A medida que aumenta la migración en todo el mundo, más niños ingresan a las escuelas en sociedades desconocidas. Es mucho lo que está en juego para estos niños y para las sociedades de acogida*.
¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN?
En los últimos años, en todo el mundo, la respuesta a esta pregunta suele centrarse en el conocimiento y las habilidades: la educación consiste en que los estudiantes adquieran conocimientos en áreas temáticas clave y desarrollen habilidades que les permitan pensar con claridad, resolver problemas, y convertirse en miembros productivos de la sociedad. Los que trabajamos en las universidades jesuitas reconocemos la importancia del trabajo académico y las habilidades intelectuales, por supuesto, pero buscamos algo más amplio con la “educación formativa”. Hacemos hincapié en el desarrollo más allá de la cognición: el cultivo de la virtud, la pasión, el carácter, el propósito y otros fines no cognitivos. Los jóvenes necesitan una educación que les ayude a desarrollarse intelectual, relacional, emocional, ética y espiritualmente. La educación formativa jesuita es holística, para que los jóvenes se desarrollen como seres humanos completos que pueden discernir su propósito transcendente y enriquecer la vida de los demás.
La educación jesuita surgió a principios de la modernidad para formar a los jóvenes cristianos en el compromiso con el bien común. Se basa en la espiritualidad jesuita, una forma distintiva de reconocer la presencia de lo divino en las realidades cotidianas, llamando a todos a cooperar en la construcción de un mundo más justo y amoroso. Para educar desde esta perspectiva, los jesuitas crearon un currículo humanista, incluyendo obras seculares de literatura, filosofía y otras áreas de las humanidades. El objetivo era que los jóvenes pudiesen tener conversaciones sobre el sentido y el propósito de la vida, y pudiesen aprender a valorar lo humano. Los jesuitas también promovieron un enfoque experiencial del aprendizaje a través de experiencias extraescolares, incluyendo la reflexión individual y colectiva. En las últimas décadas, este enfoque ha evolucionado hacia un compromiso más profundo con las obras de justicia y reconciliación, que los jesuitas entienden como centrales para la voluntad de Dios en este momento histórico. La educación jesuita enfatiza el cuidado de la persona en su totalidad. Esto significa prestar atención al desarrollo de la mente, el corazón y el espíritu dentro de una comunidad. Significa ayudar a los jóvenes a ir más allá de las metas instrumentales para perseguir fines intrínsecamente valiosos.
En la última década o dos, muchas personas en todo el mundo se han desencantado de un enfoque educativo estrecho. En respuesta, han surgido enfoques educativos orientados al florecimiento y el bienestar. La educación jesuita está adelantada a su tiempo en este momento histórico, porque nuestros colegios y universidades han enfatizado el desarrollo de seres humanos integrales desde el principio.
El tema que quiero exponer es cómo las escuelas pueden educar a los niños migrantes con más éxito. Al considerar este desafío, debemos tener en cuenta los objetivos de la educación desde el punto de vista jesuita: educamos para facilitar el desarrollo integral del niño/a, para que los niños puedan desarrollar sus fortalezas distintivas y descubrir una vocación con propósito que hace posible una vida plena al servicio de los demás.
Aproximadamente el 3,5% de la población mundial es migrante, es decir, vive lejos de su país de origen. La gente abandona sus países de origen por muchas razones: circunstancias económicas, represión política o condiciones inseguras. Los patrones de migración cambian a lo largo del tiempo histórico. Los países que solían enviar emigrantes al exterior a veces reciben migrantes en las décadas siguientes, como ha sucedido con Colombia, Italia, e Irlanda, por ejemplo. Sin embargo, a pesar de estos patrones cambiantes de migración, los niños migrantes se enfrentan a desafíos constantes.
Alrededor del 15% de los casi 300 millones de migrantes en todo el mundo son niños. Más del 10% de los migrantes son refugiados y solicitantes de asilo, por lo que alrededor de 5 millones de los aproximadamente 40 millones de niños migrantes son refugiados. Entre los niños refugiados, el 50% no asiste a la escuela. Sin embargo, la mayoría de los niños migrantes asisten a la escuela en sus sociedades de acogida, y hay aproximadamente 35 millones de niños migrantes escolarizados en todo el mundo. Estos niños migrantes tienen más probabilidades de tener dificultades que sus compañeros nativos.
