Coquimbo: ¿Futuro o desesperanza para los jóvenes?

Los jóvenes necesitan sentir que su ciudad no es solo un lugar de paso, sino un espacio donde pueden construir un futuro, donde sus raíces importan y pueden florecer.

En una de mis clases recientes sobre “Diálogo Cristianismo y Culturas: Democracia”, un curso de formación teológica que imparto en el Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía de la Universidad Católica del Norte, se suscitó una conversación reveladora. Estábamos discutiendo los principios y la evolución de la democracia, explorando cómo este sistema de gobierno ha moldeado nuestras vidas y la manera en que concebimos nuestras sociedades. En un momento de la clase, decidí hacer una pausa y llevar la teoría a la práctica, preguntando a mis estudiantes sobre su percepción de Coquimbo, la ciudad donde muchos de ellos han crecido.

Una de las alumnas, con voz cansada, pero firme, comentó: “Yo siento que está estancado”. Sus palabras resonaron en el aula, evocando un silencio reflexivo. Otro estudiante, con un tono más pesimista, añadió: “No hay futuro en Coquimbo, creo que emigraré a otro país”. Este diálogo, breve pero contundente, me dejó pensando profundamente. ¿Es esta la visión predominante entre los jóvenes de Coquimbo? ¿Realmente no ven un futuro en su ciudad? Y más preocupante aún, ¿están en lo correcto?

Coquimbo, como muchas otras ciudades medianas en Chile, enfrenta desafíos significativos. Las oportunidades laborales para los jóvenes son limitadas, y la falta de diversificación económica ha exacerbado la percepción de estancamiento. Mientras que algunas áreas experimentan crecimiento, como el turismo y la minería, no todos los jóvenes se benefician de estas industrias. Muchos de ellos se sienten atrapados en un ciclo de empleos precarios y falta de oportunidades para el desarrollo personal y profesional.

En este contexto, no es sorprendente que la idea de emigrar sea tan atractiva para algunos. La globalización ha facilitado la movilidad, y las nuevas generaciones están más conectadas que nunca con el resto del mundo. Ven las oportunidades que existen en otros países y comparan esas posibilidades con lo que ofrece Coquimbo. El resultado, como evidenció la conversación en mi clase, es una sensación de desesperanza y una creciente disposición a buscar un futuro fuera de la ciudad, o incluso del país.

Sin embargo, esta percepción no es una sentencia inmutable. Coquimbo tiene potencial, pero para que los jóvenes lo vean, es necesario un cambio estructural profundo. La ciudad debe invertir en educación, no solo en términos de acceso, sino también en calidad. Es crucial que los jóvenes sientan que pueden obtener una educación que les permita competir en el mercado global sin tener que abandonar su hogar.

Además, la diversificación de la economía local es clave. Coquimbo necesita atraer inversiones en sectores que ofrezcan oportunidades sostenibles y bien remuneradas para los jóvenes. Esto podría incluir la promoción de la tecnología, la innovación y las industrias creativas, que no solo generan empleos, sino que también fomentan un sentido de identidad y pertenencia.

La diversificación de la economía local es clave. Coquimbo necesita atraer inversiones en sectores que ofrezcan oportunidades sostenibles y bien remuneradas para los jóvenes.

La cultura y el patrimonio de Coquimbo también deben ser valorados y promovidos. Los jóvenes necesitan sentir que su ciudad no es solo un lugar de paso, sino un espacio donde pueden construir un futuro, donde sus raíces importan y pueden florecer. El orgullo por su ciudad debe ser cultivado desde una edad temprana, y esto solo se logrará si ven que Coquimbo es un lugar en constante evolución, no un destino final sino un punto de partida.

Entonces, ¿hay futuro para los jóvenes en Coquimbo? La respuesta depende en gran medida de las acciones que tomemos hoy. Si continuamos por el camino actual, la percepción de estancamiento y falta de oportunidades solo se intensificará. Pero si la comunidad, junto con el gobierno local y los sectores privados, se comprometen a invertir en los jóvenes, en su educación, en su bienestar y en su futuro, entonces Coquimbo podría transformarse en una ciudad donde los jóvenes no solo ven un futuro, sino que quieren construirlo allí.

La conversación en mi clase fue un recordatorio de que el futuro no está escrito. Coquimbo tiene la capacidad de reinventarse, de convertirse en un lugar donde los jóvenes puedan prosperar. Pero este futuro solo será posible si todos trabajamos juntos para crear las condiciones necesarias para que esto suceda. La esperanza, después de todo, no es solo un deseo, sino una acción. Y en Coquimbo, aún estamos a tiempo de actuar.


Imagen: Pexels.

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