La perspectiva nacional debe ser un esfuerzo concertado que supere el egocentrismo de las partes.
La falta de coordinación e integración nacional en Chile es una problemática que se ha venido gestando a lo largo de décadas, y cuya solución requiere una profunda reestructuración en múltiples ámbitos del quehacer nacional. En un país con una geografía tan diversa y extensa, la necesidad de una perspectiva nacional que incluya y beneficie a todas las regiones se vuelve imperativa. Sin embargo, la realidad nos muestra que cada sector, cada región y cada institución persigue sus propios intereses, con una evidente falta de visión integradora que contemple el bienestar colectivo.
La perspectiva nacional debe ser un esfuerzo concertado que supere el egocentrismo de las partes. Sin embargo, en Chile, tanto en el ámbito político como en el económico, académico y social, prevalece una tendencia al aislamiento y al centralismo. Cada región tiende a mirar exclusivamente por sus propios intereses, lo que conduce a un país fragmentado y desigual. Esta falta de cohesión es especialmente palpable en situaciones de emergencia, como las recientes inundaciones en el sur del país, que han dejado al descubierto la falta de políticas preventivas adecuadas y una respuesta unificada y eficiente.
Uno de los mayores desafíos para Chile es la falta de conectividad y comunicación efectiva entre sus distintas regiones. Desde el extremo norte hasta el extremo sur, la diversidad geográfica del país presenta desafíos logísticos y de infraestructura que no han sido abordados con la seriedad necesaria. El Norte Grande, con sus vastos desiertos y recursos mineros; el Norte Chico, con su agricultura; el centro, con su densidad poblacional y económica; el centro sur, con sus paisajes agrícolas y forestales, y el extremo sur, con su clima riguroso y su potencial turístico, parecen estar desconectados entre sí, tanto física como conceptualmente. No existe una narrativa nacional que unifique estas regiones en un proyecto común. La excesiva concentración de recursos y decisiones en la región Metropolitana de Santiago agrava esta situación, perpetuando la desigualdad y la desintegración regional.
La necesidad de configurar una nueva narrativa nacional es crucial. Esta narrativa debe ser inclusiva, reconocer las particularidades de cada región y fomentar una identidad común que trascienda las diferencias geográficas y culturales. Esta identidad no debe ser impuesta desde el centro, sino construida colectivamente, a través de un diálogo amplio y participativo que involucre a todos los sectores de la sociedad chilena. La falta de una visión nacional inclusiva y solidaria se refleja en todos los ámbitos de la vida chilena: en la política, donde los intereses partidistas y regionales prevalecen sobre el bien común; en las universidades, que muchas veces operan como entes aislados sin una misión clara de contribuir al desarrollo nacional; en el deporte, donde el fútbol sigue siendo una metáfora de la fragmentación y la falta de un proyecto común; y en la juventud, que se enfrenta a un futuro incierto en un país que no parece preocupado por preparar el relevo generacional.
En el ámbito político, la ausencia de una perspectiva integradora es evidente. Las políticas públicas a menudo se diseñan sin considerar las necesidades y potencialidades de las regiones, lo que perpetúa el centralismo y la desigualdad. La política debe ser una herramienta para el desarrollo nacional, pero en Chile, el corto plazo y los intereses partidistas suelen prevalecer. La falta de liderazgo y visión a largo plazo impide la construcción de un proyecto país que incluya a todas las regiones y sectores. Políticos y autoridades deben asumir la responsabilidad de pensar en el relevo generacional, promoviendo la participación activa de los jóvenes en la vida política y social, y asegurando que sus voces sean escuchadas y consideradas en la toma de decisiones.
En el ámbito político, la ausencia de una perspectiva integradora es evidente. Las políticas públicas a menudo se diseñan sin considerar las necesidades y potencialidades de las regiones, lo que perpetúa el centralismo y la desigualdad.
La integración nacional, según autores como Benedict Anderson, es un proceso de construcción de comunidad imaginada, donde se reconoce y valora la diversidad dentro de un marco de identidad compartida. Esta construcción debe ser un esfuerzo consciente y constante, promovido por políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades, la participación ciudadana y la solidaridad entre las regiones. La coordinación nacional, por su parte, implica una gestión eficiente y armoniosa de los recursos y capacidades del país, donde la comunicación y la cooperación entre los distintos niveles de gobierno, instituciones y sectores sean la norma y no la excepción.
Las universidades juegan un papel fundamental en este proceso. Deben ser espacios de reflexión crítica y de formación de líderes comprometidos con el desarrollo nacional. Sin embargo, muchas veces operan de manera aislada, sin una conexión real con las necesidades y desafíos del país. Es fundamental que las universidades chilenas adopten una visión integradora, que promuevan un conocimiento e investigación orientados al desarrollo regional y nacional, y que formen profesionales conscientes de su rol en la construcción de un país más justo y equitativo.
En el ámbito del deporte, y particularmente en el fútbol, la falta de una visión nacional se manifiesta en la fragmentación y el individualismo. El fútbol, como deporte de masas, tiene el potencial de unir a las personas y de fomentar una identidad común. Sin embargo, en Chile, este potencial se ve limitado por la falta de coordinación y de un proyecto común que trascienda los intereses de los clubes y de las regiones. Es necesario promover políticas deportivas que fomenten la participación y el desarrollo de talentos en todo el país, y que utilicen el deporte como una herramienta para la integración y la cohesión social.
La juventud, por su parte, enfrenta un panorama complicado en un país que no parece preocupado por su futuro. La falta de oportunidades y de apoyo para los jóvenes es un reflejo de la ausencia de una visión nacional a largo plazo. Es fundamental promover políticas que aseguren la educación de calidad, el acceso al empleo y la participación activa de los jóvenes en la vida política y social. La juventud es el futuro del país, y es responsabilidad de todos asegurar que esté preparada y motivada para asumir el relevo generacional.
En conclusión, la falta de coordinación e integración nacional en Chile es un problema complejo que requiere un esfuerzo concertado y multifacético para ser resuelto. Es necesario construir una nueva narrativa nacional que incluya a todas las regiones y sectores, promoviendo la igualdad, la solidaridad y la cooperación. Las políticas públicas deben ser diseñadas con una visión a largo plazo, considerando las necesidades y potencialidades de cada región. Las universidades, el deporte y la juventud deben jugar un papel central en este proceso, promoviendo el conocimiento, la participación y el desarrollo de un país más justo y equitativo. Solo a través de un esfuerzo consciente y concertado podremos construir un Chile verdaderamente integrado y coordinado, donde todos los ciudadanos se sientan parte de un proyecto común.
Imagen: Pexels.