Los niños migrantes y refugiados se enfrentan a importantes desafíos educativos. Las dificultades de la migración, las dificultades económicas, el choque cultural, las diferencias lingüísticas y la discriminación, afectan a la mayoría de estos menores, incluidos los niños. Pero los niños están pasando por transiciones de desarrollo al mismo tiempo que se enfrentan a las dificultades causadas por la migración. A diferentes edades, los niños tienen diferentes necesidades, y en una nueva sociedad puede ser más difícil satisfacer esas necesidades. Si las sociedades de acogida y sus escuelas no pueden satisfacer estas necesidades de desarrollo, es posible que los niños no se conviertan en adultos estables y productivos. Esto perjudica tanto las oportunidades de los individuos para llevar una vida plena como la calidad de la vida social en la sociedad de acogida. Es un reto importante para las escuelas anfitrionas cumplir con el objetivo de educar a los jóvenes hacia una vida plena y satisfactoria con sentido y propósito. Estas sociedades anfitrionas deben abrazar y asumir este objetivo, lo que significa proporcionar servicios apropiados para el desarrollo de los niños migrantes.
Es un reto importante para las escuelas anfitrionas cumplir con el objetivo de educar a los jóvenes hacia una vida plena y satisfactoria con sentido y propósito.
Presentaré siete desafíos a los que se enfrentan las escuelas y las sociedades de acogida para satisfacer las necesidades de desarrollo de los niños migrantes. Ilustraré estos desafíos con ejemplos de investigaciones que he realizado entre inmigrantes mexicanos en una región de los Estados Unidos que tradicionalmente no ha tenido residentes latinos.
Los mexicanos son el grupo migrante más grande en EE.UU. Sin embargo, los patrones de la presencia mexicana en este país empezaron a cambiar en 1995. Un gran número de migrantes mexicanos se han asentado en el medio oeste, el sur y el noreste, a menudo en ciudades donde personas de América Latina no han vivido antes. A esto se le ha llamado la “Nueva Diáspora Latina”, la migración de latinoamericanos a áreas del país que hasta hace poco tenían pocos residentes de habla hispana. En estas regiones, las experiencias de los migrantes suelen ser diferentes a las de las zonas tradicionales de asentamiento latino como California, Texas y el suroeste estadounidense. En los últimos 15 años, la migración desde México se ha ralentizado, pero siguen llegando nuevos migrantes de Centroamérica y Venezuela. Hoy en día, más del 25% de la población escolar K-12 de EE.UU. es latina.
Aunque están repartidos por todo Estados Unidos en lugares muy diversos, las comunidades suelen albergar industrias agrícolas o manufactureras con demandas de mano de obra insatisfechas por los residentes. Los migrantes también trabajan en jardinería, construcción y restaurantes. Aunque la llegada de residentes jóvenes en edad de trabajar a veces trae una reactivación económica, las comunidades receptoras en ocasiones reaccionan con hostilidad. Algunos nuevos inmigrantes son percibidos como trabajadores contribuyentes a la ciudad, pero otros como vecinos indeseables.
Llevé a cabo una investigación etnográfica con múltiples familias y en múltiples instituciones, durante 11 años en un pueblo que llamamos “Marshall”. Se trata de una comunidad suburbana de unos 35.000 habitantes en un área metropolitana del noreste que ha sufrido importantes cambios demográficos desde 1990. Alguna vez fue mayoritariamente blanca y afroamericana, pero en 2010 la ciudad era el hogar de muchos inmigrantes mexicanos. Muchos residentes blancos se habían ido a los suburbios más ricos, mientras que la comunidad mexicana había crecido dramáticamente. La población de origen mexicano en Marshall aumentó un 900% entre 1990 y 2010.
Al igual que en otros lugares de la Nueva Diáspora Latina, los residentes de Marshall tuvieron reacciones encontradas hacia los nuevos inmigrantes. Algunos los elogiaron como personas trabajadoras, orientadas a la familia y religiosas, que habían revitalizado las áreas comerciales de la localidad y sus iglesias, mientras que otros denunciaron la presión que los inmigrantes ejercían sobre los servicios sociales de la ciudad.
Los cambios demográficos en la ciudad se reflejaron en las inscripciones en los distritos escolares. Hoy en día, el 37% de la población escolar es latina. Voy a contar la historia de dos jóvenes migrantes: Juan y Allie.
