Ante una nación insatisfecha, los dos candidatos principales ante los comicios del 5 de noviembre compiten estrechamente. El surgimiento de Kamala Harris significó un relanzamiento de la campaña del Partido Demócrata, marcada por su origen étnico y la opción de ser la primera mujer en alcanzar la Presidencia.
Un consenso en la campaña para escoger al 47avo. presidente/a: el resultado será estrecho. Estados Unidos experimenta una aguda polarización político-cultural. Las luces de alarma avisan ya, desde hace un par de décadas, de una creciente insatisfacción con la marcha del país. La encuestadora Pew viene de publicar una encuesta en que muestra que apenas el 53 por ciento de los consultados cree en el «sueño americano». Este, en esencia, consiste en la certeza de los norteamericanos de que cada generación vivirá mejor que la anterior. En tanto, 41 por ciento respondió que semejante esperanza se ha desvanecido. Otros estudios de opinión tienden a confirmar esta percepción pesimista sobre el futuro del país. Es llamativo en la encuesta Pew las diferencias demográficas: los votantes jóvenes, más pobres y con menos educación son los más desilusionados. Un fenómeno que es replicado en Gran Bretaña y otros países del viejo mundo. Un sentimiento que fue bien aprovechado por Donald Trump y su campaña política que enarboló el eslogan Make America Great Again (MAGA), que le ayudó a derrotar a Hillary Clinton en la pugna por la presidencia en 2016.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes del río Potomac desde entonces. Trump ha permanecido en el centro de la atención noticiosa. Sea por sus polémicos dichos o por su condena en tribunales, acusado de felonías, nunca ha abandonado las primeras planas. Recuerda el decir de Hollywood: no importa lo que digan de ti, siempre que escriban bien tu nombre. Lo que cuenta es mantenerse vigente.
No existe un sistema electoral que garantice la plena representación de la voluntad popular. En el caso estadounidense, Hillary Clinton obtuvo, en la mentada elección, casi más tres millones votos que Trump. Pero, debido a que es un sistema indirecto, en que los votantes eligen delegados a un colegio electoral que escoge al primer mandatario, son estos los que tiene la última palabra. Es un sistema diseñado para un Estado federal que busca otorgar balances entre los estados que conforman la república. En ese plano, la meta a lograr para los candidatos es alcanzar la mayoría, con 270 delegados al colegio electoral.
En lo que toca a las encuestas sobre la carrera entre Kamala Harris y Donald Trump, los números muestran un resultado incierto. Un promedio de las principales encuestas, a finales de agosto, mostraba un empate técnico entre ambas candidaturas. Harris detentaba, en todo caso, una ventaja de 3,3 puntos frente a su rival. Ello, sin embargo, debe matizarse con el resultado en una serie de estados, especialmente del Medio Oeste, que definen la composición del colegio electoral. Entre ellos, destacan Michigan, Wisconsin, Nevada, Pennsylvania, Arizona, Georgia y Carolina del Norte.
Ambas campañas, tanto la demócrata como la republicana, saben que quien gane el Midwest (los estados del centro del país) tiene la mejor chance de ganar la partida. Los dos grandes partidos saben del malestar e inseguridad de los estratos de «cuello azul», como en Estados Unidos se suele denominar a los trabajadores manuales. Con ellos en mente, Kamala Harris y Donald Trump han escogido, como compañeros de lista a la vicepresidencia, a personalidades que apelan especialmente a los sectores más postergados. Políticos exitosos estadounidenses suelen invocar sus orígenes proletarios para ganar la simpatía de los votantes obreros. Así, JD Vance, compañero de Trump, reivindica que proviene de una familia modesta el Medio Oeste. Otro tanto hace Tim Waltz, que acompaña a Harris.
