Comprometernos con el país

Sr. Director:

Vivimos en un país que a ratos nos desorienta y perturba. Sin desconocer que la historia no es siempre la misma, estamos cada día más conscientes de que hay cosas que corregir urgentemente y enmendar errores, muchos de los cuales provocan conflictos en la vida diaria. ¿Cómo podemos retomar una senda de progreso democrático, desafío del que estamos cada vez conscientes, sin repensar profundamente nuestros comportamientos y actitudes hacia los demás y el país?

Para producir un cambio radical en nuestra sociedad y una sana convivencia, no basta con cumplir la ley. Importa una verdadera preocupación por los demás, lo que parte con un trato digno a todos, respeto por lo que piensan y disposición franca al diálogo y a confrontar serenamente las ideas. También, hacerse presente frente a los desajustes que hay en nuestro país, ampliando decididamente nuestra participación, buscando creativamente nuevos caminos individuales o colectivos. Esto no involucra únicamente una más equitativa distribución de la riqueza —sin duda, un tema central— sino muy especialmente una disposición decidida a entender lo que sucede, despejados de prejuicios, comprometiéndonos por dar lo mejor de nosotros, participando y colaborando para corregir lo que observamos y lamentamos. Mas allá de nuestros círculos inmediatos, busquemos decidida y generosamente interesarnos por nuestro país, conocerlo, hablar de él, tratar de entenderlo y amarlo.

A partir de allí, podemos crear e innovar aproximaciones reales y factibles que nos permitan asumir nuestras verdaderas e inexcusables responsabilidades hacia los demás: quisiéramos ver cómo se tiende una mano a las personas mayores, a los niños, a los adolescentes y a los más desplazados. También, a los barrios más pobres, a la conservación ambiental, al cuidado de nuestros patrimonios. Todo ello podrá ser posible solo con una toma de conciencia y un real compromiso personal y colectivo, inclusivo y valiente, distinto y complementario a lo que venimos haciendo hoy día, abriendo otros horizontes en la forma de convivir y cuidarnos juntos.

Necesitamos hablar y escribir —ojalá, proclamar nuestra conversión— para tomar conciencia de nosotros mismos y los demás. Salir a la palestra, abandonar nuestra comodidad y rutina, jugársela y apañar. Y así trabajar por ser más plenos y felices.

Patricio Gross

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