Juan llegó cuando era adolescente y comenzó la escuela secundaria cuando no había muchos mexicanos viviendo en la ciudad. Allie llegó cuando era una niña pequeña y comenzó la escuela primaria después de que la comunidad mexicana se había vuelto significativamente más grande. Las experiencias de ambos en la escuela fueron muy diferentes. Juan ingresó a una escuela con poca experiencia con estudiantes de habla hispana, mientras que para el momento que ingresó Allie, la situación había cambiado.
Juan se encontró con un plan de estudios académicamente exigente impartido en un inglés desconocido, y a menudo se unía a grupos de pares mexicanos que se mezclaban poco con otros grupos. En cambio, Allie aprendió inglés de pequeña y le fue más fácil la escolaridad y formar amistades con grupos de diferentes líneas étnicas.
Juan creció en un pequeño pueblo del estado mexicano de Querétaro. Cuando estaba en la escuela secundaria, su padre emigró a los Estados Unidos y consiguió un trabajo en la construcción. Enviaba dinero que su madre usó para abrir una tienda. Dos de sus hermanos también emigraron a California y enviaron dinero de regreso. Para entonces, Juan ya no iba a la escuela. Estaba ayudando a su madre pero sentía que no contribuía lo suficiente. Así que decidió emigrar a los Estados Unidos por su cuenta. Fue a Marshall porque su tío vivía allí y porque escuchó que había buenas oportunidades para ganar dinero. La migración de Juan fue impulsada en parte por la falta de oportunidades económicas en México y por su familiaridad con el proceso de migración a los Estados Unidos.
Un pequeño número de migrantes mexicanos en Marshall trabajaron duro, ganaron dinero y regresaron a México. Juan, en cambio, decidió por su cuenta que quería ir a la escuela. A diferencia de muchos de sus compañeros, no dejó que el trabajo lo desviara de la escuela. Aunque su padre hubiese preferido que Juan trabajase para ahorrar dinero para volver todos a México, Juan dijo : “Voy a estudiar aquí”. Uno de sus hermanos mayores lo apoyó en esa decisión y se ofreció a ayudarlo económicamente. Contar con el apoyo de su hermano marcó una diferencia significativa en la vida de Juan: sin él, habría abandonado la escuela para trabajar a tiempo completo.
Aunque estaba exhausto trabajando y estudiando, Juan aspiraba a tener una carrera vocacional y aprender bien inglés, y cumplió su sueño, logrando acceso a una profesión que ni su padre ni sus hermanos habían logrado: reparar electrodomésticos.
Ahora vamos a la historia de Allie. Esta historia empieza con sus padres, Hernán y Mariana, que se establecieron en Marshall mucho después que Juan. Se esperaba que Allie y sus hermanos asistieran a la escuela y construyeran vidas exitosas en los Estados Unidos. En casa, Allie hablaba español con sus padres. Al igual que muchos compañeros mexicanos, fue colocada en el programa de inglés como segundo idioma, aunque su inglés rápidamente mejoró. A sus padres a menudo les preocupaba que Allie estuviera perdiendo el español, pero la apoyaron constantemente para que aprendiera inglés. Allie se convirtió en un recurso para su familia, capaz de traducir el correo y el papeleo de la escuela y de comunicarse con personas de habla inglesa fuera de casa. Sus padres fomentaron el uso de ambos idiomas con una regla: “fuera de casa, habla el idioma que quieras, pero dentro de esta, usa solo el español”.
Allie se convirtió en una ávida lectora. Su maestra de segundo grado vio su talento y la puso en el equipo de las Olimpiadas de Lectura, donde se destacó. Allie se benefició de haber sido colocada en clases de ESL que le brindaron atención adicional, y aprovechó la escuela de verano que brindó apoyo académico a los estudiantes de habla hispana. También encontró mentores en la escuela. A pesar de su falta de inglés, los padres de Allie alentaron sus actividades académicas y extracurriculares, le dieron dinero para comprar libros y asistieron a sus eventos escolares.
Allie también comenzó la escuela en un momento en que el distrito escolar servía a un gran número de estudiantes mexicanos de manera más efectiva que antes. El distrito había contratado a un coordinador de educación bilingüe, y cada escuela tenía personal de apoyo bilingüe y algunos maestros bilingües. Estos administradores de habla hispana abogaron y se acercaron a las familias mexicanas. Allie recibía apoyo cuando lo necesitaba, y pertenecía a un gran grupo de estudiantes mexicanos en su escuela. Esto contrastaba con la experiencia de Juan, porque en años anteriores los educadores de Marshall habían estado menos familiarizados con los estudiantes de habla hispana.
