En la mayor democracia del mundo, el primer ministro Narendra Modi encarna un nacionalismo hindú con una modernización económica calificada de filo neoliberal, mientras él despliega un fervor hinduista en detrimento de la minoría musulmana.
Elecciones en la mayor democracia del mundo: ese es el titular que alude a los mega comicios en India en que participan más del diez por ciento de los humanos. Es un proceso en el que casi mil millones, de una población de 1.440 millones de personas, tiene derecho a emitir su voto. Los comicios en el extenso país tienen lugar a lo largo de seis semanas de manera escalonada por regiones. La preferencia de los 968 millones de indios con derecho a voto será divulgada el 4 de junio.
Hay, en todo caso, un segmento del electorado que acapara el mayor interés. Son los 19 millones de jóvenes que votan por primera vez. A ellos se suman 197 millones de electores que viven sus veintes. El interés por este segmento radica en la relativamente alta tasa de desempleo juvenil urbano, que entre los 15 y 29 años de edad el alcanza al 17 por ciento de cesantía frente a la tasa nacional de 6,7 por ciento.
Pese a algunas dificultades económicas y conflictos sociales, especialmente con pequeños agricultores que han protagonizado grandes movilizaciones, el actual primer ministro Narendra Modi es el favorito indiscutido. India cuenta con un sistema parlamentario, en el cual el líder del partido mayoritario elige al primer ministro. Modi ha liderado al Bharatiya Janata Party (BJP) y, en consecuencia, ha estado al timón del gobierno. El BJP es el partido más numeroso del mundo, con 180 millones de afiliados (casi el doble del Partido Comunista Chino). A su cabeza, Modi encarna el nacionalismo hindú con una plataforma de modernización económica que muchos califican de filo neoliberal. En el plano ideológico, destaca su fervor hinduista en detrimento de la minoría musulmana.
Pera subrayar su condición hinduista, Modi inició la carrera electoral para conseguir un tercer mandato, sumergiéndose en las aguas del rio Ganges, considerado sagrado por los hindúes. En la ocasión dijo: «La madre Ganges me ha llamado… ahora siento que me ha adoptado». Allí son arrojadas a diario las cenizas de numerosos cadáveres incinerados bajo estricto ritual al fuego de maderos de sándalo. Acto seguido, Modi procedió a inscribir su candidatura parlamentaria en la grandiosa y pintoresca ciudad de Varanasi, la más sagrada de las urbes hinduistas.
El BJP ensalza la figura de Modi a niveles que son considerados dignos de un culto a la personalidad. Millones de carteles a tamaño natural con la figura de Modi saturan estaciones de ferrocarril y terminales de buses. Los asistentes a los mitines electorales portan máscaras con el rostro del candidato. La masiva propaganda partidaria, financiada por generosas donaciones de empresarios beneficiarios de negocios con el oficialismo o que aspiran a ellos, es respaldada por el masivo aporte del Gobierno.
Modi es el claro favorito, según las encuestas. A su haber tiene logros que son exhibidos con orgullo: India es la quinta potencia económica del mundo según lo consigna el Fondo Monetario Internacional (FMI); con un producto interno bruto de 3.942 billones de dólares, detrás de Japón con 4.212 billones, pero superando a Gran Bretaña, que suma 3.502 billones. Claro que la misma tabla en términos del ingreso per cápita deja a India en el último puesto. Pese a ello, Modi exuda optimismo y promete que su país llegará a la liga de las naciones desarrolladas el año 2047. En un plano más actual, el candidato del BJP invoca al FMI, que pronostica uno de los mayores crecimientos económicos para 2024-25 con un 6,8 por ciento. En el campo industrial tecnológico, India exhibe su exitoso programa espacial con su cohete Chandrayaan-3, que le permitió posar una sonda en la Luna. Otro logro que pocas naciones han conseguido es la construcción de un portaaviones como el Vikrant en 2022.
