Desde hace tres años la Iglesia nos ha animado a buscar una nueva forma de su conducción, proceso que hoy nos deja esperanzas, pero también sinsabores. ¿En qué acertó y en qué tropezó la dinámica de la sinodalidad en nuestras naciones?
Desde el año 2021, un grupo de laicas y laicos de América Latina y El Caribe ha venido dialogando hasta constituir en el 2022 la Red Laical Latinoamericana, instancia autoconvocada y totalmente independiente de cualquier congregación o estructura eclesial. Sobre esta base, muchos pudieron participar y hacer aportes, desde distintas realidades latinoamericanas, al proceso sinodal convocado por el papa Francisco para buscar una nueva forma en la conducción de la Iglesia. Este proceso vivió un hito en Roma al concluir el 29 de octubre la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», preparada en sucesivas etapas diocesanas y continentales.
La Red Laical Latinoamericana sigue la inspiración del Concilio Vaticano II, en el que las Comunidades de Base fueron el referente más importante de organización y vida comunitaria, aunque decayeron en los años ochenta y noventa, y hoy mantienen una presencia incipiente en la vida de la Iglesia.
En buena medida, la actividad laical fue afectada por la paralización del proceso renovador impulsado tras el Concilio. La Iglesia tendió a apegarse a la tradición, produciendo discriminación hacia muchas católicas y católicos, y su distanciamiento. Por otra parte, a esa actividad laical, la afectó gravemente la crisis derivada de la ocurrencia de delitos de abuso sexual cometidos por sacerdotes.
En tal escenario asumió el año 2013 el papa Francisco, quien comenzó a instalar la idea del Pueblo de Dios, con un fuerte llamado al laicado para que asuma su corresponsabilidad en la construcción de Reino y un rol protagónico en la Iglesia y en la sociedad. Esta renovación ha sido muy resistida por una fuerte estructura clericalista, que ha llevado al Papa a identificar al clericalismo como uno de los grandes responsables de la crisis. Así, en cada país el laicado autoconvocado comenzó a generar opinión, y a organizarse en movimientos y organizaciones que abordaban la gran diversidad de temáticas sociopolíticas y religiosas. En Chile surgió Mujeres Iglesia el año 2017 y la Red de Laicas y Laicos de Chile en el 2018.
Este laicado, en toda su diversidad, participó activamente en la fase de escucha de Asamblea Eclesial convocado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) el año 2021, organizando también muchos foros temáticos. Terminado esta fase, este laicado continúa abriendo espacios de conversación, los que llevan a la formación de la Red Laical Latinoamericana, que se asume como red porque se tenía conciencia de la necesidad de constituir fundamentalmente un nodo capaz de construir puentes, para caminar juntos como seguidores de Jesús.
Se trata de un camino que sus participantes hemos querido hacer en horizontalidad; con cabida para todas y todos, más allá de lo eclesial; sin discriminaciones; con distintas responsabilidades y servicios, aunque iguales en dignidad: caminando como Pueblo de Dios.
En las asambleas han participado más de 400 personas de 18 países y 60 organizaciones y comunidades. Son de amplia diversidad y entre ellas podemos mencionar comunidades de base, PADIS, movimientos laicales ligados a congregaciones, redes laicales, pueblos originarios, parroquias, organizaciones sindicales, institutos de formación y educacionales, etc.
Se trata de un camino que sus participantes hemos querido hacer en horizontalidad; con cabida para todas y todos, más allá de lo eclesial; sin discriminaciones; con distintas responsabilidades y servicios, aunque iguales en dignidad.
Nos declaramos seguidores de Jesús de Latinoamérica y el Caribe, inspirados por la palabra de Dios, su Espíritu y nuestras y nuestros mártires latinoamericanos, quienes han dado un ejemplo de vida, amando y sirviendo a los demás. Nos mueve y convoca a caminar juntos, el objetivo de «colaborar a poner en marcha el proceso de la sinodalidad para la Iglesia y la Sociedad».
Desde el 2021 a la fecha, después de mucho conversar, hemos ido obteniendo algunas claves para la construcción de esta sinodalidad, en la Iglesia y en la sociedad.
