Tal vez a muchos les baste con pasar dignamente sobre las cosas, haciendo más o menos lo mismo que antes.
Quizá parezca que comprar una cámara de fotos es algo sencillo. Basta con mirar el presupuesto con el que contamos y ver cuál es la que mejor se ajusta a nuestras posibilidades. Pero el hecho de comprar la cámara no es algo tan simple. Tiene que ser mejor que la que tenemos en el móvil, tener capacidad, muchas funciones y sobre todo calidad. Por eso muchas veces terminamos cargando con grandes aparatos que son difíciles de guardar en la mochila y además amenazan con rompernos el cuello si es que decidimos llevarla durante nuestras caminatas. El problema está en que muchas veces, solo usamos una mínima parte de las posibilidades que nos ofrece nuestra cámara. Sabemos que están ahí —pues nos lo contaron en la tienda—, pero por dejadez, pereza o ignorancia, no terminamos de aprender a utilizar todas esas funciones. El resultado es que al final terminamos haciendo las mismas fotos que haríamos con una cámara más sencilla y mucho más pequeña.
Pues bien, lo mismo que nos ocurre con la cámara de fotos nos puede pasar con la vida. Dios nos ha regalado un montón de capacidades y nos da cada día muchas oportunidades para superarnos y así ser felices y hacer felices a otros. Sin embargo, el miedo, el desconocimiento o la comodidad hacen que nos conformemos con lo de siempre y no busquemos algo más en todo lo que hacemos. Quizá ahora, cuando el curso está empezando, sea un buen momento para pararse a pensar cómo abordarlo. Tal vez a muchos les baste con pasar dignamente sobre las cosas, haciendo más o menos lo mismo que el año pasado. Pero seguramente haya muchos que quieran arriesgar y así superarse. Cada uno puede decidir si quiere explorar y explotar las posibilidades de su cámara, o si prefiere ir pasando, haciendo las fotos de siempre.
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Fuente: https://pastoralsj.org