(Des)Aparecer la Pascua

Cómo nos vamos vinculando con el Resucitado a partir de la comunión de las grietas, la del Crucificado-Resucitado y las nuestras.

La propuesta de esta columna es trabajar al filósofo y sinólogo francés Francois Jullien (1951) y, en particular, su obra sobre Lo inaudito1, realizando una lectura teológica sobre ella. La tesis que propongo es: si pretendemos comprender la Pascua de manera total, es decir como un sistema cerrado sobre el cual ya hemos dicho todo y, por lo tanto, no nos afecta de ningún modo, en ese momento la Pascua desaparece. En cambio, si dejamos un espacio de preguntas, de vacío o para que la Pascua nos interpele, es decir, que ella siempre dice algo más, en ese momento la Pascua (des)aparece.

1. Los conceptos centrales del capítulo leído: desaparecer y (des)aparecer o des-aparecer

Francois Jullien comienza desde la constatación de Emmanuel Levinas y el tema del rostro. Para Levinas (1906-1995) la figura del otro, del rostro, es aquello que no es expresable con palabras: es una realidad absoluta, una alteridad radical, aquello que en palabras de Jullien «hace desbordar lo fenoménico» (p. 93). Levinas incluso va a decir que si definimos los rasgos faciales del rostro del otro lo estamos objetivando, es decir, convirtiendo en objeto, siendo el otro un misterio. Por lo tanto, la pregunta inicial del des-aparecer es cómo mantenemos la distancia entre nosotros y el objeto, entre nosotros y el otro, entre nosotros y la realidad… (nosotros añadimos: entre nosotros y Dios). La clave aquí es la distancia.

Aquí podemos postular el siguiente axioma: entre menor distancia exista entre nosotros y el objeto, dicho objeto termina desapareciendo. Expliquemos esto: la desaparición del objeto ocurre cuando el sujeto asimila en tal medida la aparición que este objeto termina convirtiéndose en algo totalmente conocido. Esto quiere decir que el objeto desaparece porque ya no nos es interesante o porque los hemos asimilado en demasía. En palabras del autor: «Porque desde el momento en que comenzamos a asimilarlo, ya no se nos aparece en su carácter inaudito» (p. 94).

Por el contrario, encontramos el des-aparecer (o lo que yo escribo gráficamente como el (des)aparecer), que sería lo contrario. El prefijo des significa quitar o invertir, con ello el des-aparecer o el (des)aparecer sería quitar (des) algo al aparecer. De esta manera, Francois Jullien propone una nueva gráfica, una firma, una marca textual que supone que ya no estamos en el dominio del desaparecer sin más, sino que ahora entramos en otra perspectiva de los conceptos. Así, el des-aparecer es quitar coincidencia cognoscitiva frente al objeto que se aparece como fenómeno, que está ahí puesto ante nosotros. Propongamos la siguiente fórmula: a mayor des-aparición/(des)aparición, mayor aparición del objeto y, por tanto, se muestra como inaudito. En palabras de Jullien: «Des-aparecer es retirarse del aparecer, perder su poder de emergencia: de ser plenamente, continuamente, visible, torna inaccesible lo visible y lo repliega en algo inaudito sobre lo cual, a partir de entonces, ya no tenemos asidero y ni siquiera percibimos más» (p. 95).

Los elementos mostrados por Jullien a propósito del des-aparecer tienen una similitud notable con el tema del Misterio, es decir de lo tremendo y lo fascinante, lo que nos deja pasmados, con la intuición de ir entrando a un abismo que se continúa expandiendo y ante el cual podemos decir algo más todavía. El Misterio es inaudito porque, aunque se nos presenta (de ahí el carácter de lo religioso del Misterio), los sujetos no alcanzan a decir todo lo del mismo Misterio. El punto clave es el siguiente: el Misterio no es Misterio por la condición del sujeto que lo obliga a serlo, sino que es el sujeto quien toma conciencia de la profundidad del Misterio que, en sí mismo, es profundo. En palabras de Jullien: «Lo que des-aparece no es cubierto sino por su propia presencia que se extienda y, al no estar ya amenazada con desaparecer, se acumula y se vuelve opaca» (p. 97). La opacidad es una nota característica de la des-aparición, siendo la transparencia una nota de la desaparición.

El Misterio no es Misterio por la condición del sujeto que lo obliga a serlo, sino que es el sujeto quien toma conciencia de la profundidad del Misterio que, en sí mismo, es profundo.

Aquí surge un elemento crítico. Jullien toma conciencia de que cuando el sujeto provoca la desaparición del objeto este mismo objeto se termina agotando y lo agotado es lo contrario a lo inaudito, es decir, a lo que no ha sido dicho aún cuando ya podamos haber esbozado alguna palabra sobre él. Lo que desaparece nos agota, nos hace bostezar, nos aburre, es tan conocido que todo lo que podamos decir sobre eso ya ha sido dicho.

