Colombia: rostros del desplazamiento urbano

Décadas de conflicto armado interno en Colombia han desplazado a miles de personas de manera forzada. Muchas de estas personas desplazadas internamente se mueven a las ciudades, donde conseguir trabajo no es fácil, con un potencial de explotación alto, y donde el mantenimiento de uno, por no hablar de una familia entera, no es tarea fácil.

Adriana Caro vive en Cúcuta, y es una de las tantas mujeres en el país que se ha enfrentado a las consecuencias del desplazamiento forzado. Ella es de Medellín y tuvo que huir a Bogotá luego de que su compañero sentimental fuera asesinado por las Bandas Criminales – BACRIM; desde ahí, tuvo que recorrer muchos lugares de Colombia luchando para sobrevivir con sus hijos. Actualmente, ella es el sostén de su familia y es acompañada por el equipo local del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) Colombia en Norte de Santander, el cual la apoya con un proyecto productivo para la venta de comida como parte de su programa de medios de vida sostenible. “La paz”, dice ella, “…comienza con una sonrisa”.

Evelio llegó a la ciudad de Cúcuta en 1997 como consecuencia del conflicto armado colombiano; su proyecto productivo es la elaboración de artesanías en metal, en especial, utensilios de cocina. “Antes de conocer el JRS, yo estaba muy desmotivado, sin ningún proyecto. Ahora tengo un proyecto, la motivación de hacer algo, y tengo un emprendimiento que me permite tener alguna solvencia económica”.

Yarilene es una mujer de 25 años que fue forzada a salir de su tierra natal Hacarí en Norte de Santander. Ella llegó a la ciudad de Cúcuta hace diez años y con la ayuda del JRS ha podido culminar su formación educativa en planes de negocio, emprendimiento, mercadeo, ventas y servicio al cliente. Con estas habilidades adquiridas, podrá seguir adelante con su emprendimiento de producción y venta de helados.

Cristo llegó a Cúcuta en 2015, cuando el conflicto armado colombiano lo obligo a salir de su pequeño pueblo, en la zona rural del Carmen. Él afirma que la vida fue muy difícil luego de dejar su pueblo natal: y como alguien que se desplaza a un entorno urbano, fue casi imposible para él conseguir un trabajo. Sin embargo, esto cambio una vez conoció el JRS. Ahora tiene su propio carrito de comida y puede sostener a su familia una vez más.

Flor Marina es una mujer colombiana que tenía el estatus de refugiada en Venezuela, pero fue deportada de vuelta a Colombia en 2015. Luego de asentarse en la ciudad de Cúcuta emprendió un taller de costura con el apoyo del JRS. Su iniciativa productiva está en auge: vende ropa en el centro de la ciudad y recibe pedidos anticipados de algunos de sus clientes fieles. Con el dinero que ha ganado en este negocio, en el cual participa su familia también, ha podido construir su propia casa.

Para saber cómo puedes apoyar el trabajo del JRS con los refugiados urbanos, haz clic aquí.

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Fuente: http://es.jrs.net

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