Cuaresma: Finitud en la Infinitud

Algo comienza en la Cuaresma y algo también va finalizando: desde la finitud avanzamos hacia la infinitud-la Pascua.

ALGUNAS CUESTIONES INICIALES

a. La finitud como lugar teológico («lugares teológicos» Melchor Cano, s. XVI: comienzo de la teología moderna). M. Cano ofrece una argumentación en el contexto de la Reforma protestante y su crítica a la tradición de la Iglesia. Para la Reforma solo la Escritura es la fuente de la revelación, no la tradición1. La argumentación de Cano indica que hay que expandir la mirada y mostrar cómo Dios se da a conocer en otros «lugares» o con otras mediaciones. En nuestro caso proponemos que la finitud puede ser vista como un lugar teológico, es decir, en nuestra finitud humana podemos hacer y hacemos experiencia de Dios, es decir, desde la finitud humana hacemos experiencia y discurso teológico.

b. La Cuaresma como una relectura de la finitud y de los orígenes en un doble sentido:

i. Génesis-creación del mundo: recuerda que eres polvo y al polvo volverás.
ii. Marcos-comienzo de la predicación de Jesús: conviértete y cree en el Evangelio.

Algo comienza en la Cuaresma y algo también va finalizando: desde la finitud avanzamos hacia la infinitud-la Pascua.

LA PROPUESTA DE EMMANUEL FALQUE (2017)2.

La finitud para Falque tiene un doble principio: antropológico y teológico. En el aspecto antropológico, Falque utiliza la noción de M. Heidegger3 de la presencia de una «estructura ontológica de nuestro ser ahí». El ser ahí tiene que ver con la presencia del tiempo, del espacio, del mundo y de la historia. Son estos elementos los que permiten el comienzo de la experiencia de lo trascendental, es decir, de la capacidad de formular la pregunta por la totalidad, por el sentido y por la totalidad. Con esto estamos indicando que la finitud es la condición de posibilidad humana para que podamos preguntarnos por el sentido del mundo y de la historia o, en otras palabras, sin finitud no hay experiencia auténticamente humana. La finitud, con ello, representa la toma de conciencia del ser humano ante la imposibilidad de poder captar la totalidad del mundo de manera inmediata, es decir, de mostrar su finitud tanto en la comprensión de la existencia misma. Como señala Slavoj Zizek: «Debemos aceptar humildemente la finitud como el horizonte último de la existencia»4.

Por su parte, hay un punto teológico que está en que Dios —por la Encarnación— ha asumido la existencia humana finita en Jesús de Nazaret. Aquí aparece el principio de la antropología teológica de los últimos sesenta años: la gracia transforma (metamorfosis) la naturaleza humana, no desde fuera (extrincesismo), sino que desde dentro porque Dios mismo ha asumido la humanidad finita desde dentro. En otras palabras: para que haya transformación en la estructura humana fundamental Dios debió haber asumido la finitud. Para Falque es la resurrección la que transforma la finitud del muerto-Cristo. Por ello la Cuaresma se entiende desde la Pascua y la Pascua tiene a la Cuaresma como camino.

De esta manera se comprende lo indicado por Emmanuel Falque cuando sostiene que el teólogo y el filósofo han de tener la finitud como «dato primero» (p. 32), finitud tanto del ser humano como del Hijo de Dios en la Encarnación. Con ello y en el caso del ser humano ser finito es existir.

LA FINITUD COMO MARCO DE COMPRENSIÓN

Con la finitud/desde la finitud es la base desde la cual comprendemos (interpretación) y con ello nuestro modo de entender el mundo es desde la finitud. Por lo tanto y en términos teológicos la experiencia de Dios la realizamos desde la experiencia de la finitud. Somos seres humanos y experimentamos la creencia en la lógica de la finitud. En palabras de Emmanuel Falque:

«lo que constituye el cristianismo no es únicamente lo extra-ordinario de su revelación o de su gloria (exceso de lo divino y deificación de lo humano), sino también, y en primer lugar, la compartición por el Verbo encarnado de nuestra más ordinaria condición de hombres con independencia del pecado (finitud de lo humano y humanización de lo divino)» (p. 43).

Hay que entrar en lo que Falque llama la «fenomenología desde abajo o de la ordinaridad carnal» (p. 44). Para entrar en la teo-lógica hay que comenzar preguntándonos quiénes somos cada uno de nosotros. En Cuaresma la pregunta toma símbolos fundamentales: tierra, cenizas, desierto, conversión, muerte. La finitud, para ser comprendida, precisa de símbolos, de manera que ella sea realmente comprensible. En esto nos puede ayudar el psicoanálisis, especialmente el lacaniano, cuando indica que la realidad no existe salvo cuando la interpretamos y le damos conceptos. Lo real precisa de imágenes y símbolos para su materialización. En palabras de Constanza Michelson, «la realidad es un consenso con el espesor de una tela de cebolla»5. Lo indicado por Michelson tiene que ver con que informamos la realidad a partir de conceptos conocidos, de nuestras precomprensiones, de nuestras apropiaciones lingüísticas. Precisamos de la simbolización y de las imágenes para comprender el acceso a lo real, a la finitud. Y son las tradiciones judía y cristiana las que nos han regalado un catálogo de imágenes para profundizar la Cuaresma. Por ello la Cuaresma es un tiempo rico en símbolos de la finitud y por ello la Cuaresma tiene un potencial transformador en cuanto nos ayuda a profundizar nuestra finitud.

Por ello, si el nombre de esta reflexión es «finitud en la infinitud» y con los elementos que hasta ahora hemos propuesto, se va perfilando la cuestión de que la Cuaresma, camino de la Pascua, es la apertura de conciencia y la toma de conciencia de nuestra finitud. Y tomar conciencia de ella tiene que ver con mostrar cómo aparece también lo infinito de la Resurrección, lo siempre nuevo y abierto de la Pascua.

Resumamos: a) la finitud es el punto de partida para la teología en cuanto el punto de partida es la humanidad misma. La teología se transforma en un discurso sobre el ser humano y su naturaleza finita; b) la finitud no es contraria a Dios. Dios en Jesús la asumió de una vez y para siempre (K. Rahner, «Eterna significación de la humanidad de Jesús para nuestra relación con Dios»).

«uno no puede fiarse de la duración: / ni siquiera el hombre religioso
que va todos los días a misa, / ni siquiera el paciente, el artista de la espera,
no siquiera el hombre fiel / que estará siempre, sin fallar nunca, a tu disposición
puede, a lo largo de toda una vida, estar seguro de ella»6.

1 Cf. José María Rovira Belloso, Introducción a la teología (BAC, Madrid 2003), 124.
2 Emmanuel Falque, Metamorfosis de la finitud. Nacimiento y resurrección (Sígueme, Salamanca 2017).
3 Zizek llama a Heidegger «el filósofo de la finitud por excelencia» (Slavoj Zizek, «Solo un Dios sufriente puede salvarnos», en S. Zizek y B. Gunjevic, El dolor de Dios. Inversiones del Apocalipsis (AKAL, España 2013), 135-168, 159).
4 Slavoj Zizek, «Solo un Dios sufriente puede salvarnos», 159.
5 Constanza Michelson, Nostalgia del desastre. Variaciones sobre el odio, el aburrimiento y la ternura (Seix Barral, Santiago 2024), 13.
6 Peter Handke, Poema a la duración (LUMEN, Santiago de Chile 2019), 37.

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0