En primer lugar: en todos los encuentros se ha resaltado que lo central es conocer y poner a Jesús al centro de nuestras vidas y aceptar su invitación a vivir a su estilo. Esta invitación es solo posible siendo un laicado maduro, con el desarrollo de conciencia crítica.
Como segunda clave, asumir que la sinodalidad se extiende fuera de la Iglesia, incluso de nuestra fe cristiana. Es una invitación de Jesús a caminar con toda la humanidad, con los distintos a nuestras creencias, sin restricciones de ningún tipo.
Tercero: nuestra práctica debe orientarse permanentemente a la generación de comunidad. No solo de una comunidad de fe, sino una comunidad que regenere el tejido social de los pueblos, destruido por el preponderante individualismo en nuestras sociedades.
Asimismo, considerar que la sinodalidad es solo posible si somos una Iglesia en salida, con un trabajo en las periferias, buscando la justicia y la recuperación de la dignidad de los más vulnerables.
También, comprometerse con la vocación laical de los y las seguidoras de Jesús, quien nos llama a construir reino en el mundo, teniendo una participación activa en las realidades sociales, políticas, económicas y espirituales de nuestras sociedades.
Igualmente, en las múltiples conversaciones, ha surgido la necesidad de la participación activa en el cuidado de la casa común.
Creemos que este Sínodo tiene signos sinodales relevantes, que reflejan la mirada transformadora que nuestro hermano Francisco ha impulsado:
— El texto de trabajo Instrumentum laboris ha abarcado temas realmente trascendentes.
— Francisco impulsó una dinámica de trabajo basada en un discernimiento comunitario, a la luz de la conversación espiritual.
— La participación de laicas, laicos, religiosos y religiosas por primera vez en la historia de los Sínodos.
— Por primera vez, una mujer fue presidente delegada del Sínodo: la Hna. María de los Dolores Palencia de México.
— Finalmente, este espacio para trabajar en grupos ofreció una oportunidad única para que personas de las más diversas procedencias, culturas, idiomas y tendencias, sentadas a la misma mesa, puedan conocerse y dialogar.
Se identifican en este Sínodo algunas señales positivas de sinodalidad y renovación en la Iglesia en nuestro continente. Sin embargo, la visión generalizada en el laicado es que no ha existido un compromiso de las conferencias episcopales con este Sínodo. La mayoría de los obispos están en sus propios procesos locales. Y no se ha visto que los obispos estén liderando un proceso para la promoción e implementación de iniciativas propuestas en los procesos de escucha locales, para avanzar en sinodalidad. La sensación general, es que la mayor parte de los obispos no está en sintonía con esta iniciativa impulsada por el papa Francisco.
No se ha visto que los obispos estén liderando un proceso para la promoción e implementación de iniciativas propuestas en los procesos de escucha locales, para avanzar en sinodalidad.
Recogemos a continuación evaluaciones recogidas de nuestros miembros de los países participantes acerca del proceso sinodal.
«Solo en algunas diócesis se intentó hacer algo y abarcó el universo de los llamados agentes pastorales, sin una invitación a una conversación más amplia. Solo se mencionó el Sínodo cuando el obispo visitaba alguna parroquia, pero no se iniciaron procesos de reflexión, formación y, menos, implementación».
«El proceso tardó mucho en iniciarse. A nivel del laicado, empezamos a provocar discusiones a partir de las noticias que ofrecían en ese momento el Vaticano y el CELAM».
«El proceso se centralizó a nivel nacional en la Conferencia Nacional de Obispos y en las diócesis con los arzobispos u obispos, con poca participación de las comunidades y del laicado. La conversación en las parroquias y comunidades, dependía en gran medida de líderes laicales o sacerdotes. De este modo, en muchas parroquias no hubo discusión ni propuestas para el Sínodo».
«Sentimos la dificultad de los grupos no vinculados a la estructura de la Iglesia, para participar en los procesos. Entonces algunas comunidades, realizaron sus propios procesos de discusión y enviaron sus aportes directamente a la Conferencia Nacional o al CELAM».
