El 19 de agosto de 1922 se hizo la primera transmisión radiofónica en nuestro país. Desde la Casa Central de la Universidad de Chile a un receptor instalado en El Mercurio, el profesor Arturo Salazar y el estudiante Enrique Sazié lograron con éxito la emisión, desde una vitrola, de la melodía «It’s a long, long way to Tipperary», asombrando a los doscientos espectadores que hasta allí habían llegado, advertidos por la publicidad previa. Enseguida, hubo declamación y canto, además de dos violinistas, para a continuación dar paso a un comentario político, el canto del Ave María por parte de una soprano, y la lectura de noticias y de un par de avisos del diario mencionado.
Ese acto realizado ese día ha sido históricamente considerado como el inicio de la radiodifusión en nuestro país. Desde entonces, de manera muy dinámica comenzaron a aparecer nuevas emisoras y para 1940, cuando comenzaba a perfilarse «la época de oro» de este medio de comunicación, ya había ochenta estaciones en operación en el territorio nacional.
Esta historia contiene episodios con elementos que invitan a diversos análisis acerca de la cultura y la sociedad chilena. Es rica en procesos de distinta índole, a los que resulta de interés asomarse incluso con perspectiva académica o de perfeccionamiento del quehacer radiofónico.
UN SELLO SOCIAL
Su irrupción en la sociedad chilena tuvo un impacto enorme desde un inicio. Permitió con bastante rapidez una mejor conexión de Chile con el mundo. Hubo vínculos con radios argentinas y estadounidenses con las que se compartieron transmisiones, incluyendo noticias, contenidos periodísticos e incluso algunos relatos de eventos deportivos. En concreto, Radio Chilena contrataba con diario La Nación la instalación de parlantes en el centro de Santiago, para que la gente se congregara y pudiera seguir, por ejemplo, la pelea de boxeo entre el argentino Luis Ángel Firpo y el estadounidense Jack Dempsey, por el campeonato mundial de Box. Así, se trata de un avance tecnológico de gran importancia para la comunicación del país, lo cual fue incorporado con celeridad.
En segundo lugar, desde el primer tiempo de la radiodifusión se observa en ella un sello muy social. Ayudó a la alfabetización y a la propagación de la cultura, en tanto poco a poco permitió que nuevos sectores de la población tuvieran acceso a bienes culturales. Hay que tener en cuenta el contexto de entonces, pues el nuestro era un país con altos niveles de pobreza y con numerosos sectores alejados de actividades culturales. De este rol social hay múltiples manifestaciones, y muy diversas, como el hecho de que los aparatos receptores se llevaban a las cárceles para acompañar a los presos.
CREACIÓN SOCIO CULTURAL
La radiodifusión en sus primeros tiempos constituyó una verdadera revolución en la comunicación, pero también en la aparición de nuevas formas de expresión artística. Hubo, así, una revolución sociocultural. Se generaron radioteatros y, con ellos, se favoreció la aparición de una prensa de espectáculos que iba siguiendo —como ocurrió entre las décadas del cuarenta y del setenta— radionovelas que podían ser melodramas, de misterio, policiales o de humor. Estas eran hechas por grandes compañías de numerosos actores, que iban itinerando de radio en radio. Y esto no ocurría solo en las ciudades más grandes. Estas compañías salían a las provincias a llenar los teatros locales, pues la gente masivamente quería conocer cómo eran los radioteatros y ver a esas grandes estrellas que escuchaban por la radio.
La radiodifusión en sus primeros tiempos constituyó una verdadera revolución en la comunicación, pero también en la aparición de nuevas formas de expresión artística.
ESTEREOFONÍA Y PERIODISMO
Hay que destacar también el hito del surgimiento de la estereofonía a comienzos de los años sesenta: es sinónimo de portabilidad, de capacidad de salir a la calle con una grabadora. Esto permite que la radio salga a capturar la realidad de la que quiere informar.
Desde los mismos inicios de la radio, el periodismo tuvo permanentemente un espacio. En rigor, ya la primera transmisión contó con un comentario de actualidad. En ese proceso, en la década del cincuenta el periodismo radiofónico alcanzó madurez, con gran despliegue y presencia programática.
