Comentario del mes a lo más destacado de la música.
A un par de semanas de terminar el año de trabajo, los títulos de los discos que ahora presento no parecían muy motivadores: «movimiento» no suele ser algo que nos entusiasme en este tiempo, excepto que se trate del traslado a un lugar de vacaciones. La palabra «dialecto» tampoco es muy inspirador, en medio de un clima social en que cada grupo desarrolla su propio idioma y se cierra a otros. Por eso me ha costado tomar la decisión de recomendar estos discos. Pero lo he hecho porque su música nos transmite otras cosas. Nos hablan de un movimiento que no consume nuestras energías, sino lo contrario, y de un dialecto que no nos agota en la autorreferencia o en el conflicto con el otro, sino de un movimiento pausado hacia la armonía y de un dialecto que, salvando la identidad, se abre finalmente al encuentro con el otro.
Dos jóvenes guitarristas de Brasil se han unido en un dúo que, sin duda, dará que hablar. Ya me he referido a cada uno de ellos en esta página, cuando los descubrí, embelesado. Por la distancia generacional, veo (y, sobre todo, escucho) a estos músicos como desde una cierta distancia, con curiosidad, pero al mismo tiempo sintiéndome seducido y, finalmente, capturado por su sonoridad, para mí tan novedosa y rica en poética musical. Me refiero a esa dimensión de la música que va más allá de los cánones estéticos formales y que tiene que ver, más bien, con su capacidad de llegar al mundo emocional del oyente y de abrirlo así a un espacio de sensaciones e imágenes significativas. Sería muy difícil, tal vez imposible, describir semejante experiencia, tan propia de la apropiación subjetiva de una obra de arte, en este caso de un conjunto tan homogéneo y a la vez tan variopinto de piezas musicales. La producción ha estado a cargo del dúo, junto a Kurt Rosenwinkel, un grande de la escena actual de la guitarra en el jazz.
Daniel Santiago y Pedro Martins nos embarcan en un viaje por sonoridades acústicas y complejos tejidos de arpegios, que nos conectan con la naturaleza, con océanos infinitos, con la fuerza del viento, con la humedad y el follaje espeso de la selva brasileña. Además de su gran talento y técnica en la guitarra, ambos se han aventurado en el canto, pero este recurso aparece aquí solo apenas, aunque certeramente, con Pedro Martins. La carátula, bellísima, refleja fielmente el contenido sonoro del disco: dos figuras, cada una con su color, son círculos concéntricos, como los diversos niveles de profundidad que es posible percibir en la performance de cada uno de los músicos. Ambas figuras se entrecruzan y en la intersección surgen nuevas tonalidades de color, algo nuevo y distinto, que empero no sería posible sin el aporte específico de cada una. «Movement», el tema que titula al disco nos transmite, en efecto, la sensación de un movimiento armónico y colaborativo para la construcción de algo bello.
Un pianista, Harry Cook, y una bajista, Claire Cross, se aliaron durante la pandemia en su natal Australia, para crear un nuevo dialecto musical. La combinación instrumental era de por sí novedosa. Una página web especializada nos cuenta que, tras los períodos de cuarentena, la pareja de músicos hizo un trabajo de sistematización a partir de los bocetos que habían ido acumulando, en no más de dos semanas de trabajo intenso. El resultado es este disco que contiene una música que un comentarista ha descrito como «íntima, introspectiva (…) una exploración de las limitaciones creativas del dúo». No hay artista sin limitaciones creativas, está claro, pero ello no necesariamente es algo malo, y más bien puede ser una oportunidad para el hallazgo de la belleza. En realidad, el clima predominante del disco tiene mucho de exploración. Las melodías son simples, pero muy románticas, muy emocionales. En la ejecución de ambos instrumentos predominan los arpegios y esto resulta mucho más llamativo en el bajo eléctrico. Aquí este no funciona como eje de la base rítmica, sino como un instrumento melódico más, que dialoga con el piano, que lo interpela y lo sostiene con acordes, con armonía. Claire Cross ha preferido tomar distancia del lenguaje del jazz. Derechamente, no se considera una bajista de jazz. La exploración supone aquí una cuota de honestidad por parte de la ejecutante. Y los que ganamos somos nosotros, los oyentes, porque ello nos abre a la posibilidad de romper con la cerrazón del dialecto.