Música como tradición y legado

Comentario del mes a lo más destacado de la música.

En el primero de varios días de lluvia pronosticados para gran parte de Chile hacia finales de mayo, estoy en casa, recluido por un intempestivo resfrío y por un bendito día feriado en medio de la semana. Escuchando música mientras trabajo, me han visitado las nociones de tradición y legado. Hay músicos que deben ser reconocidos no solo por la belleza que han sabido crear, sino sobre todo por lo que, con ello, han dejado para la posteridad, inspirando e invitando así a otros a recoger el testimonio de su pasión por la música.

BRAD MEHLDAU: AFTER BACH II (2024)

Comienza a atardecer y caigo en la cuenta de que ha llovido casi todo el día. Ha sido un día tranquilo de trabajo, que he disfrutado. Me sorprende este nuevo disco del pianista estadounidense Brad Mehldau. Me sorprende, no porque haya dudado de su capacidad para abordar a un autor como Bach, sino, al contrario, precisamente por su capacidad para transitar entre mundos musicales tan diversos y sin mayor transición. Comencé escuchando grabaciones suyas en el ámbito del jazz, pero siempre incorporando, en una suerte de upgrade artístico, algunas perlas de la música del pop anglo. También lo hemos visto incursionar en el ámbito de la música electrónica. En estos días yo estaba cotejando la idea de comentar otro disco solista suyo, Après Fauré (2024), en el que aborda, evidentemente, otro lenguaje musical. Sencillamente, no tuve tiempo para ello, pues, al descubrir esta, su más reciente producción, me he enterado de que ya en 2018 había producido un primer volumen (After Bach), sin que yo lo advirtiera… Brad Mehldau es de esos músicos que no descansan y a los que, por lo mismo, es muy difícil seguir el ritmo. Lo que más me impresiona en él, es que su rapidez en el despliegue de su productividad musical no ha ido nunca en desmedro de la calidad.

Ambos volúmenes de After Bach son aproximaciones, yo diría, muy ortodoxas, pero a la vez con asomos de gran audacia interpretativa (sobre todo, en las «variaciones»), a diversos preludios, fugas y otros pasajes tomados de El clave bien temperado, de Johann Sebastian Bach. Mehldau hace su interpretación en el piano moderno. El clave o «clavecín» era en tiempos de Bach el instrumento más común, aunque ya había una transición hacia otros, como llegaría a ser el pianoforte. La obra de Bach trasciende con mucho estos detalles y es así apta para todo teclado. El gran Glenn Gold ya nos convenció de ello hace tiempo. Brad Mehldau se ubica aquí en esta tradición y nos sorprende con su apertura y su audacia, que no ofenden —y más bien enaltecen— el legado de Bach.

DAVID LEBÓN: HERENCIA LEBÓN (2024)

Oscar David Lebón nació en Buenos Aires, Argentina, en 1952, y es considerado uno de los próceres de la tradición rockera en ese país. Se lo suele describir como multiinstrumentista, pero lo suyo han sido la guitarra y el canto. En esos roles colaboró en grupos tan emblemáticos como Pescado Rabioso (con Luis Alberto Spinetta), Sui Generis y Serú Girán. Por razones de salud, a los ocho años se trasladó con su familia a Estados Unidos de Norteamérica, donde permaneció hasta fines de los sesenta. En esos años tuvo un fuerte acercamiento al rock y al blues, lo que marcaría su desarrollo musical. A los 72 años, es un señor como tantos otros: de lento caminar, cabello escaso y barba canosa… Pero a la vez es un tipo no solo talentoso, sino también vivaz, jovial en el vestir, de maneras afables y, sobre todo, risueño. No en vano ha sabido convivir con grandes personajes (algunos, muy complejos) del rock argentino. También él, en su estilo más moderado, ha tenido la grandilocuente idea de bautizar su proyecto musical y esta producción como Herencia Lebón. Para la (en general) recatada sensibilidad chilena, llama mucho la atención que alguien pueda percibir y referirse a su propia trayectoria como una auténtica «herencia» y llegue a decir que él mismo es esa herencia. Pero, en este caso —debo decirlo—, me parece que Lebón tiene razón. Efectivamente, pertenece a una generación de grandes del rock argentino y latinoamericano. Aquí versiona, entre otras, canciones de Eric Clapton, Lennon y McCartney, Charly García y de él mismo en sus tiempos de Serú Girán. Basta escucharlo cantar «No soy un extraño» de Clix modernos (1983), del gran Charly, para que no nos quepa duda de que David Lebón es parte y portador de un auténtico legado musical.

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