Juan y Allie representan dos tipos de estudiantes migrantes. Hay muchas otras experiencias que no están capturadas por estos dos casos. Pero utilizaré a estas dos personas para ilustrar varios desafíos que las escuelas suelen enfrentar para facilitar la integración de los niños migrantes. Cuando niños como Juan y Allie llegan a la escuela, ¿cómo pueden los educadores ayudarlos a aprender conocimientos y habilidades importantes, y a desarrollarse como seres humanos completos que lleven una vida próspera y con propósito?
Formularé mis recomendaciones a través de siete preguntas que las sociedades anfitrionas y los educadores deben hacerse.
1. ¿Qué tipo de futuro imaginamos para los migrantes?
La sociedad de acogida, los educadores, los padres y los estudiantes migrantes imaginan algún tipo de futuro para los jóvenes migrantes. Estas expectativas influyen en el tipo de educación que ofrecen y reciben. Estas expectativas varían de una persona a otra y de un grupo a otro. Los educadores deben tener claras sus expectativas y ajustar sus ofertas para que sean adecuadas.
A veces la gente se imagina que los migrantes son temporales y que abandonarán el país de acogida en un futuro. A veces imaginan que los migrantes se convertirán en residentes permanentes del país de acogida. Y a veces imaginan que los jóvenes migrantes se mudarán de un lugar a otro y se convertirán en ciudadanos del mundo. Dependiendo del futuro que se espere para los jóvenes migrantes, su educación debería ser diferente.
Ellis Island, el lugar donde se encuentra la Estatua de la Libertad en Nueva York, es un símbolo de la gran ola de migración a los Estados Unidos a principios del siglo XX. Un tercio de los migrantes procesados allí terminaron abandonando los Estados Unidos y regresaron a su casa. Si la migración es un refugio temporal, la escuela debe ayudar a los jóvenes a mantener una sólida conexión con su cultura y su lengua de origen. Debido a que había crecido en México y todavía se sentía conectado con su país, estudiantes como Juan esperan ganar dinero en los Estados Unidos y luego regresar. Los padres de Allie también compraron una propiedad en su ciudad natal y planeaban construir una casa allí y regresar con su familia. Estos regresos planificados aún no se han producido. Los educadores deben ser conscientes de que a veces no se produce un retorno planificado, y por lo tanto deben ayudar a conectar a los jóvenes con la sociedad de acogida, sean cuales sean sus planes a largo plazo.
En el mundo contemporáneo, los jóvenes a veces terminan mudándose de un país a otro. Anticipándose a este tipo de fluidez en la migración, las escuelas deben preparar a los jóvenes para la vida binacional.
2. ¿Son bienvenidos los niños migrantes en la escuela?
Los niños migrantes a menudo enfrentan barreras para acceder a la educación. A veces estas barreras son formales. Por ejemplo, en la escuela de Allie fuimos testigos de cómo el personal les decía a los padres mexicanos que la inscripción de un nuevo estudiante solo estaba disponible en una determinada época del año o en un determinado día de la semana. Esto va en contra de la ley en los Estados Unidos, pero las escuelas, sin embargo, a menudo crean obstáculos burocráticos. También hay barreras informales, como la falta de hispanohablantes en la escuela, de modo que los padres inmigrantes no pueden comunicarse con el personal. Las escuelas deben proporcionar un fácil acceso a los estudiantes migrantes, y también deben garantizar acceso a las credenciales apropiadas al momento de graduarse.
Los estudiantes migrantes a menudo se enfrentan a la discriminación y los estereotipos en la escuela. En Marshall, por ejemplo, muchos educadores creían que los estudiantes mexicanos eran diligentes y trabajadores, pero no académicamente prometedores. A estos estudiantes migrantes se les dirigía hacia trayectorias vocacionales y, a menudo, no se esperaba que asistieran a la universidad. Tanto Juan como Allie terminaron en una escuela secundaria vocacional. Para Juan, este fue un resultado positivo. Allie, sin embargo, podría haber tenido éxito en caminos académicos más rigurosos que podrían haber abierto otras posibilidades profesionales. Además de las bajas expectativas, los estudiantes migrantes también se enfrentan a menudo a la exclusión de los grupos de compañeros y al acoso. Esto puede conducir a problemas de autoestima, y puede impedir la persistencia y el rendimiento escolar.
