Editorial Revista Mensaje N° 699: «Desafíos y propuestas para la Convención»

No caben en el debate lógicas de estatus que pongan a unos convencionales sobre otros, ni lógicas de polarización entre ganadores y perdedores, ni mucho menos lógicas de venganza. Dejar tras el proceso un grupo de perdedores o vencidos, sería sembrar la destrucción de la propia Constitución.

Probablemente hemos asistido a la elección más importante en mucho tiempo: elegir al grupo que tendrá como responsabilidad redactar una nueva constitución al país. Sus resultados han generado diversos análisis que vale la pena recoger como antesala al gran diálogo constituyente. Aquí reflexionamos sobre los desafíos que plantean para la convención y proponemos algunos énfasis para su éxito.

LA LISTA DEL PUEBLO

La alta votación de la Lista del Pueblo ha provocado desconcierto sobre todo en las élites. ¿Cómo leer esta fuerza que captó 27 de los 155 escaños de la Convención Constitucional? Ciertamente hay aquí un grupo de ciudadanos que manifiesta ciertos tópicos del malestar social revelado a partir del 18 de octubre de 2019. Prácticamente todas las banderas que se ondearon desde entonces están representadas en esta lista. No parecen ser un grupo homogéneo ni articulado ideológicamente y, por tanto, la posibilidad de un actuar unitario durante la Convención no es del todo segura. Esta votación merece al menos dos comentarios. Primero, es interesante la sorpresa de una parte importante de la clase dirigente, porque demuestra cuán poco en serio se tomaron lo que sucedió durante el estallido social. Claramente, dar cauce a una nueva constitución implica una renovación en la acción política. El 18 de octubre se manifestó algo más profundo, un descontento que cuestiona, entre otras cosas, el modo de hacer política. Segundo, parece ser que, para un grupo importante de la población, las ideologías, sus valores y horizontes sociales tienen cada vez menos relevancia. En la Lista del Pueblo hay causas que han sido gatilladas por situaciones de necesidad urgente de diversos grupos, pero no existen en ella ideas políticas ni una teoría del Estado. Por lo mismo, a la hora de redactar la Constitución será interesante ver cómo este grupo aborda los diferentes temas a discutir.

Lo anterior nos lleva a preguntar ¿por dónde irán los ejes de la discusión? El eje derecha-izquierda, tan presente en Occidente, parece no estar dando cuenta de la realidad. En Chile, durante las últimas décadas, ha habido una combinación extraña entre libre mercado o planificación económica, y conservadurismo o liberalismo moral. La asociación de un ideario político a una clase social tampoco parece dar cuenta de la realidad. La misma conciencia de clase está hoy muy debilitada. Quizá exista una cierta conciencia de clase alta económica, pero hablar de clase obrera o trabajadora es cada vez más extraño. En la actualidad vemos que la población se mueve, no solo en combinaciones variadas de esos ejes económicos o morales, sino que además cambia de postura según el tema del cual se trate. El mapa ideológico está marcado por definiciones respecto de la diversidad sexual, religiosa o racial, la relevancia del tema ecológico o el centralismo respecto de la capital. Esto implica que la fundamentación de las opiniones políticas hoy está muy debilitada.

PARTIDOS POLÍTICOS E INDEPENDIENTES

Obviamente, este cuadro dificulta la afiliación a un partido político. A ello se suma que los idearios o principios de los partidos políticos son muy desconocidos, además de poco explícitos a la hora de tomar decisiones, lo que es una muestra de la falta de proyecto de largo plazo o de propuesta programática. Los ciudadanos, por su parte, creyendo tener información suficiente y veraz, son reacios a que otros los representen. Todo esto incide en una crisis de las militancias. En ese marco la independencia cobra relevancia como valor. Este fenómeno de los independientes tendría al menos dos orígenes. Por una parte, se espera que un servidor público dé muestras de libertad de conciencia y autonomía a la hora de decidir, lo cual parece sensato. Por otra, ante el desprestigio de los partidos políticos, la imagen de que las decisiones se “cocinan” entre pocos que buscan su propio interés, la asociación con instituciones corruptas y, por qué no decirlo, algo del descrédito de ellos que publicitó la dictadura, hacen que la independencia se vea como sinónimo de virtud. El independiente aparece como un ser impoluto, casi sin pecado original.