Por lo tanto, ¿cómo transitamos desde lo que desaparece hacia lo que des-aparece? Francois Jullien nos da la clave: agrietándolo. En sus palabras: «Lo inaudito solo comienza a escucharse cuando se agrieta esa presentación del Ser que empantana y que cansa: cuando la presencia de repente desborda, en lugar de coincidir, vuelve a ser por ello saliente, tras haber estado quita, repentinamente hace irrupción y se des-cubre. Lo inaudito surge cuando ese encubrimiento se resquebraja y por esa fisura puede finalmente aparecer» (p. 104).

Lo anterior merece ser analizado con un poco más de detalles

— La cuestión de la grieta —en cuanto símbolo de apertura en el corazón mismo de un sistema— supone la apertura de un punto de fuga a través del cual se abre el conocimiento, las preguntas, el poder hablar o pensar. La grieta, con ello, aparece como condición de posibilidad del pensar. Diríamos: sin grieta no hay pensamiento o el pensamiento nace a partir de una grieta constitutiva.
— La grieta, a su vez, permite el desborde y la des-coincidencia, es decir, la posibilidad de que el sujeto tome conciencia de que hay puntos a través de los cuales se evita la normalización de las escenas en las cuales el mismo sujeto se desplaza. Un terreno agrietado es distinto a un terreno pulcro, liso o sin texturas.
— La pregunta por la des-aparición tiene que ver con la posibilidad que le damos a la grieta de poder manifestarse en toda su radicalidad, es decir, en comprenderla como un espacio de producción de pensamientos, de cambios y de novedades o de lo inaudito. Lo inaudito, con ello, no se puede comprender sin el dato de la grieta.

2. Algunas perspectivas sobre la Pascua y la (des)aparición

Dice Francois Jullien: «La vida es lo más ordinario, pero eso más ordinario, justamente porque es lo más ordinario, debido a que no deja de sumergirse en el elemento de la vida, nos sigue siendo inaudito» (p. 105). A partir de esto y de lo revisado en el punto anterior, quisiera ensayar tres perspectivas sobre el tema de la (des)aparición de la Pascua y, de esa manera, comprender cómo y en qué sentido la Pascua es inaudita.

3. a) En primer lugar, una palabra sobre la experiencia lectora de la Pascua. Al hablar de esto estoy haciendo referencia a cómo estamos leyendo los relatos evangélicos de la muerte-resurrección de Jesús. Un lector en la lógica de la desaparición parece leería de manera lineal los textos, no deteniéndose en los detalles y menos problematizando los elementos presentes en el texto. En cambio, un lector en la lógica de la des-aparición leería el texto colocando su mirada en elementos extraños, haciéndose preguntas, abriendo el texto porque el texto constituye una alteridad para el lector, es su otro. Un texto bíblico puede desaparecer y (des)aparecer, desaparecer en el sentido de que ya es tan conocido por el lector que no encuentra nada nuevo (inaudito) en el texto. En cambio, una lectura (des)aparecida hace que una grieta o fractura se abra en la experiencia lectora, grieta que permita hacer ingresar lo inaudito de dicha lectura.

3. b) En segundo lugar, la experiencia discursiva de la Pascua en cuanto Misterio cristiano. Los teólogos y teólogas intentamos ofrecer a las comunidades cristianas marcos de comprensión (hermenéutica) para acercarse al acontecimiento de la Pascua y, desde esa modulación discursiva, permitir que las comunidades profundicen en el Misterio. El Misterio nos hace tomar conciencia de que nuestros discursos siempre serán provisionales porque el Misterio de la resurrección es una profundidad que nos remite a Dios mismo. Dios Padre es el artífice de la resurrección, Él ha resucitado a Jesús, Jesús no ha resucitado solo o por sí mismo, sino que hay otro que levanta al crucificado-muerto (Rom 8,11; Filp 2,6-11). La Iglesia tiene el desafío de no hacer desaparecer la Pascua, de no hacer que ella tome la figura del bostezo, sino que debe promover una des-aparición del mismo acontecimiento para que ella continúe siendo inaudita en el corazón de la historia.

3. c) Finalmente quiero proponer una idea a partir de la grieta. El gesto del sepulcro vacío, de las marcas en las manos y el costado de Jesús, de la piedra corrida, tienen que ver con la apertura de una grieta por la cual entra y sale el conocimiento de la Pascua. En la Pascua estamos siendo testigos de una corporalidad agrietada, la del crucificado, y por dichas fracturas nosotros los creyentes hemos de promover inteligencias teológicas y espirituales que también valoren la grieta pascual y nuestras propias grietas. La desaparición de la Pascua sería considerar que la grieta no nos afecta, que está todo normal, que nada sale del control. En cambio, la des-aparición de la Pascua es dar espacio a la grieta, a las fisuras y a la emergencia del pensamiento, del sentir y del vivir lo teologal, es decir, de cómo nos vamos vinculando con el Resucitado a partir de la comunión de las grietas, la del Crucificado-Resucitado y las nuestras.

1 Francois Jullien, Lo inaudito: o el otro nombre de la agotadora realidad (Cuenco de Plata, Argentina 2023). Todas las referencias están tomadas de este libro.


Imagen: Pexels.

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