiento, prosiguió Cupich, el que está impulsando la “revolución” que ha puesto en marcha en la archidiócesis de Chicago, a través de la cual tanto el clero como los laicos están “reconstruyendo” y “reimaginando” la Iglesia local en un proceso de “discernimiento” y “diálogo”.
“No somos una Iglesia de preservación, sino una Iglesia de proclamación”, declaró el cardenal en su charla, aclarando que, para hacer tangible esta verdad de la fe, “tenemos que estar abiertos a cambios significativos, si no revolucionarios, en cómo se organiza la archidiócesis con sus parroquias y ministerios, en cómo se financia, en cómo está provista de personal”.
En tal “revolución”, el discernimiento ocupará un lugar privilegiado, continuó Cupich: un discernimiento que supone un diálogo tanto con Dios como con todos los actores de la diócesis. Y el hecho de que este diálogo se lleve a cabo con la luz orientadora del discernimiento, “será clave como para deshacernos de la tentación de conformarnos con las cosas tal como están, lo familiar, lo cómodo, porque nos dará la esperanza de que Dios está haciendo algo nuevo en nuestros tiempos”.
En fin, un proyecto emocionante el de Cupich, que ha suscitado el apoyo de la mayoría del clero, si bien los laicos aún mantienen cautela.
“Les estamos pidiendo que caminen donde nunca han caminado”, dijo Cupich a propósito de las reservas de parte de la archidiócesis. “Hemos de continuar desarrollando los recursos espirituales y los de otra índole que hagan falta para que sean líderes en una Iglesia sinodal que se está reimaginando”, insistió. Y eso, y sobre todo, porque “la Iglesia no es plenamente la Iglesia si carece del diálogo”.
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Fuente: www.periodistadigital.com/religion