Charles Taylor: «Me preocupa la creciente tendencia a estigmatizar a ciertas personas como peligrosas; por ejemplo, los inmigrantes»

En Chile, el estallido social del 18 de octubre de 2018 fue el momento de la desconexión entre el pueblo y las élites políticas. Muchos sienten que el gobierno es incapaz de comprender sus necesidades o abordar sus problemas con las pensiones, la atención médica, la educación o el empleo. Esta frustración nos llevó a una crisis sociopolítica que ha encontrado su salida en una Convención Constitucional. Es la primera de nuestra historia que incorpora la participación igualitaria de hombres y mujeres, e incluye a representantes de nuestros pueblos indígenas. Sin embargo, seguimos amenazados por los proyectos políticos demagogos. ¿Cómo pueden Chile y los países latinoamericanos revitalizar la democracia y los gobiernos responsables?

He estado estudiando diversas formas de deterioro democrático, como la alienación política o la creciente desigualdad, la xenofobia y la polarización. En nuestro mundo y, por lo que entiendo, también en Chile, las democracias sufren un deslizamiento potencial hacia el poder desproporcionado de las élites. Estas elites se basan en identidades políticas unificadoras que se transforman fácilmente en dinámicas de exclusión de ciertos ciudadanos, haciéndolos vivir como no miembros de la comunidad política. Para prosperar o incluso sobrevivir, las democracias, lejos de ser automáticamente autosuficientes, deben seguir enfrentándose a estos peligros.

Junto con esto, a mi parecer, hay que atender al análisis de Karl Polanyi. Él mostró cómo los mercados sin restricciones tienden a desarraigarse de la sociedad y debilitar el tejido social. Por lo tanto, la expansión de los mercados debe ser satisfecha por un «segundo movimiento» que reintroduzca el mercado en la vida política, a través de regulaciones dinamizadoras. En muchas sociedades occidentales, los primeros treinta años después de la Segunda Guerra Mundial representaron un segundo movimiento de este tipo, perom, después de 1975-80, el movimiento se detuvo y, en cierta medida, se invirtió. Esta es una de las raíces de nuestra crisis actual.

Sin embargo, lo más importante dentro de una democracia liberal es afirmar los objetivos colectivos en torno a lo que coincidan las diversidades de ciudadanos y grupos particulares. La sociedad necesita ser organizada en torno a una definición de vida buena donde, además, se respete la diversidad de los grupos minoritarios. El liberalismo solo procedimental puede llegar a ser impracticable. Entonces, creo que el ejemplo chileno es un muy buen modelo para el tipo de nuevo comienzo que puede revitalizar la democracia contemporánea.

Usted ha llamado la atención sobre la importancia del reconocimiento para la configuración de la identidad individual y social. En Chile, al menos el 10% de la población se reconoce parte de los pueblos indígenas. En una democracia constitucional, ¿cómo se articulan la igualdad fundamental de sus ciudadanos y el principio de no discriminación con el reconocimiento de las identidades colectivas particulares de los mismos, ciudadanía basada en la etnia, raza, género o religión?

Nosotros también tenemos un fuerte sentimiento de haber hecho daño a las comunidades indígenas de Canadá. El único camino es la negociación con ellos para aclarar cómo conciben su futuro y brindarles toda la ayuda que podamos para hacer de este futuro una realidad.

EN BUSCA DE UN HORIZONTE ÉTICO

Pareciera que su esfuerzo por mostrar una ética sustantiva, con contenidos y no solo procedimental, vincula a la persona con la realidad a través de la comunidad humana que ofrece un contenido y un lenguaje. En un contexto de mayor pluralismo y globalización, ¿cómo se gestan las comunidades capaces de ofrecer un horizonte ético entendido como un modo de vida deseable?

El horizonte ético que estamos intentando elaborar es aquel que reconoce a todos los ciudadanos como igualmente capaces de elaborar juntos nuestro futuro común. Esto incluye rectificar las condiciones pasadas que, consciente o inconscientemente, han creado condiciones que crearon jerarquías y desigualdades.

