Según las últimas estadísticas publicadas por el informe de UN Women 2016, la mayor parte de la sociedad de este país percibe a la mujer como un bien económico que queda sometida a las decisiones de sus padres. No tiene derecho a expresar su voluntad ni a hacer uso de su propia autonomía.
En pleno siglo XXI millones de mujeres en todo el mundo siguen padeciendo las consecuencias de sistemas sociales arcaicos que promueven la injusticia social y el abuso de poder frente al género femenino.
Un claro ejemplo de desigualdad de género es la India, donde el papel de la mujer en la sociedad continúa devaluado a pesar de las diferentes leyes que reconocen la igualdad de derechos de ambos sexos.
DESIGUALDAD DE GÉNERO E INJUSTICIA SOCIAL
La Constitución india promulga la no discriminación de género en sus artículos 14, 15 y 16. En concreto, el artículo 15, apartado 3, permite al Estado tomar medidas especiales para garantizar la igualdad para mujeres y niñas. El artículo 39, por su parte, insiste en la creación de políticas gubernamentales que aseguren los mismos derechos a hombres y mujeres, incluido un salario igualitario. Sin embargo, la realidad práctica es bien diferente.
MUJER SIN VOZ NI AUTONOMÍA
Según las últimas estadísticas publicadas por el informe de UN Women 2016, la mayoría social de este país percibe a la mujer como un bien económico que queda sometida a las decisiones de sus padres. No tiene derecho a expresar su voluntad ni a hacer uso de su propia autonomía.
Es culturalmente aceptado el fenómeno de los matrimonios concertados por conveniencia, que pasa a ser un “asunto de familia”, tanto a la hora de pactar la edad del compromiso como en el momento de elegir el marido. Una vez casada, la esposa depende totalmente de la voluntad de su esposo y de la familia de este.
A esto se suma la creencia popular de que la mujer es valorada y respetada mientras esté al lado de su marido. Las viudas, por ejemplo, forman un grupo social marginado y pobre, excluido de manera física, emocional, cultural y religiosa. Se trata de hechos que podrían sonar estrambóticos y carentes de sentido en algunas sociedades occidentales, pero que conforman el “calvario diario” de millones de mujeres, y no solo en India sino en tantos otros países de todos los continentes.
MUJERES: MOTOR DE UNA ECONOMÍA “INVISIBLE”
Resulta paradójico que pese a ser el grupo poblacional más explotado, las mujeres trabajadoras de la India contribuyen de manera fundamental a la estabilidad económica de esta nación, aunque gran parte de su trabajo “sea invisible ante el sistema”, ya que no se documenta ni se contabiliza en las estadísticas oficiales. Se estima que el 95% de las mujeres indias trabaja en el sector informal de la economía y su trabajo es inseguro, irregular, invisible y normalmente no está reconocido.
Igualmente, a pesar de la inserción laboral de la mujer en el sector de la agricultura india y en el ámbito laboral en general, esta no goza de ningún tipo de independencia económica. Tal y como explican las organizaciones internacionales que trabajan en el terreno, la mujer india debe entregar a su marido los beneficios obtenidos trabajando para que él los administre a su gusto.
EDUCACIÓN Y FALTA DE OPORTUNIDADES
En todos los aspectos de la vida, incluida la educación, se prioriza a los niños frente a las niñas. Dado que la niña, “por tradición”, será mantenida por otro hombre, su formación resulta innecesaria y queda relegada a las tareas del hogar.
En este contexto, la Iglesia católica, a través de sus misioneros y agentes de pastoral, trabaja sin descanso en la lucha por la defensa de los derechos humanos de los más vulnerables: los pobres, los niños y las mujeres.
Si bien la comunidad cristiana es pequeña en términos numéricos en relación a la población total de la India, su contribución al progreso socio-económico de la nación es muy significativa.
IGLESIA PRESENTE EN INDIA
Los cristianos gestionan miles de instituciones educativas, hospitales, centro de atención primaria de la salud, centros de rehabilitación para criminales, hogares de ancianos, hogares para moribundos y necesitados, leprosarios, institutos técnicos y agrícolas, centros de bienestar social, grupos femeninos de auto-ayuda, centros espirituales.
Entre las comunidades religiosas más activas, destacan las Misioneras de la Caridad, congregación fundada por Santa Teresa de Calcuta, cuyo legado sigue aún vivo y dando frutos en las calles más pobres y olvidadas, no solo de la India, sino del mundo entero.
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Fuente: www.vaticannews.va