Comentario del mes a lo más destacado de la música.
Recuerdo los años setenta como la década de mi infancia y adolescencia. Un Chile en dictadura, vida de barrio, de amigos en la parroquia y en el colegio; tiempos de peinado con partidura al medio, de pantalones pata de elefante y camisa ceñida (modificada por la mamá); años de «Fa-Mi-La en familia». Un mundo pequeño pero muy preciado (imagino la sonrisa de un amigo con este detalle), y la banda sonora de toda esa época en el tocadiscos de mi casa: Isabel Parra, Silvio Rodríguez… También The Beach Boys, Carole King, Carpenters y el grupo Chicago (cuando todavía su vocalista era Peter Cetera). Y, por supuesto, esas Navidades que coincidían con el comienzo de las vacaciones, del verano, con su sensación de libertad. Muy lejos de ese Chile y de esa existencia elemental, dos álbumes ambientaron por esos años otras comarcas navideñas. Ambos, muy setenteros.
En estricto rigor, este no es un disco setentero, sino de fines de los años cincuenta; más exactamente, su primera edición es de 1957. Luego, en 1971, con ocasión de un segundo disco navideño de Elvis, su sello discográfico se vio en la necesidad de reeditar el anterior, o sea, el que ahora presento, por los requerimientos de muchos fans nostálgicos. Pero esta, la tercera versión, la de 1977, ha sido la más vendida, tras la muerte del artista el 16 de agosto de ese año. Debido a la intensificación de esa verdadera devoción por Elvis y como una expresión de rebeldía ante su partida, este álbum se transformó en uno de los grandes fenómenos musicales de esa década. En realidad, figuras tan icónicas como la de este artista trascienden el tiempo, permanecen, se convierten en un bien de la cultura popular. Escuchar a Elvis Presley no es escuchar simplemente a un artista del pasado, sino a alguien que puede ser considerado un patrimonio siempre vivo. Y en tiempos tan especiales como este, las melodías navideñas interpretadas por su voz adquieren una consistencia especial, un valor que no se podría reconocer en cualquier otra producción de temporada. Es cierto que esto podría decirse también de otras grabaciones navideñas clásicas, como las de Frank Sinatra, Nat King Cole o Tony Bennet, pero ello no empaña para nada el aporte irrepetible del gran Elvis. Sus interpretaciones navideñas no solo son bien interpretadas, bien cantadas, sino que, sobre todo, transportan al oyente a una época, a un estilo, a una atmósfera que ya no existe, pero que se hace presente, precisamente, por la magia de su música. No me esforzaré en describirlo. Más bien, recomiendo escuchar este disco en algún atardecer apacible, en las cercanías de la Noche Buena.
Pero, si de la música navideña setentera se trata, no podemos pasar por alto este disco. Los hermanos Karen y Richard Carpenter ocupan un lugar verdaderamente único en la historia de la música popular anglo. Lo que los distingue no tiene que ver solo con la fama. Lo suyo fue y es la especial calidad y sofisticación de su música y de sus grabaciones. No se conformaron con elegir bellísimas canciones (hay que decirlo: con mejor música que textos…), sino que además se esforzaron por avanzar hacia un nivel artístico de excepción, gracias, en primer lugar, al talento de Richard Carpenter en los arreglos instrumentales y vocales. Sobre una base rítmica sólida y adelantada a su época, con una habilísima Karen Carpenter en la batería, pero además con un elegante recurso a la gran orquesta, con amplias secciones de cuerdas y una particular presencia del arpa sinfónica, el joven Richard supo producir la atmósfera apropiada para el lucimiento de la voz de la inolvidable Karen. Las grabaciones de Carpenters fueron y son todavía célebres por la técnica de doblajes utilizada para lograr armonías vocales de gran factura, complejidad y belleza. Recuerdo tantos momentos gratos, compartidos en el pasado con mis hermanos y más tarde con mi propia familia, arrullados por la voz cálida de Karen Carpenter e impresionados por el sonido y la musicalidad que su hermano Richard fue capaz de crear, para la dignificación de la música popular. En efecto, este disco navideño no hace más que traducir al «idioma Carpenters» melodías tradicionales, que son así elevadas a un nivel artístico superior. ¡Feliz Navidad para todos (y en especial para los jovencitos de los setenta)!