Junto a las reformas modernizadores neoliberales, Chile está atravesando un acelerado proceso de secularización. Menos de un tercio de la juventud chilena se identifica con la Iglesia católica. Como usted ha expresado, la creencia en la divinidad ya no está dada culturalmente. La comunidad católica experimenta que el lenguaje religioso, tal como lo ha aprendido y comunicado, conecta muy débilmente hoy con la realidad de las personas, especialmente con las juventudes. ¿Qué lugar puede ocupar hoy día la comunidad católica como una referencia de sentido para las nuevas generaciones, sin caer en proselitismos alienantes?

Creo que el papa Francisco ha proporcionado el liderazgo que necesitamos en esto. Se trata de permitir que los católicos, cuando actúan como un cuerpo corporativo en la Iglesia, o bien cuando actúan por su cuenta, asuman un papel de liderazgo en la orientación de nuestras sociedades hacia las metas descritas en la respuesta anterior. Esto inspirará a las personas a unirse a la Iglesia, en mayor medida a como lo haría el proselitismo del modelo antiguo.

ESPIRITUALIDADES EN PIE DE IGUALDAD

¿Cuál será el lugar de la religión en la nueva cultura global más liberal y positivista que está emergiendo?

Religiones, espiritualidades, puntos de vista enteramente seculares: todos deben estar permitidos y deben existir en pie de igualdad entre la ciudadanía. De hecho, el avance ético (muy lento y desigual) de la humanidad, a partir de la Era Axial, siempre ha sido el fruto de nuevas percepciones en una gran variedad de posiciones espirituales. Por ejemplo, la resistencia no violenta de Gandhi al dominio extranjero, que más tarde inspiró el movimiento por los derechos humanos de Martin Luther King Jr., que, a su vez, inspiró el levantamiento contra Ferdinando Marcos en Manila y luego continuó con los movimientos que derrocaron a los gobiernos títeres comunistas en Europa del Este. O, nuevamente, considere el proceso de Verdad y Reconciliación diseñado por Nelson Mandela y el obispo Desmond Tutu. Todos estos intentos de crear nuevos vínculos para superar la opresión, en lugar de dejar que la violencia inspire la contraviolencia, que ha sido la regla en la historia, han implicado la colaboración entre personas de muchas perspectivas diferentes.

LA SOLIDARIDAD, URGENTEMENTE NECESARIA

¿Qué debería preocuparnos del presente?

En el presente, me preocupa especialmente la creciente tendencia a abrir brechas en el cuerpo ciudadano y a estigmatizar a ciertas personas como peligrosas (por ejemplo, los refugiados, los inmigrantes), o como indignas y venenosas en el cuerpo político: Trump contra Black Lives Matter. Modi, estigmatizando a los musulmanes, la islamofobia generalizada en Occidente, el yihadismo islámico, etc.

¿Sobre qué es usted optimista?

Que nuevas iniciativas, como la reacción a la muerte de George Floyd, susciten un inmenso apoyo entre los jóvenes, y no solo en Estados Unidos. Que jóvenes como Greta Thunberg y Malala Yusufzai existan y se presenten. Que tenemos un Papa que es realmente un líder mundial en una buena dirección. Sus encíclicas recientes, en particular Laudato si y Fratelli Tutti, están llenas de ideas morales frescas y profundas que se ofrecen al mundo, y no solo para la guía de los católicos.

¿Qué mensaje daría usted a la humanidad del siglo XXI y que considera clave para el futuro?

Además de lo que ya he dicho, no debemos olvidar la batalla para frenar y eventualmente revertir el cambio climático, que es una amenaza existencial para la humanidad. La solidaridad siempre ha sido una virtud social crucial, pero ahora es urgentemente necesaria a escala planetaria. MSJ

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Charles Taylor. Doctor en Filosofía nacido en Canadá, catedrático emérito de la Universidad de McGill de Montreal. Sus áreas de investigación son la naturaleza del Estado moderno y el papel de las religiones. Ha recibido numerosos reconocimientos, como el Premio Kyoto y el Premio Templeton. Fue director de la Comisión Bouchard – Taylor (2008), encargada de asesorar al gobierno de Quebec sobre las medidas necesarias para acoger a la población inmigrante, teniendo en cuenta el respeto a la diversidad cultural y religiosa de las nuevas poblaciones. Entre sus principales obras destacan Las Fuentes del Yo: La Construcción de la Identidad Moderna (2006) y La Era Secular (Gedisa, 2014-2015).

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