La oposición que aspira a reemplazar al BJP es hegemonizada por el Indian National Congress, el partido de Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi que gobernó el país durante 54 años, desde la independencia en 1947. Estas raíces históricas han sido utilizadas por el BJP para acusar a los opositores de constituir una «dinastía elitista». Ahora el Partido del Congreso, en una alianza con más de una veintena de partidos progresistas, de diversos tintes, conformó el conglomerado denominado Indian National Developmental Inclusive Alliance (I.N.D.I.A), que denuncia al BJP por el control sobre medios de comunicación, de contar con muchísimos más recursos, merced a las donaciones; y, por sobre todo, de utilizar el poder del Estado para hostilizar a los opositores. Ello, vía acusaciones judiciales por corrupción y con selectivas investigaciones sobre presuntas evasiones de pago de impuestos. Por estos expedientes han sido congelados fondos de las campañas opositoras y varios dirigentes se encuentran tras las rejas mientras son sometidos a juicio. A lo largo de la última década, los partidos opositores han enfrentado el acoso de diversas entidades estatales, lo que ha mermado su efectividad. Las divisiones y la lucha de facciones han debilitado las opciones de quienes buscan a desplazar al BJP.
Pese a sus avances, el apoyo a Modi dista de ser uniforme en el país. Si bien el BJP es fuerte en el populoso norte, que algunos califican como el «cordón hindú», el partido ha enfrentado resistencia en regiones del oriente y sur, donde la política regional es influyente y el nacionalismo hindú tiene menos tracción. Por lo mismo, el BJP ha concentrado muchos recursos para ganar parlamentarios en el sur.
De acuerdo a un informe reciente del World Inequality Lab, elaborado por un grupo de economistas encabezado por Thomas Piketty, el uno por ciento más rico acumula 40 por ciento de la riqueza del país. El informe señala que la concentración se agudizó en el curso de la última década, alcanzando en el último decenio niveles de desigualdad que incluso superan el período colonial. Consultado sobre esta situación, Modi respondió: «¿Acaso todos deberían ser pobres?» para agregar que una mejor distribución de la riqueza «tendría lugar en forma gradual y no de la noche a la mañana».
Según el mismo grupo de economistas, la creciente desigualdad es un obstáculo para las ambiciones del gobierno de transitar de ser un país de desarrollo medio a una potencia económica, consolidando la injusticia social que lo ha caracterizado.
El dilema laboral de India es que la fuente más segura de empleo es el Estado, en tanto que el sector privado es restringido. En lo que toca al sector fiscal, recibe anualmente cientos de miles de postulaciones de empleo. Los afortunados que consiguen un puesto, a menudo lo obtienen merced a coimas o parentescos. Alrededor del 40 por ciento del empleo es agrícola, en tanto que 20 por ciento está en el sector manufacturero.
Hindúes y musulmanes mantuvieron una coexistencia con roces, pero razonable, bajo el Raj, como era conocido el régimen colonial británico. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, un Londres debilitado y un emergente movimiento independentista marcó el fin de la era colonial. India ocupaba buena parte del subcontinente asiático, pero a medida que avanzaba el proceso de independencia la división entre islamistas e hindúes se agudizó a tal punto que el proceso culminó con la partición de la India. La división dio lugar a la creación de los estados soberanos del Dominio de Pakistán (con hegemonía musulmana que, más tarde, se dividió en Pakistán y Bangladesh) e India, como un Estado secular aunque gobernado por la mayoría hindú. Los indios musulmanes suman alrededor de 160 a 200 millones de personas y constituyen cerca del quince por ciento de la población. Pese a ello, ocupan apenas un cinco por ciento de los puestos públicos y su acceso a la educación sigue siendo muy deficiente.
