Comentario del mes a lo más destacado de la música.
Es un lugar común, lo sé: Brasil es más que un país; es un continente. Casi, tal vez, un mundo aparte en el corazón de Latinoamérica. Brasil no solo se distingue de nosotros, los demás países sudamericanos, por su lengua. También por su cultura variopinta y, en especial, por la riqueza y diversidad de sus expresiones musicales. Podríamos comentar cada mes un par de discos producidos solo en ese país. Esta vez he seleccionado para ustedes un par de perlas, valiosas ante todo por su música, pero también por otras razones.
No es la primera vez que oímos del especial vínculo de Daniel Santiago, guitarrista, cantante y compositor brasileño, con el gran Eric Clapton. En esta misma página comenté en 2021 el recién lanzado (y, por lo demás, excelente) disco de Santiago Song of tomorrow, cuyo primer corte, «Open World», cuenta con la participación de Clapton. En esta ocasión, Santiago pone su talento brasileño al servicio de una música, la del gran guitarrista británico, que se percibe más bien como de alcance internacional y más cercana al pop. No soy un especial conocedor de la discografía de Clapton, pero reconozco de inmediato «Change the World», que abre el disco. La interpretación de Daniel Santiago, en guitarra sola, preanuncia así una producción llena de belleza y de profundidad interpretativa. Al cabo de los once cortes del disco, me quedo —y espero que ustedes también— con la sensación de haber participado, como oyente, de una experiencia musical plácida, pero no superficial; por el contrario, con la profundidad lograda en la interpretación de melodías diáfanas, claramente reconocibles, pero transmitidas con elegancia y prolijidad técnica. Me he preguntado por qué Daniel Santiago no incluyó un par de grandes éxitos de Clapton, cono «Layla» o «Tears in heaven». Intuyo una posible respuesta: porque, probablemente, el interés del músico brasileño no ha sido ofrecer una antología de «grandes éxitos» del artista homenajeado, sino un ejercicio de reinterpretación creativa y, ante todo, personal, de su música.
Esto es distinto. Este disco nos invita no solo a escuchar, sino a ser parte de un acontecimiento. La joven y talentosa cantante y contrabajista estadounidense Esperanza Spalding, que en su carrera ha sabido moverse con soltura entre la música popular y el jazz, se instaló en 2023 en Río de Janeiro, todo el tiempo necesario para sacar adelante un proyecto: una intensa y profunda experiencia de encuentro musical y personal con el gran Milton Nascimento, entonces de ochenta años, y registrar ello en una grabación. Ha sido, por de pronto, un encuentro intergeneracional: Esperanza Spalding nació en 1984, cuando Nascimento tenía ya una carrera internacional más que consolidada. Estamos en un momento epocal en que los lazos entre generaciones no suelen ser fáciles. Por eso resulta especialmente llamativo el marco relacional que este disco y su trailer (disponible en YouTube) trasuntan al gran público: una artista famosa, pero todavía joven, busca al músico ya anciano, viaja muchos kilómetros para estar con él y, sobre todo, para agasajarlo, expresarle cariño y admiración, aprender una vez más de él y compartir lo más preciado para ambos, desde sus propias perspectivas de vida: la música. El viejo Milton, por su parte, se abre con sencillez, se deja querer y, al mismo tiempo, se vuelca hacia la joven y le entrega, con generosidad, no solo toda su riqueza musical, sino, sobre todo, su vida, su mirada, su manera de entender la música. Juntos, cantan bellamente al unísono, en portugués o inglés, pero sin grandes pretensiones. Parece, a ratos, un canturreo de amigos en una celebración. La belleza, la calidad, la ponen las historias personales que están ahí ofreciéndose, en un espíritu de comensalidad. También está, por cierto, lo que ambos talentos enormes son capaces de poner sobre la mesa, con la ayuda de sus amigos músicos, entre ellos, Paul Simon y Dianne Reaves. La amistad es una fiesta. La amistad de estos músicos es una fiesta para el mundo.