La independencia podría no ser problema para cargos fundamentalmente de administración que tienen fines claros, siempre que no se corrompan en el cargo. Pero sí puede serlo a la hora de ordenar la convivencia y trazar horizontes de futuro, porque aquí son sumamente relevantes las concepciones de ser humano y su desarrollo pleno, las ideas de justicia, democracia o libertad, por mencionar algunas. En el ámbito de la convivencia y sus fines, sí es muy relevante el ideario que tenga un servidor público. También, cobra importancia la capacidad de asociación con quienes tienen idearios semejantes, porque así se facilita la gobernabilidad y, si la asociación es estable como en un tipo de partido, se obtiene continuidad. Esas organizaciones intermedias actúan también de mediadores que equilibran el liderazgo y evitan los populismos en que el caudillo actúa como intérprete directo de la voluntad del pueblo.

LA CRISIS DEL SUFRAGIO Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Una pregunta crucial es lo sucedido con los 8,4 millones de ciudadanos que no asistieron a votar. Es necesario explicarlo para poder enfrentarlo socialmente. No es viable una organización social que tiene niveles pobres de participación. En ello se juega la legitimidad de las decisiones. Son interesantes las nuevas formas de conversación política dadas en asambleas y cabildos, pero se trata de mecanismos poco transversales y que convocan números restringidos de personas. Detrás de la poca participación ciudadana que se vivió en estas últimas votaciones, sería preocupante constatar indiferencia o displicencia ante el futuro del país. Precisamente, esta debiera ser una alerta y una tarea importante para el gobierno, para los partidos políticos y para el conjunto de la acción política que se vivirá en torno a la instalación de la Convención Constitucional.

DESAFÍOS PARA EL CONSTITUYENTE

Ahora bien, los convencionales deberán lidiar con la dificultad de leer con categorías nuevas el momento político en que nos encontramos. Será importante, por lo mismo, escuchar con atención las convicciones que traen los independientes y acoger experiencias probablemente desconocidas por las élites políticas tradicionales o partidistas. Asimismo, todos deberán buscar el modo de auscultar a los ausentes de esta votación y encontrar la manera de incorporarlos a la responsabilidad política y a este proceso constitucional.

Quizá el mayor obstáculo al diálogo genuino está en los prejuicios que unos grupos tengan sobre otros. En ello, la Teoría del Contacto Intergrupos de Allport puede darnos cierta orientación. Para que disminuya el prejuicio y se obtengan resultados positivos en el trabajo de grupos diversos, se requiere que exista igualdad de estatus entre ellos, objetivos comunes, que el resultado final requiera el esfuerzo interdependiente y que exista el apoyo de la autoridad al intercambio. La evidencia reciente confirma que se requieren esos cuatro elementos, pero añade la relevancia de una quinta condición: la situación debe entregar la oportunidad de establecer amistad entre participantes.

Un desafío mayor, por tanto, está en entregar al país una constitución que sea aprobada por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Los convencionales deben entender que la Constitución es para todos y, por eso, no caben en el debate lógicas de estatus que pongan a unos convencionales sobre otros, ni lógicas de polarización entre ganadores y perdedores, ni mucho menos lógicas de venganza. Dejar tras el proceso un grupo de perdedores o vencidos, sería sembrar la destrucción de la propia Constitución.

Es positivo que entre “la Plaza” con sus perspectivas a través de los constituyentes. Lo que no puede entrar son los modos de “la Plaza”, ni la violencia, ni la cancelación.

La Convención Constitucional genera evidentemente incertidumbre. Es una reacción natural ante lo desconocido, al ignorar cuál será el resultado de todo esto. Provoca ansiedad y temor poner el futuro del país en manos de un grupo de 155 personas. Pero es muy importante que el miedo no gobierne la convención, ni tampoco se instale en quienes observamos el proceso. Requerimos que el grupo de convencionales vaya creciendo en confianza interna, necesaria para facilitar la escucha mutua.

Tal vez, la primera tarea de los convencionales no será la de diseñar un reglamento, sino la de generar una genuina amistad cívica y, por qué no, crecer en fraternidad, conscientes de que tienen el futuro del país entre sus manos. Los que estamos fuera, quienes les hemos encargado esta tarea, deberemos ser implacables en censurar todo aquello que dificulte el encuentro, el diálogo y la discusión, aportando con ideas y alentando la amistad. MSJ

_________________________
Fuente: Editorial de Revista Mensaje N° 699, junio de 2021.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0