Cambiemos nuestros modos de relacionarnos para hacer posible la sinodalidad.
La esperanza es una virtud que nos anima y moviliza a mirar con ternura, a no desfallecer cuando nos llega la tormenta, a mantener la llama viva, aunque los vientos soplen en nuestra contra. A contemplar y acoger las relaciones abusivas y rotas por el odio, la división, el egoísmo y el narcisismo. Para hacer que se conviertan en fermento de Vida. Abrir boquetes de esperanza, ahí donde «aparentemente» todo está muerto y perdido.
La Cuaresma no es solo cumplir ritos, es hacer que el dolor, las injusticias y las relaciones asimétricas tóxicas se conviertan en encuentros de humanidad, donde todos/as nos podamos tratar como iguales en dignidad. Muchas veces me preguntó, «¿por qué nos da miedo decir lo que nos duele y nos hace sufrir en el grupo al que pertenecemos? ¿Por qué tenemos que seguir recogiendo las migajas de las personas que nos antecedieron?». Será que todavía tenemos que seguir cuidando ritos, estructuras y normas que hoy en día solo desgastan y no generan humanidad. La Cuaresma es lanzarnos al vacío, despojarnos de nuestras vestiduras que nos dan seguridad, es donde cimentamos nuestra Fe, para que la Ruah Divina nos transforme en hijos/as de Dios.
Jesús nos recuerda en este tiempo de Cuaresma: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 25). Arriesguémonos a dejar morir nuestros egocentrismos, hagamos que nuestras relaciones interpersonales produzcan fruto, donde la esperanza pueda convertirse en sendero de futuro.
Que la cizaña y el trigo produzcan fruto maduro, porque Jesús lo quiere así y nos recuerda: «Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: corten primero la cizaña, hagan fardos y arrójenlos al fuego. Después cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas» (Mt 15, 29-30). Nuestras relaciones están mezcladas de cizaña y trigo. Muchas veces hacemos que reluzca más la cizaña, nos cuesta mirar con misericordia, rápido condenamos, juzgamos y formamos grupos pequeños para dividir y criticar. «¿Cómo hacer que en estos sistemas relacionales reine la comunión y se viva en sentido de sinodalidad?».
Te invito en este tiempo a darte la oportunidad de ayunar del sexismo, del patriarcado, de los insultos, las malas palabras, las mentiras, los chismes, la conspiración y el engaño. Así como de la auto-referencialidad, porque esto es un veneno mortal que nos impide ver lo bueno en los demás. Seguro que será complicado, pero al final dará fruto, porque verás cosas nuevas y te sorprenderás de lo que eres capaz de dar.
La vida y la sociedad nos forman para ser expertos/as en utilizar máscaras y activar mecanismos de defensa cuando nos sentimos amenazados/as. Así como en hacer que se active el cortisol cuando el estrés «toca la puerta» y nos lleva a mantenernos hipervigilantes. Esto nos ha hecho desarrollar algunas patologías y enfermedades que ya no podemos ocultar. Que este tiempo sea para ofrecer una mirada compasiva, cercana, hospitalaria y misericordiosa, abrazando nuestras vulnerabilidades para dejar que lo genuino surja de nuestra interioridad, porque cuando nos atrevamos a vivir desde lo vulnerable podremos salvar vidas. Vivamos las actitudes de Jesús, Él siempre se hace próximo.
La vida y la sociedad nos forman para ser expertos/as en utilizar máscaras y activar mecanismos de defensa cuando nos sentimos amenazados/as.
Nuestra Iglesia católica necesita con urgencia de miradas poliédricas, capaces de acoger y vislumbrar otras perspectivas de encarnar el Evangelio. «¿Cuáles son los innegociables por los cuales quieres gastar tu vida? ¿Te lanzas a tender puentes, incluso asumiendo el riesgo de perder privilegios y reconocimientos?». Que al final de este tiempo de Cuaresma, Jesús nos vuelva a decir «mujer, ¡qué grande es tu fe!» (Mt 15, 28).
Finalmente, que la purificación, los ayunos, la oración y las limosnas estén focalizadas en demostrar actitudes de minoridad, cuidando la libertad del otro sin violarla, gestando encuentros de Esperanza, donde se expresen la paz, el amor, la caridad y la solidaridad a través de relaciones transparentes y verdaderas. Así llegaremos a celebrar la resurrección gestando relaciones de equidad e igualdad. Sigamos soñando con un mundo más inclusivo donde nos acojamos sin importar nuestra condición social, raza y género. Cambiemos nuestros modos de relacionarnos para hacer posible la sinodalidad. Jesús sigue abriendo boquetes de esperanza, ahí donde la vida está en riesgo. Él cuenta contigo y conmigo. ¡Te animas!
Imagen: Pexels.