En la carrera por la cifra mágica de los delegados, según una proyección del semanario británico The Economist, Harris lograría apenas la meta de los 270 delegados ante Trump, que conseguiría 268. Está a la vista la experiencia de las elecciones de 2020, en que Joe Biden venció por un estrecho margen, algo que fue utilizado por Trump y sus partidarios para alegar que se había cometido un fraude electoral. Dieron pie, además, a una serie de denuncias sobre intervenciones y presiones sobre algunas autoridades de estados con resultados estrechos. En definitiva, se trató de acusaciones de fraude que no fueron refrendadas por ninguna de las autoridades electorales. La disputa por los resultados culminó en un asalto, calificado de insurreccional, al Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021, hecho sin precedente que aún gravita en la política estadounidense. Como entonces, en la actualidad ya circulan teorías conspirativas en el campo de Trump que denuncian la posibilidad de que le sea escamoteado un posible triunfo en las urnas.
En cuanto a los vaticinios en Estados Unidos, el mercado es considerado como un indicador claro de las tendencias dominantes. Así, por ejemplo, el ranking de recaudación de las películas en las taquillas es publicado regularmente. Son las estadísticas que reflejan las preferencias del público. Lo mismo ocurre con las ventas de libros y una amplia gama de productos. En períodos electorales, la bolsa amasada por los candidatos, por la vía de donaciones, puede dar indicios sobre las expectativas de su éxito. En este campo, Kamala Harris ha aventajado con comodidad a su contrincante. Los responsables de su campaña recogieron cuatro veces más fondos que lo recibido por Donald Trump. Según los datos entregados por la Comisión Electoral Federal en julio, la candidata demócrata obtuvo 204,5 millones de dólares versus 47,5 millones de dólares recaudados por la campaña de Trump. La diferencia en ingresos también se proyectó en el gasto de las respectivas candidaturas en proporciones análogas: Harris invirtió 81 millones de dólares frente a los 24 millones destinados por la campaña de Trump en el mismo mes, según lo consignó la comisión fiscalizadora. La revista Forbes da cuenta de que la campaña de Biden —ahora, Harris— ha recolectado 516,8 millones de dólares frente a 268,5 millones de Trump en el período que va entre enero del 2023 y julio de este año.
El Proyecto 2025 desarrollado por la Heritage Foundation —centro de elaboración del pensamiento de la ultraderecha estadounidense— es tomado con preocupación, ya que muchas de sus propuestas han gravitado con fuerza en gobiernos republicanos anteriores. Su presidente, Kevin D. Roberts, señala que la institución «se basa en los principios de la libre empresa, gobiernos acotados y valores tradicionales americanos y una sólida defensa nacional». Su visión expresada en el prólogo del texto Mandato para el liderazgo puntualiza que en este 2024 «la inflación está devastando los presupuestos familiares, la sobredosis de drogas sigue en ascenso y los niños sufren por la tóxica normalización del transgenerismo y pornografía que invaden las bibliotecas escolares». En tono desafiante, Roberts advierte: «Estamos en la senda de una segunda revolución estadounidense, que tendrá lugar sin derramamiento de sangre, si la izquierda no se opone».
Esta fundación produjo el primer documento de este tipo en 1981, antes de que Ronald Reagan asumiera la presidencia. Más tarde elaboró una hoja de ruta para el primer gobierno de Trump. Apenas transcurrido un año en la Casa Blanca, se congratulaba, porque estimaba que se habían cumplido dos tercios de sus recomendaciones. Ello, pese a que no se trata del programa político oficial del Partido Republicano.
Parte importante del Proyecto 2025 apunta a temas de género, de la sexualidad y la etnicidad. En estas materias tiene como objetivo neutralizar y acabar con la mayoría de los esfuerzos del gobierno federal para lograr la equidad, e incluso recopilar datos que podrían usarse para rastrear los resultados en los sectores público y privado. El Plan alienta a la próxima administración presidencial a disolver el Consejo de Política de Género creado por el presidente Biden y deshacer su trabajo en este campo. Heritage sugiere eliminar los programas de diversidad, equidad e inclusión en todo el gobierno federal. Los autores incluso quieren eliminar los siguientes conceptos de todas las normas y regulaciones: «orientación sexual», «igualdad de género», «aborto» y «derechos reproductivos».