Tal evolución, por lo demás, significó un inmenso aporte a la formación de periodistas. Cabe recordar que la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile se creó en 1953. Lo que antes era un oficio, en la década de los cincuenta se formaliza y en eso la radio tuvo un papel importante dotando de estructura y maneras propias del informar en radio. Por lo demás, es en esta época cuando se comienzan a consolidar los departamentos de prensa.
LAS RADIOS Y LA APERTURA
A comienzos de los años setenta había un sistema de prensa bastante plural. Existían radios pertenecientes a partidos políticos, iglesias y organizaciones sociales. Con el golpe de Estado de 1973, eso se terminó. Se clausuraron, confiscaron o cerraron muchas radioemisoras. Con el cierre de radio Balmaceda en 1976 y el comienzo del Diario de Cooperativa en 1977 se inició, sin embargo, una nueva etapa. Durante la dictadura, las radios de oposición fueron muy importantes para informar «la verdad» no oficial del gobierno militar: Cooperativa, Chilena —bajo el alero de la Iglesia católica—, Carrera, Santiago y otras, cumplieron ese rol aunque sufrieran controles y censuras. La labor de esas emisoras contribuyó a que se fuese dando una cierta apertura. También, a que se conociesen atropellos a los derechos humanos y a que se lograra conocer la verdadera situación del país. Un rol similar cumplirán estas radios en los años ochenta, durante las protestas nacionales y la recuperación democrática.
RADIOS COMUNITARIAS
Merece consideración especial la temática de las radios comunitarias. Su tradición comienza en los años sesenta con experiencias que se producen especialmente en el sur de Chile, estando muchas de ellas vinculadas con la Iglesia católica, que las mantiene como medio de alfabetización y evangelización.
Actualmente las radios comunitarias están teniendo un mayor espacio en el sistema de medios, pero todavía es necesario que el Estado haga una promoción más decidida de ellas. Las rige una ley del año 2010, que se ha hecho insuficiente para garantizar la diversidad de medios que necesita el país. Con restricciones de potencia y de acceso a la publicidad, y solo diez años de concesión, frente a los veinticinco que tiene la radiodifusión privada comercial, las condiciones para su desarrollo futuro son improcedentes. Cuesta justificar eso, en vista de que cumplen una función social con sus comunidades y territorios.
Se necesita una política de promoción de este sector de la radiodifusión, al igual que las radios universitarias, indígenas y educativas, entre otras.
CONFIANZA, CREDIBILIDAD, COMPAÑÍA
La radio hoy, en comparación con la prensa escrita y la televisión, e incluso con otras instituciones del país, goza de altos niveles de confianza y credibilidad por parte de la población.
El terremoto de febrero de 2010 la revitalizó, en gran medida, porque demostró con mucho vigor cómo era capaz de conectarnos a los chilenos. Comunicó, informó y acompañó en una situación de aflicción y promovió la cohesión de las comunidades afectadas por la catástrofe.
Más tarde, ese mismo rol lo cumplió durante el estallido social y la pandemia del covid-19. A raíz del confinamiento, los chilenos permanecieron gran parte de su tiempo en las casas y así la radio volvió a tener un lugar central. Esto nos habla de que contamos con una radio que goza de buena salud y que tiene futuro en una cultura auditiva que está en expansión gracias al podcast y otras plataformas de audio.
NO BASTA CON SER MULTIMEDIA
Esto augura un periodo promisorio, aunque a condición de que la radio emplee de buena manera la adaptación tecnológica que deberá hacer. Los retos implicarán buscar nuevas fórmulas, explorar nuevos lenguajes y renovar programaciones. Actualmente este ecosistema sonoro —que supera a la radio, pero la incluye— ha ampliado la oferta de contenidos, capturando a audiencias cada vez más ávidas de nuevos formatos, géneros y programas en la «sonósfera».
Las radios están aprovechando muchas de estas nuevas oportunidades, al explorar distintos lenguajes, sin perder la esencia del sonido y las ondas radiales. Sin embargo, los desafíos tienen que enfrentarse con proyectos programáticos y editoriales que consideren lo tecnológico, lo social, cultural y político. Ese salto permitirá que la radio perviva en un ecosistema digital y convergente por muchos años más, de cara al Bicentenario de la radiodifusión en Chile.
* «100 años de la radio en Chile», lom ediciones, Facultad de Comunicación e Imagen, Universidad de Chile, Ediciones Dirección de Investigación FCEI Universidad de Chile, Santiago, 2022, 239 páginas. Ver reseña en página 60 de esta edición.