India y Pakistán se independizaron en 1947 y desde entonces han vivido enfrentados en conflictos y diversos litigios territoriales, en especial por la región de Cachemira. La separación fue un desgarro sangriento. Las estimaciones sobre el número de muertes en los enfrentamientos alcanzan a cientos de miles de personas. Las estimaciones oscilan entre las doscientas mil y los dos millones. La partición provocó el desplazamiento de unos 15 millones de individuos en ambas direcciones. De 1947 a 1949 estalló una guerra entre India y Pakistán por el control del Estado, mayoritariamente musulmán en Cachemira, en la cordillera del Himalaya, que había quedado bajo jurisdicción de India. En enero de 1949, un cese el fuego respaldado por Naciones Unidas estableció una línea de separación de 770 kilómetros que se convertirá en la frontera de facto en esa región. El 37 por ciento de Cachemira quedó bajo control de Pakistán y un 63 por ciento en manos de India, aunque ambos países reivindicaban la totalidad del territorio. En 1965 Pakistán lanzó una nueva ofensiva en Cachemira desde 1965, que acabará siete semanas más tarde con un cese el fuego sin definiciones precisas.
En 1971 estalló una nueva guerra que culminaría con el nacimiento de Bangladesh. Los dos países se enfrentaron por el control de Pakistán Oriental, que se separaría de Islamabad con el apoyo de India, proclamando su independencia. En el breve conflicto, murieron alrededor de tres millones de personas, hecho que ha llevado a calificar tal masacre como un genocidio.
En 1974 India realizó un ensayo nuclear, convirtiéndose en el sexto país oficialmente dotado de armas atómicas. Pakistán se convertiría en el séptimo en 1998. La nuclearización de esa zona provoca preocupación mundial.
En cuanto a Modi, le ha correspondido un papel protagónico en el antagonismo con la comunidad musulmana. En su condición de ministro en jefe del estado de Gujarat, era la máxima autoridad local durante matanzas y pogromos desatados en el año 2002. La violencia estalló luego de que se acusó, sin que se probase, a musulmanes de haber incendiado un tren donde murieron 58 peregrinos hindúes. Esto desató ataques contra comunidades musulmanas, en las que fueron asesinadas unas dos mil personas y decenas de miles perdieron sus hogares. Algunos testigos denunciaron que las agresiones fueron preparadas con antelación y bajo la supervisión del propio Modi, quien habría ordenado, además, a la policía dejar en libertad de acción a las turbas de agresores. Modi ha negado estas imputaciones y la Corte Suprema lo absolvió de toda responsabilidad. No así el grueso de la comunidad musulmana ni Estados Unidos, que le vedó el ingreso al país por algunos años. Su retórica inflamatoria apunta a fortalecer el voto hindú del BJP, que representa el 80 por ciento del electorado. nacional.
Modi ha acusado al Partido del Congreso de intentar «saquear» la riqueza de los hindúes para redistribuirla entre los musulmanes. Más allá del discurso, el gobierno del BJP ha impuesto leyes que restringen los derechos de nacionalidad de los musulmanes y que pueden dejar a millones de ellos apátridas. Los indios musulmanes han experimentado discriminación en el empleo, la educación y el acceso a viviendas. En la actualidad los musulmanes constituyen solo el cinco por ciento de los parlamentarios. El bajo porcentaje responde a que el BJP no tiene miembros del parlamento musulmanes.
A lo largo del proceso electoral actual, los opositores a Modi denuncian acoso e irregularidades. Apuntan al arresto de líderes políticos contrarios al Gobierno. También miembros de ONG y periodistas han sufridos sanciones. Asimismo, se aprecia una creciente actividad por parte de la policía y los servicios secretos. Las irregularidades han contado con la indulgencia occidental, que busca una relación más estrecha con Nueva Delhi para enfrentar a China.
El creciente autoritarismo del primer ministro Modi y el BJP muestra un descenso en todos los indicadores de calidad democrática y libertad de información. El liderazgo de Modi se ha basado en la polarización identitaria. Equipara la India con el hinduismo en detrimento de las minorías. El veredicto de las urnas marcará el futuro democrático que en el pasado enorgulleció a India.
El creciente autoritarismo del primer ministro Modi y el BJP muestra un descenso en todos los indicadores de calidad democrática y libertad de información. El liderazgo de Modi se ha basado en la polarización identitaria.