¿Por qué Santiago 2036?

Proponerse la organización de los Juegos Olímpicos en doce años más puede ser un aliciente para el logro de mejores estándares de convivencia y desarrollo.

En un par de semanas, exactamente el 26 de julio, el pebetero se encenderá en París. La «Ciudad Luz» albergará los Juegos Olímpicos por tercera vez en su historia.

Ya fue anfitriona en 1900, en la segunda versión de las competencias, con la participación de 997 atletas (22 mujeres) en 19 deportes. Los Juegos se disputaron entre mayo y octubre con asistencia de unos 58 mil espectadores.

Regresó la llama olímpica en 1924. Para lograr la sede, la capital francesa superó a Ámsterdam, Berlín, Los Ángeles, Río de Janeiro y Roma. Fueron los juegos donde por primera vez se utilizó el eslogan «Citius, Altius y Fortius» (más rápido, más alto, más fuerte). Pero no fue eso lo que quedó escrito en el libro de oro de los Juegos. La participación de Uruguay en el fútbol cambió el paradigma de la competencia y permitió acuñar dichos como «la vuelta olímpica» (recorrido de honor, por los cuatro costados de la cancha, en que los ganadores le rinden un homenaje al público), el «gol olímpico» (gol que nace de un tiro de esquina) y la reja olímpica (que separa la tribuna con la cancha). Fue el fútbol y la magia que venía desde el Río de La Plata la que acaparó los titulares y le dio sentido de competencia universal a los Juegos.

Ahora, exactamente cien años después, la gran fiesta del deporte mundial se instalará en la capital de Francia y deleitará a más de tres mil millones de personas en el mundo entero.

Salvo la Copa del Mundo de Fútbol (que nace en 1930, entre otras cosas, dado el éxito de ese deporte en los JJ.OO. de 1924 y 1928, ganando Uruguay ambas medallas de oro) no hay otro evento, actividad o manifestación que genere tanto interés e invite a todo el planeta a seguirlo.

La cita deportiva, que recibirá a unos diez mil deportistas y que desde 1960 también comprende a los Juegos Paralímpicos (deportistas con discapacidades físicas, sensoriales e intelectuales) atrae múltiples beneficios para el país organizador. El mayor de ellos, sin duda alguna, se mide en términos de imagen.

¿LO NECESITA PARÍS?

Surge entonces una pregunta obvia: ¿necesita París, una de las ciudades más bellas y visitadas del mundo, trabajar y mejorar su imagen? ¿Es importante para Francia, una potencia mundial en todo sentido, invertir en un evento de esta magnitud?

No hay dos respuestas: por supuesto que sí. Como también lo hizo Tokio, Japón, hace cuatro años (aunque, por la pandemia, los Juegos se realizaron en 2021) y lo está haciendo Los Ángeles, Estados Unidos, para albergar los de 2028.

Todas las naciones lo hacen, pues entienden el valor que tiene la actividad física en el desarrollo de sus habitantes, especialmente en los infantes. Comprenden con claridad que la inversión que realizan se multiplicará y traerá, en el mediano plazo, enormes réditos al país y finalmente sienten que abrir las puertas a la comunidad mundial trae valores agregados que impactan positivamente en la población local.

¿LO NECESITA CHILE?

Chile, en otra escala, como fueron los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos de Santiago 2023, es una clara muestra de lo anterior.

A pesar de lo anterior, obviamente hay quienes estiman que los montos millonarios de dinero invertido (cuando se revisan las cifras, normalmente no se desglosa el gasto, sino que se suman todos los ítems: mejoras en transporte y logística en la ciudad sede, remodelación o nuevos aeropuertos, Villa Olímpica, recintos de competencia y gastos en implementación deportiva junto a los operacionales) debieran utilizarse en obras sociales (hospitales, viviendas, establecimientos educacionales) que irían en beneficio de muchos que suman carencias en aspectos esenciales del diario vivir.

Entonces no nos puede llamar la atención que en Chile surjan voces que estiman improcedente la postulación de Santiago a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2036, manifestando su desacuerdo con lo que anunció el Presidente de la República, Gabriel Boric, en la cuenta anual del 1 de junio pasado.

Es evidente que las mismas voces que surgen en otros rincones del mundo tendrán eco en nuestra comunidad. Con cifras y datos en la mano, muchos manifestarán que con los dineros que hay que invertir en las evidentes mejoras que necesita la ciudad, la construcción de infraestructura, los gastos operacionales y de logística, más todo lo que implica en términos de tiempo y energía la organización de los Juegos, se podrían mejorar muchos aspectos donde nuestra comunidad tiene carencias.

La duda a resolver es la siguiente: si los Juegos no vienen, ¿haremos todas las mejoras que se requieren para tener una mejor calidad de vida?

Que me disculpen los lectores, pero la respuesta es clara: no. Lo haremos «a la chilena». Cuando se pueda, cuando haya tiempo, cuando nos pongamos de acuerdo. No dudo que seguiremos postergando muchas de aquellas inversiones y, además, no podremos disfrutar de una gran fiesta.

ASUMIR DESAFÍOS

Una celebración que nos permitirá sentirnos orgullosos de ser chilenos, pues volveremos a demostrar que somos capaces de asumir grandes desafíos y cumplirlos como país serio y organizado.

El cumplimiento de los objetivos traerá repercusiones en todo el orbe. Si se elabora un plan adecuado, con una visión seria, esto nos permitirá recuperar cada peso invertido en los Juegos, pues abrirá la puerta a muchos turistas que querrán descubrir las bondades de nuestro país. A ello se sumará que los grandes inversionistas internacionales corroborarán que este es un país que cumple con lo que se compromete.

También hará posible que nuestros deportistas puedan recibir la empatía de la comunidad. Que sepan que hay un país detrás de cada uno de ellos.

Con ese proyecto seremos capaces de desarrollar un plan deportivo que nos ayude a incorporar a la actividad física a nuestros niñas y niñas, y así combatir la terrible pesadilla de la obesidad y el sedentarismo, junto con alejarlos del mundo de la droga.

Además, nos entregaría una oportunidad única de trabajar en un proyecto común, donde el compromiso de Estado —no de los gobiernos de turno— debe tener una correspondencia en el mundo privado, dejándonos la lección de que cuando remamos todas y todos juntos hacia la misma meta, los chilenos somos capaces no solo de hacer las cosas, sino de hacerlas muy bien.

Agreguemos que, tal como sucedió en los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Santiago 2023, todos nos sentiremos unidos y nunca olvidaremos lo que ello significa en nuestro deber de vivir en comunidad.

Para concluir, Santiago 2036 nos dará la gran posibilidad de ser felices (si lo hacemos bien, desde el día que anuncian la sede hasta varios meses después de terminados los Juegos… es decir, años). Y, aunque unos lo desdeñen, ser felices no tiene precio.

Tal como sucedió en los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Santiago 2023, todos nos sentiremos unidos y nunca olvidaremos lo que ello significa en nuestro deber de vivir en comunidad.

* Escribo este artículo a título personal. No tengo relación alguna con la postulación de Santiago 2036 a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, pero treinta y cinco años dedicado a la dirigencia deportiva me impulsan a redactar este texto.

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