El organismo católico expresa su preocupación por la creciente realidad de pobreza y desigualdad que viven los pueblos latinoamericanos y caribeños.
En el contexto de la reunión que el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) sostuvo este 22 de agosto, para considerar el “Manifiesto contra la Pobreza en las Américas”, el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) ofreció unos aportes que ha puesto a consideración de este organismo internacional.
El Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se reune en el salón Simón Bolívar en la sede de la OEA en Washington, D.C., para reflexionar y conmemorar el Día contra la Trata de Personas; el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición; y el Día Internacional de los afrodescendientes”, entre otros temas.
En su mensaje, el organismo católico expresa su preocupación por la creciente realidad de pobreza y desigualdad que viven los pueblos latinoamericanos y caribeños, por lo que anima a este ente internacional para que no solo adopte el “Manifiesto contra la Pobreza y la Desigualdad en las Américas”, sino que este instrumento “desencadene en un proceso contundente que actúe con la urgencia y valentía necesarias para lograr un paso trascendente hacia la justicia social en nuestro continente”.
Al mostrar la disponibilidad de la Iglesia para seguir trabajando en favor de la población más vulnerable, destacan algunos aspectos que piden a la OEA, para que sean tenidos en cuenta en la reflexión del trabajo que están adelantando.
Observan que América Latina y el Caribe sufre la mayor concentración del ingreso y los mayores niveles de desigualdad en el mundo, a este respecto, subrayan el llamado que en los diferentes escenarios la Iglesia ha hecho desde el magisterio, para que los actores que tienen responsabilidades frente a este flagelo de la desigualdad trabajen en beneficio de los pueblos.
Recuerdan, además, que la desigualdad no es solo económica, de ingresos y de distribución de recursos; esta —aseguran— “afecta también las dimensiones sociales y políticas, perpetuando la injusticia, debilitando la democracia, atacando la dignidad intrínseca de la persona, y socavando el bien común”.
Asimismo, afirman que la desigualdad y la falta de oportunidades en el ser humano es una forma de violencia, ya que limita el despliegue de mostrar las potencialidades de cada persona. Aseguran que esto, además de quebrantar la democracia, va en detrimento de los derechos humanos, generando desconfianza entre los ciudadanos y las mismas instituciones del Estado.
La desigualdad y la falta de oportunidades en el ser humano es una forma de violencia, ya que limita el despliegue de mostrar las potencialidades de cada persona.
“Como consecuencia, el tejido social y comunitario se debilita, incrementando aún más la vulnerabilidad de poblaciones enteras, muchas veces lamentablemente criminalizadas, cuando en verdad son víctimas”.
A continuación, agregan que a esta problemática de la pobreza y la desigualdad se le suma la explotación y el acceso a la naturaleza, recordando el llamado que el Papa Francisco hace al respecto sobre el cuidado de la Casa Común y la familia, para que se le otorgue a las presentes y futuras generaciones una Vida Digna.
Se refieren, igualmente, a la enfermedad social que ha ido permeando a gran parte de las naciones, la polarización política. Esta, indican, ha generado que la misma sociedad se culpe de ello, pero sin tomar las medidas para contrarrestarla, creando con ello condiciones para que proliferen intereses criminales.
“Esto simplemente perpetúa el ciclo de pobreza e inequidad, agregando desesperanza y eliminando la posibilidad de que emerjan discusiones constructivas y soluciones efectivas”, anotan.
En este sentido, señalan que la esperanza para encontrar un camino hacia la paz es el diálogo, la generación de puentes y el trabajo hacia una cultura del encuentro, teniendo como eje central a las comunidades.
Apuntan que el fenómeno migratorio que está en el contexto actual de los países latinoamericanos y caribeños y que crece de manera desmedida, es fruto de la falta de unas políticas claras y de los acuerdos regionales que los Estados proponen, que no han sido claros y estos terminan siendo un fracaso en términos sociales y económicos.
A este respecto, exhortan para que las naciones se abanderen y trabajen en la construcción de políticas claras y construyan condiciones de existencia dignas en cada nación, “para que la migración sea una opción libre, y no un recurso inviable ante la desesperación y la exclusión”.
Este organismo de la Iglesia, hace un llamado urgente a la OEA para que el “Manifiesto contra la Pobreza y la Desigualdad en las Américas” sea adaptado, pues consideran que es un desafío que requiere de nuevos enfoques, entre ellos el revindicar la dignidad de aquellas comunidades más empobrecidas, siendo tenidas en cuenta como sujetos y no solo como beneficiarios pasivos.
“Este Manifiesto y su consecuente implementación, podrán ser el hito histórico que lleve a la OEA a redefinir su misión para enfrentar conjuntamente los desafíos estructurales de nuestro hemisferio, con respuestas concretas que cambien esta realidad en el menor tiempo posible (…) Por ello, este Manifiesto es una oportunidad crucial para que la OEA fortalezca su trabajo por la justicia social en el hemisferio”.
Finalmente, animan a este ente internacional para que el trabajo que están por definir y las acciones a seguir estén inspiradas y encaminadas en el clamor de los pueblos, que han sido excluidos de la sociedad. “Es el momento de ejercer el liderazgo moral y político, de escuchar las voces de justicia que se están levantando en todo nuestro continente. Esto, además, será el gran aporte de las Américas ante la crisis global”, concluyen.
Fuente: https://adn.celam.org / Imagen: Pexels.