Tal como sucede en Venezuela, los malvados siempre agreden a los justos. El vínculo, entre la verdad y la justicia o entre la falsedad y la injusticia, ha sido reforzado con múltiples ejemplos a lo largo de la historia del mundo.
“No vayas fuera, vuelve a ti mismo porque en el interior del ser humano habita la verdad”, dijo San Agustín de Hipona. En época de diálogos y no diálogos entre la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el gobierno venezolano, pasando por un torpe manejo comunicacional, sería relevante hacerse esta pregunta: ¿Cuánto cuesta decir la verdad? Yo creo que cuesta mucho, tanto que hasta ocasiona la pérdida de vidas humanas; también puede ser causal de persecuciones, cárcel, destierro y el súmmum de todo esto es que se requiere una montaña de papeles verdes para ocultarla.
Hace un poco más de dos mil años, “La Verdad” fue sometido a juicio y juzgado por la gente que era adicta a las mentiras. Fue arrestado y llevado a presencia de un hombre llamado Anás, corrupto y mentiroso, quien quebrantó numerosas leyes durante el juicio, tratando de inducir autoacusaciones, llegando hasta el extremo de golpear al detenido. Posteriormente, “La Verdad” fue llevado ante el sumo sacerdote Caifás y el Sanedrín. Falsos testigos declararon en su contra, pero nada pudo ser probado por carecer de evidencia delictiva. Caifás quebrantó las leyes tratando de incriminarlo. El juicio fue mantenido en secreto y llevado al más rancio estilo comunista: a medianoche. El proceso implicó sobornos y al acusado no se le permitió tener defensor alguno.
El requerimiento de los testigos no se cumplió y se utilizó un testimonio autoincriminatorio en contra del acusado: estilo patriota cooperante. El mismo día lo sentenciaron a muerte. Todas estas acciones estaban prohibidas por la ley y, a pesar de no tener pruebas en su contra, “La Verdad” fue declarado culpable, por haber asegurado ser “Dios Encarnado”, algo que Caifás llamó blasfemia.
Al arribar la mañana, se llevó a cabo otro juicio, con el resultado que el Sanedrín pronunció la sentencia: “La Verdad” debía morir. Sin embargo, este concilio no tenía atribuciones para decretar la pena de muerte, así que lo hicieron comparecer ante el procurador, Poncio Pilatos, quien tenía el poder de decidir sobre la vida o la muerte, y podía revertir la sentencia capital dictada por el Sanedrín.
Mientras “La Verdad” se encontraba ante Pilatos, más mentiras fueron declaradas en su contra. Sus enemigos decían: “A este hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey”. Esto era mentira, puesto que “La Verdad” “había dicho a todos que pagaran sus impuestos”, señala Mateo, y jamás habló de Él mismo como un desafío para César.
Pilatos inmediatamente detectó el engaño: “La Verdad”, estaba siendo juzgado por los inicuos, sin embargo, no hizo valer su poder para garantizar su vida, hecho que más tarde le arrebataría la suya. Tal como sucede en Venezuela, los malvados siempre agreden a los justos. El vínculo, entre la verdad y la justicia o entre la falsedad y la injusticia, ha sido reforzado con múltiples ejemplos a lo largo de la historia del mundo.
Finalmente, Eusebio, historiador y Obispo de Cesarea, registra el hecho de que Pilatos fue conducido ante el emperador Tiberio, quien lo sentenció a muerte por no haber perdonado a “La Verdad”. Tras escuchar la condena, Pilatos se suicidó con su propio cuchillo. Moraleja: el ignorar la justicia y la verdad, puede acarrear nefastas consecuencias.
_______________________
Fuente: http://revistasic.gumilla.org