«Sienten cierta desconfianza en el proceso sinodal. Quizás por el modelo actual de Iglesia, con poca escucha y participación del laicado. Tenemos demandas de las comunidades eclesiales y de los laicos, que desde hace años no han sido consideradas por la jerarquía».
«Existe una cierta distancia pastoral entre las diócesis y el programa del papa Francisco».
«En México las iniciativas desarrolladas en el contexto del Sínodo correspondieron a iniciativas puntuales, llevadas a cabo en algunas parroquias, algún movimiento o congregación, pero sin la debida difusión y promoción de la participación. En la diócesis de Ciudad de México se promovieron conversatorios temáticos, que se realizaron solo en algunas parroquias puntuales, sin una metodología para recoger opiniones y reflexiones de las personas. Solo se quedó en los conversatorios, sin emitir un documento conclusivo».
«La Unión de religiosos de México, que congrega a todos los religiosos y religiosas, hizo reuniones regionales, para luego extraer conclusiones nacionales. No hubo en estas reuniones participación del laicado y, tampoco, difusión del documento final».
«Muchos obispados estaban centrados en trabajar con vistas a la asamblea eclesial mexicana y no en el sínodo de la sinodalidad. Queda la impresión de que la conferencia episcopal no quiso promover suficientemente este Sínodo de la sinodalidad».
«Algunas comunidades parroquiales, por iniciativa propia han realizado alguna charla sobre sinodalidad. También en un Encuentro Nacional de colectivos católicos de la diversidad sexual, se incluyó una charla sobre sinodalidad».
«En Uruguay se emitió un documento conclusivo para el proceso del Sínodo, que tuvo dos miradas: una mirada de asociaciones de laicos y un mensaje complementario de la Conferencia Episcopal. Lo novedoso es que en la iglesia uruguaya se está permitiendo opinar y hay temas que se están hablando y se está opinando por parte del laicado».
«Ahora que se está viviendo el Sínodo en Roma, no hay mucha difusión ni expectativas respecto a los resultados que se obtengan. No hay efervescencia, observándose una falta de compromiso por el proceso».
La Conferencia Episcopal chilena no ha mostrado un mayor compromiso con la promoción y difusión de este Sínodo, ni de la Iglesia sinodal y la renovación que está impulsando el papa Francisco. Esta propuesta no está aparentemente entre los temas de prioridad para el obispado chileno.
Los procesos que se han impulsado localmente, con amplia participación del laicado de parroquias y movimientos, siguen las mismas lógicas de siempre y las conclusiones en ellos obtenidas no son implementadas. Así, se genera el alejamiento de cierto laicado, al no ver la implementación de los cambios propuestos, ni la voluntad de renovación.
La preocupación de la mayor parte del obispado está en los procesos locales. Por ejemplo, en Concepción la preocupación de la Arquidiócesis está centrada en el proceso de la Asamblea eclesial que esta arquidiócesis realizará en noviembre de este año. No hay conexión con el Sínodo de la Sinodalidad.
Un signo positivo, es la iniciativa de la congregación de los Sagrados Corazones de promover y apoyar experiencias de administración laical de algunas parroquias. Una experiencia de esta iniciativa se da también en la Cuidad de Concepción, en la parroquia Santa Madre de Dios. En esta parroquia cuatro miembros de esa comunidad (laicas y laicos) se han hecho cargo de su administración, que con anterioridad estaba a cargo de un sacerdote de los SSCC. Esta experiencia tiene muchas restricciones y pocas atribuciones para estos administradores recién instalados, pero es un primer paso para que el laicado asuma mayores responsabilidades.
En Chile hay una infinidad de pequeñas comunidades y articulaciones de comunidades, que buscan y trabajan por caminar juntas, anhelando otra forma de ser iglesia: comunidad de comunidades, servidora, en salida, fraterna, sin ambición de poder, no poseedora de la verdad, con distintos servicios pero iguales en dignidad, e inclusiva, sin discriminación, transparente. Buscando ser asamblea del Pueblo de Dios: una Iglesia Sinodal.