Editorial Revista Mensaje 694: «Comienza el camino»

Si en la política defendemos los intereses de quienes queremos, el vincularse con los postergados de nuestra patria es, quizá, el único camino para dirigir nuestros esfuerzos hacia el bien común.

El 25 de octubre recién pasado decidimos comenzar un camino constituyente. Fue un mensaje contundente de cansancio respecto de los abusos, la sensación de injusticia social y la corrupción. Es paradigmático que incluso la opción perdedora propusiera cambios a la Constitución. Es, por tanto, evidente que, ya sea por su origen o su contenido, la carta fundamental vigente no calza con los valores del pueblo soberano ni con el modo ni la forma de unidad política que quiere darse. Los próximos años nos abocaremos a la tarea de darnos un nuevo marco de funcionamiento político que exprese los derechos que tendremos, los espacios de libertad que nos daremos, los deberes que pediremos. No será, sin duda, un trabajo breve ni sencillo, pero es un camino que a muchos ha llenado de esperanza.

Ha sido muy bueno el nivel de participación alcanzado, no obstante la situación sanitaria y la ausencia de una buena campaña de información, como suele haberla en condiciones de normalidad. Que votara alrededor de la mitad del padrón es un signo de la relevancia de la decisión y podría ser también señal de que la apatía o la desidia electoral quizá tenían que ver más con la irrelevancia de las propuestas políticas que con la cultura posmoderna. En este sentido, la incorporación de los jóvenes fue muy esperanzadora, y esperamos que sea indicio de que esta nueva generación podría alcanzar madurez y responsabilidad democrática.

Lamentablemente las campañas previas apelaron con frecuencia al temor de la gente. Ya que el pueblo ha decidido emprender este proyecto, es muy relevante hacerlo sin temor, dejar de poner el acento en lo que puede perder el propio grupo, para hacernos a la tarea de expresar el bien común, con un alto sentido de lo público, un sentido de solidaridad tanto para el futuro como en el presente. Quizá lo que da más miedo sea la sensación de salto al vacío. Hemos dicho en estas páginas que no es tal. No se trata de ser temerarios, pero sí de ser valientes, libres y sabios para conservar lo relevante de nuestra tradición y, al mismo tiempo, abrazar lo nuevo.

Es una buena noticia que este proyecto constitucional sea elaborado por una convención que, por primera vez en la historia, será paritaria entre mujeres y hombres. Esta es una señal, no solo de nuestro deseo de mayor igualdad de género. La incorporación de escaños reservados a miembros de pueblos originarios también indica que quisiéramos una asamblea representativa al menos en estos dos aspectos. Es un hecho que estamos en un país multicultural y, por tanto, esa diversidad interior de Chile debería expresarse de algún modo en la composición de la convención.

Por lo mismo, en estas semanas deberían hacerse esfuerzos en la dirección de bajar las barreras a la presentación de constituyentes independientes en igualdad de condiciones que aquellos presentados por partidos políticos. Pero como la independencia no es una especie de imparcialidad o ausencia de pecado original, será necesario dar espacio a conocer los planteamientos de todos los candidatos. En este sentido, necesitamos generar espacios amplios y públicos para conocer sus propuestas y visiones. Corremos el riesgo de llenarnos de candidatos que propongan materias de políticas públicas, muy seductoras, pero que no tienen relación con el contenido de una constitución.

UNA FRATERNIDAD ABIERTA

En medio de nuestra decisión, el papa Francisco nos ha regalado una nueva encíclica que parece escrita para nosotros. En ella, pone la fraternidad como horizonte de desarrollo para todas las sociedades. Esa clave permite a aquellos que se reconocen iguales en esencia, ser, mostrarse y actuar como las personas diversas que son. Se trata de “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite» (FT 1).

Mientras vivimos este momento de la historia de Chile, el Papa invita a la humanidad a detenerse ante los últimos, ante los caídos. Para él, la redención de la política está en la búsqueda del bien común que se ocupa del pueblo-herido que se reconoce como hermano. De algún modo, quien se reconoce hermano de otro es capaz de sufrir con los dolores ajenos. Si en la política defendemos los intereses de quienes queremos, el vincularse con los postergados de nuestra patria es, quizá, el único camino para dirigir nuestros esfuerzos hacia el bien común. Llegar a ser todos hermanos es el sueño de Dios para la humanidad.

DESAFÍOS

El proceso que comenzaremos tendrá que enfrentar desafíos importantes:

– El primero de ellos será escoger a constituyentes adecuadas y adecuados. Venimos de un momento político de gran polarización, en el cual se ha hecho práctica frecuente bloquear las posturas de los grupos adversos. En la constituyente necesitaremos capacidad de diálogo para construir y sortear las divergencias superficiales haciéndolas confluir. Además, será necesario contar con personas contactadas afectivamente con la gente, que conozcan sus anhelos y formas de vida, sus proyectos y sus prioridades. Es la manera de salir de las ideologías para poner en la carta fundamental los modos de promoción de mayor humanidad.

– La convención requiere voces diversas. Ya hemos apuntado lo relevante que es la perspectiva de género, así como la de los pueblos originarios. Pero no son las únicas diversidades que deberán incluirse. Hoy vemos con claridad que no somos un país homogéneo. El desafío será lograr que las diversidades se encuentren en un horizonte compartido.

– Después del resultado del plebiscito habrá que ver el modo de incorporar esa quinta parte que rechazó este camino, pero tenía propuestas de cambio. Creemos que la calidad humana de una sociedad se expresa en su capacidad de incorporar a los derrotados de la historia. Parte de saber ganar consiste en la magnanimidad que se expresa con los perdedores. Durante los últimos cuarenta años ha primado la lógica de que quienes detentan los privilegios y las ventajas poco o nada se preocuparon de los perdedores –como muestra, están las zonas de sacrificio ambiental a lo largo del país–. Esa lógica destructiva es inconducente e inhumana, y no debe sostenerse en adelante.

– Quizá el desafío mayor esté en sumar a la otra mitad del padrón electoral que no participó en el plebiscito. Previsiblemente, algunos de ellos, sobre todo los mayores, temieron asistir ante la posibilidad de contagiarse. Pero también hay una gran cantidad de personas a las que venció la desidia, o que simplemente no participan porque creen que no vale la pena, no confían en las instituciones o no se sienten parte del país.

– Aunque cuestionada, la Constitución de 1980 continúa vigente hasta no aprobar una Constitución nueva en el plebiscito de salida. Ante un riesgo de anomia, es muy importante que los poderes del Estado estén alineados en respetar fielmente la Constitución hasta que ella no cambie. Cualquier ambigüedad en este punto sería muy perniciosa.

– A la vez que llevamos el proceso constituyente, será muy importante que el poder legislativo y el ejecutivo continúen trabajando por abordar los cambios de política pública que con urgencia se requieren en Chile. Los cambios prontos en pensiones, educación y salud no pueden esperar dos años más. Los niveles de pobreza y desempleo a los que hemos llegado requieren ponerse cuanto antes a trabajar.

Finalmente, dos preocupaciones fundamentales para la convención. Primero, en línea con el papa Francisco, es de importancia capital salir de las trincheras de los intereses estrechos para mirar el mayor bien de los habitantes de esta patria. Un país solo será viable en la medida en que exista solidaridad dentro de cada generación. Y, segundo, importa mucho mirar a largo plazo sentando las bases de un proyecto que facilite la convivencia e inclusión social, así como la sustentabilidad ecológica, y que sea financieramente responsable. Esto expresará solidaridad con las generaciones futuras. MSJ

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Fuente: Editorial Revista Mensaje N° 694, noviembre 2020.

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