En el plano político, el Proyecto 2025 busca alterar los balances en el seno del gobierno, potenciando la autoridad presidencial a expensas de las agencias federales. Además, prevé reformar el estatuto del funcionario federal, hasta ahora protegido de las alternancias del poder político, lo que permitiría a Trump, en caso de volver a la Casa Blanca en 2025, nombrar partidarios ultraconservadores en puestos clave.
En lo que toca al medio ambiente, se postula la eliminación de programas de energías limpias y un impulso renovado a los combustibles fósiles desde el petróleo al gas. Estudios sobre el impacto de las políticas de Trump muestran que las emisiones de dióxido de carbono, co2, aumentarían en billones de toneladas la contaminación causada por los gases de efecto invernadero. Si se aplicaran las políticas propuestas en el Plan 2025, las emisiones de gases aumentarían en 2,7 billones de toneladas para el año 20230, sobre la trayectoria actual.
Un rol clave en esta campaña ya lo juegan el origen étnico y el género de Harris. Aún son visibles las cicatrices de la campaña de 2016, donde el sexismo fue un protagonista importante en la victoria de Trump sobre Hillary Clinton. Esta vez los demócratas esperan que Harris pueda romper el techo de vidrio que ha privado a las mujeres de la primera magistratura.
Esta vez los demócratas esperan que Harris pueda romper el techo de vidrio que ha privado a las mujeres de la primera magistratura.
El sexismo está presente de manera importante en el comportamiento electoral estadounidense. En especial, las políticas reproductivas han cobrado especial relevancia desde que la Corte Suprema, en 2022, impuso limitaciones al aborto y la anticoncepción.
En todo caso, encuestas realizadas recientemente a nivel nacional muestran que el 51 por ciento de los estadounidenses concuerda con la afirmación «Estados Unidos está preparado para su primera presidenta afroamericana». En tanto, el 23 por ciento se mostró en desacuerdo. Aun así, algunos republicanos parecen pensar que pueden ganar haciendo que el género se convierta en un tema a tratar durante la campaña. Esto queda patente en la retórica machista que Trump y otros republicanos utilizan al hablar de Harris. Trump, que tiene un nutrido prontuario de declaraciones sexistas, afirmó que muchos líderes mundiales descartarían a Harris como un «juguete», aludió a ella como «poco inteligente» e incluso ha hecho comentarios peyorativos sobre su apariencia.
En lo que toca a la vinculación de Trump con los planes de la Heritage Foundation, este ha hecho lo posible por distanciarse y ha declarado: «Yo no sé nada sobre el Proyecto 2025, yo no tengo idea de quién está tras él. Yo estoy en desacuerdo con algunas de las cosas que dicen y algunas son ridículas y aberrantes. Les deseo suerte en lo que hagan, pero yo no tengo nada que ver con ellos». Sin embargo, pese a sus esfuerzos por negar todo vínculo, la percepción pública lo identifica con el mentado Proyecto. Según la encuesta del Navigator Research, el 45 por ciento de los consultados cree que el Proyecto 20225 describe la agenda de Trump, mientras que solo un 16 por ciento no lo estima así, en tanto que 39 por ciento no está seguro. La percepción de la convergencia de ideas entre Trump y las expuestas en el Proyecto fueron reforzadas por las declaraciones de Kamala Harris que en su discurso de nominación dijo: «Yo haré todo lo que esté a mi alcance para unir al Partido Demócrata, y unir a la nación, y derrotar a Donald Trump y su agenda extrema del Proyecto 2025».
El 5 de noviembre los estadounidenses darán su veredicto. Y, como suele ocurrir, el resultado reverberará en todo el mundo.