La presencia del Pontífice será breve y pasará, pero su mensaje puede permanecer. Sería lamentable que no llegara al corazón de cada uno de nosotros.
El Papa viene pronto a visitarnos. Es normal que muchos se pregunten qué país encontrará, cuál es la situación actual de nuestra patria, cuáles son sus problemas y cuáles sus progresos. Del mismo modo, muchos se interesarán por las condiciones actuales de la Iglesia que recibirá al Pontífice, cuáles son sus fortalezas y sus debilidades. Ligado a lo anterior, habrá interés para que se traten ciertos temas.
En estas circunstancias, existe el peligro de querer aplicar el mensaje a la situación global o a ciertos grupos determinados (los sacerdotes, los políticos, los empresarios, los migrantes o los mapuches) sin tomar conciencia de que las palabras del Papa van dirigidas primariamente a nuestra propia situación personal, a nuestra conciencia, a nuestro grupo de referencia, a nuestra familia. Solo pasando por el corazón de cada uno llegará al fondo del país.
En ese contexto es bueno recordar a san Agustín, quien ante alguien que pensaba que los tiempos eran malos le decía cambia tú y cambiarán los tiempos. En otras palabras, es bueno detener la marcha para preguntarse uno mismo: ¿en qué situación estoy yo? ¿Qué disposición tengo para escuchar el mensaje? ¿Tiene Francisco algo que decirme? Es bueno que haya simpatía e interés hacia la persona del Papa, expresarle respeto, cariño y acogida… Pero para que esa presencia perdure y deje huella es importante centrarse en los contenidos de su mensaje, dejarse interrogar y conmover por él. La presencia del Pontífice será breve y pasará, pero su mensaje puede permanecer. Sería lamentable que no llegara al corazón de cada uno de nosotros.
Quien escribe es un sacerdote. Es bueno, por ejemplo, que, como tal, sea capaz de preguntarme con una radical honestidad si en el confesionario soy un ministro de la misericordia, si en verdad tengo «olor a oveja», es decir, si soy cercano a la gente, si escucho de verdad, si soy sensible a los dolores y al sufrimiento humano, si el pobre llega a mi corazón. Si mi palabra es evangélica, comprometida, actualizada, comprensible y profunda. El ejercicio de mi sacerdocio no puede quedar intocado con esta visita.
Por lo mismo, es importante que una persona casada dé testimonio de su fe en su matrimonio, practicando en su vida ordinaria las extraordinarias palabras sobre el amor humano del documento sobre la alegría del amor.
ASUMIR LO QUE CONDUCE A LA PAZ
Queremos que el paso del Papa por Chile deje una estela de paz, pero eso supone que uno se atreve asumir personalmente aquello que conduce a la paz: la sencilla, la alegría expresada en mil gestos cotidianos, la humildad, el perdón, la reconciliación, el servicio, el interés por los otros. Estos son los temas propuestos por el Papa que cada uno de nosotros debería encarnar en su propia vida y en su trabajo.
Cada uno debe hacerse responsable de construir un país que sea una familia donde podamos convivir todos sin violencia, con respeto. Eso supone mucha sobriedad en el vivir para no convertir en basura cosas que pueden ser muy útiles para los otros. El Papa nos ha propuesto una auténtica ecología humana para cuidar la casa de todos.
En pocas palabras, el Papa no solo viene a visitar nuestro país… Él quisiera llegar a cada habitante de esta tierra personalmente y ojalá su mensaje pueda ser asumido por cada uno de nosotros con toda alma, para que él perdure en esta patria y dé sus frutos de justicia, amor, esperanza y verdadera paz. MSJ
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Reflexión publicada en Revista Mensaje N° 665, diciembre 2017.