La audición de dos discos recientes me ha hecho pensar mucho en lo que intento expresar en el título de esta crónica. El primero de ellos es de un gran pianista que, no obstante su fallecimiento hace más de veintitrés años, tiene una presencia persistente en la memoria de cuantos conocimos y amamos su música. El segundo disco nos habla, en cambio, de la juventud y la frescura de la propuesta de una figura novel, sostenida y acompañada, empero, por músicos experimentados. Vida, muerte, edad, pasado, presente… Todas, categorías que aparecen hoy, cada vez más claramente, como superadas por la vida misma. La vida que la música refleja y de la que nace.
MICHEL PETRUCCIANI: SOLO IN DENMARK (2022)
Recuerdo ese día de fines de diciembre de 1999. Sentado en la sala de estar de esa encantadora casa de La Serena en la que vivíamos entonces con mi familia, leo en el diario, acunado por el sol de un atardecer tranquilo, una nota sobre los personajes fallecidos en ese año: entre ellos, veo el nombre de Michel Petrucciani, quien había partido el 6 de enero y yo no me había enterado. Sentí, verdaderamente, la pérdida de un músico que me había acercado al jazz y que me había orientado, así, en un descubrimiento decisivo para mi vida hasta el día de hoy.
El presente disco es la publicación del registro, hasta ahora inédito, de una presentación del gran pianista francés en el Silkeborg Riverboat Jazz Festival de Dinamarca, el 23 de junio de 1990. Nos muestra a un Petrucciani ya completamente consagrado, una auténtica figura. El repertorio lo refleja, por la manera en que está construido: dos composiciones suyas («P’tit Louis», para comenzar, y «She Did It Again», del disco Petrucciani plays Petrucciani, de 1987, por el que lo conocí), que alternó esa noche con la interpretación completa de temas de otras autorías: «In a Sentimental Mood» (Duke Ellington), Round Midnight y Blue Monk (Thelonious Monk), y «Estate» (Bruno Martino), para terminar con un bellísimo medley de pasajes de «Autumn Leaves», «Rachid», «Prelude to a Kiss», «Smoke Gets in Your Eyes», «Miles Davis’ Licks» y «Nardis»; todos estos, temas que los más familiarizados con el mundo del jazz reconocerán, seguramente, con gran entusiasmo. Este repertorio, repito, nos muestra la madurez de un pianista genial, que siempre deberá ser recordado por eso. Ya en un comentario anterior hice la observación de que el gran prodigio en la historia de Michel Petrucciani fue su enorme talento musical, y no la manera en que supo sobrellevar la osteogénesis imperfecta que lo afectó desde su nacimiento. Definitivamente, Petrucciani fue un grande y su música ha sido y sigue siendo una luz para todos nosotros.
CONNIE HAN: SECRETS OF INANNA (2022)
Este es el tercer disco de esta joven pianista estadounidense, formada en Los Angeles County High School for the Arts. Curiosamente, su introducción en el mundo del jazz no se dio mediante una formación sistemática en ese estilo mediante un profesor de piano, sino a través de la interacción con un baterista, Bill Wysaske, quien terminó siendo no solo su mentor, sino además el productor de su primera producción, Crime Zone, de 2018.
En Secrets of Inanna, la joven pianista muestra cómo la vitalidad de la música se canaliza de manera especialmente poderosa en la interacción de la creatividad y la energía de lo nuevo, con el talento, el pondus y la pausa que ponen los músicos más avezados que la acompañan: por de pronto, Bill Wysaske en la batería y en la coautoría de las composiciones; el gran John Patitucci en el contrabajo, y Rich Perry, considerado un veterano, en el saxo tenor. Complementa la sonoridad en algunos temas Katisse Buckingham, con flauta traversa y piccolo. Creo que la propuesta será, en especial, del gusto de los amantes de un jazz más audaz y abierto a nuevas sonoridades y a estructuras armónicas poco estereotipadas.
Ambos discos, el de Petrucciani y el de Conni Hahn, nos muestran, en efecto, una vitalidad y una energía que atraviesan generaciones, incluso la vida y la muerte, como un continuum que nos puede mantener a todos, viejos y jóvenes, despiertos y alertas a la nunca previsible irrupción de la belleza.