A 50 años de la muerte del célebre autor, quien falleció el 7 de diciembre de 1973, un libro rescata su veta de lúcido escritor a través de relatos autobiográficos, entrevistas, textos de divulgación, críticas de arte y semblanzas de otros artistas.
«En el cerro más típico del riñón del puerto, el de Santo Domingo, nací el 24 de setiembre (sic) de 1896». En un breve párrafo que lleva por título «Infancia», Camilo Mori escribía en 1972 acerca de su llegada a este mundo en Valparaíso, su niñez transcurrida «entre el cerro y frente al mar» y los nombres y procedencia de sus padres. El pasaje, junto a otros donde habla de su vocación, de sus estudios, de sus maestros y de sus viajes fuera de Chile, integra el capítulo «Recuerdos» de un libro que reúne numerosos y diversos textos de su autoría.
Bajo el nombre Camilo Mori. Razón plástica, el volumen —que agrupa relatos autobiográficos, entrevistas, escritos de divulgación artística, críticas de arte y semblanzas de colegas destinadas a ser leídas en homenajes o funerales— conmemora el medio siglo de la muerte del pintor, ocurrida el 7 de diciembre de 1973.
Proveniente de su archivo —que su familia donó a mediados de este año a la Biblioteca Nacional y que consta de más de dos mil fotografías, manuscritos, recortes y bocetos de afiches—, el material de la publicación refleja la habilidad y motivaciones con que el autor puso en práctica un oficio que le dolía no haber ejercido, según él mismo confesaba.
«Este libro busca reivindicar esa faceta de Mori, la del escritor que busca desentrañar el sentido de su existencia a través de las palabras», comenta en la presentación Pedro Maino, responsable de la recopilación de textos. Al mismo tiempo, explica que este trabajo ofrece al lector «significativos episodios de su vida, desde sus correrías en los cerros del puerto, pasando por las noches de bohemia junto a sus amigos de la generación del 13 y sus años en Montparnasse, hasta su matrimonio con Maruja (Vargas) y sus clases en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile».
A Maino le interesan los pintores que escriben, que son escasos —dice—, a la vez que menciona a Juan Francisco González y Pedro Lira, entre otros que también lo hicieron. De la escritura de Mori, estima que tiene gracia y es versátil, y que su amplio repertorio temático incluye una especie de respuesta a «ese juicio que se le hacía por no haber consolidado un lenguaje plástico, como si eso fuera un defecto. Él se define como un artista moderno asociado al cambio y a la experimentación».
En efecto, en el libro aparece un texto de 1965, titulado «Confesión artística», que el autor empieza con la siguiente reflexión: «Nunca llega el pintor a alcanzar una forma de expresión definitiva; pues esta no es sino aquella en cuya elaboración nos sorprende el momento de la muerte. Y, al decir esto, no pienso solo en la muerte fisiológica, sino en la otra, en la muerte mucho más trágica, en aquella que se produce cuando se agota la facultad creadora». Más adelante, Mori reconoce que, como se dice de él, pinta de muchas maneras: «Se debe fundamentalmente a dos razones: por una parte, que mi obra es la historia de mi vida; y, por otra, que yo soy de muchas maneras. Entender mi pintura es penetrar mi existencia».
Mori se cruzó con su vocación en 1912, como atestiguan sus relatos. Hasta ese año, quien figuraba como el pintor de la familia era su hermano mayor, el que «con sus espléndidas copias a la acuarela sacaba de apuro a mis padres para sus regalos de circunstancias». Él, en tanto, no hacía en esa época, revela, más que «garabatear» caricaturas de sus profesores y compañeros. Pero llegó un día en que se atrevió a desafiar a su hermano: le aseguró que podía conseguir una reproducción considerablemente superior y usando por primera vez el óleo como técnica. El resultado, obtenido en una tarde, estuvo a la altura de su apuesta, «visto lo cual mi hermano me regaló sus materiales y no pintó nunca más».
Maino destaca que, además de abrir el acceso a aristas relevantes de su vida y producción, lo textos que componen el libro dan cuenta de cuán importante fue para el artista su faceta pedagógica, desarrollada no solo por medio de la docencia, sino igualmente a través de la divulgación y la crítica. «Mori se asume como un agente de difusión de las nuevas ideas en su obra y en la escritura», afirma.
Además de abrir el acceso a aristas relevantes de su vida y producción, lo textos que componen el libro dan cuenta de cuán importante fue para el artista su faceta pedagógica.
«Análisis de las tendencias pictóricas modernas» es el nombre de una serie de artículos de índole divulgativa que se despliegan en la publicación. Están fechados entre julio y septiembre de 1948, y abordan corrientes como el impresionismo, del que el pintor sostiene que corresponde al punto cumbre de la crisis que, a lo largo del siglo XIX, se produjo entre artistas y espectadores.
«Jamás se había visto una escuela entera, con los mejores elementos de su tiempo, romper con el gusto del público, ser violentamente negada por este y expresar su época oponiéndose a sus contemporáneos. Esto permitió e hizo posible todas las audacias y todos los excesos del arte moderno», reflexiona.
Entre las críticas, en tanto, destaca la que dedica a la exitosísima muestra «De Cézanne a Miró», que se montó en 1968 en el Museo de Arte Contemporáneo y convocó a una cantidad inédita de visitantes. «Sin mayores pretensiones hacemos aquí un somero análisis de los ismos, representados en esta exposición por sus más brillantes y auténticos jefes de fila», anuncia Mori, que en este artículo, así como en el resto de los documentos compilados en el libro, plasma la amplitud y complejidad de sus conocimientos y la lucidez de sus puntos de vista.
El volumen concluye con las semblanzas de artistas, entre ellos, Juan Francisco González, Samuel Román, Valenzuela Llanos y Siqueiros, y luego presenta versiones realizadas en distintos años de los antecedentes personales de Mori.