3. ¿Se asignan escuelas desfavorecidas a los niños migrantes?
Los estudiantes migrantes tienen más probabilidades de estar matriculados en escuelas con compañeros nativos social y económicamente desfavorecidos. Esto sucede en parte debido a la segregación residencial. Los inmigrantes a menudo tienen recursos limitados y viven en áreas con escuelas que carecen de recursos. Esto significa que tienen menos acceso a instrucción de calidad.
Independientemente de la escuela en la que terminen, los estudiantes migrantes a menudo están aislados de otros niños porque están en programas separados. En Marshall, por ejemplo, Juan fue colocado en un programa segregado de inglés como segundo idioma. Los estudiantes con dominio limitado del inglés, como Juan, asistían a clases completamente diferentes a las de los demás. Sus clases en ciencias, artes del lenguaje, matemáticas, etc., estaban separadas y, a veces, se impartían en español. El director de la escuela secundaria de Juan comparó a los estudiantes migrantes que estaban aprendiendo inglés con los estudiantes de educación especial, imaginando que su falta de inglés era una discapacidad. Afirmó que ponerlos en clases segregadas sería bueno para ellos.
Este tipo de segregación tiene dos efectos negativos. En primer lugar, los estudiantes migrantes suelen recibir una instrucción de menor calidad porque no se les asignan los mejores maestros. En segundo lugar, los estudiantes migrantes no tienen la oportunidad de interactuar con sus compañeros nativos, lo que impide el desarrollo de su dominio del inglés y restringe su vida social. Las investigaciones realizadas en diferentes países son claras: los estudiantes migrantes experimentan sistemáticamente peores resultados si son segregados de esta manera.
4. ¿Son afectados por factores externos los niños migrantes más que sus compañeros nativos?
Muchos niños, nativos y migrantes, experimentan dificultades de diversa índole. Pero los niños migrantes a menudo experimentan traumas, dificultades económicas y conflictos culturales que interfieren con su capacidad para tener éxito en la escuela.
Juan recordó vívidamente el trauma de cruzar la frontera entre Estados Unidos y México. Él y un grupo de personas que no conocía fueron llevados por un “coyote” en una camioneta desde su pueblo hasta la Ciudad de México, luego tomaron un autobús hasta Nogales, donde cruzaron. Caminaron toda la noche por las colinas. La primera vez que cruzó, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos los atrapó y los devolvió a México. Luego esperaron hasta las 2:00 a.m., y hacía mucho frío. Tenía miedo porque la gente decía que si te quedabas dormido podías morir congelado. Después de un largo viaje encerrado en un camión, finalmente llegó a Marshall y su tío lo estaba esperando. El tío pagó el dinero que Juan debía, que eran $2.500 ($5.000 dólares).
Juan tuvo que trabajar para devolver este dinero. Inicialmente consiguió un trabajo en una empresa de techado, y luego trabajó en dos restaurantes lavando platos. Tardó unos seis meses en pagarle a su tío. Esta deuda, así como su deseo de enviar dinero a su madre en México, hizo que se enfocara en ganar dinero. Juan y muchos de sus compañeros trabajaban casi a tiempo completo para mantenerse a sí mismos y a sus familias. Esto lo dejaba con un tiempo limitado para hacer los deberes y dormir. A menudo observamos que los estudiantes migrantes se quedaban dormidos durante la clase. Sus trabajos interferían con la capacidad para tener éxito en la escuela.
Los estudiantes migrantes generalmente provienen de culturas con prácticas y valores que difieren del país de acogida. Esto puede llevar a conflictos entre los estudiantes y sus padres, cuando las expectativas escolares fomentan un comportamiento que los padres no apoyan. Un ejemplo involucró expectativas de género divergentes, con algunas de las amigas de Allie restringidas para ir a la casa debido a los temores de los padres. Este tipo de desajuste entre culturas puede dar lugar a estereotipos y a educadores poco comprensivos.
5. ¿Tienen dificultades con el idioma de escolarización los niños migrantes?
Algunos estudiantes migrantes ya hablan el idioma dominante del país de acogida, pero muchos no lo hacen. Las investigaciones han demostrado que, aunque muchos jóvenes a menudo tardan solo uno o dos años en dominar el lenguaje cotidiano, el dominio del lenguaje académico complejo puede llevar cinco años o más. Los estudiantes migrantes que aprenden la lengua de acogida deben hacer dos cosas difíciles a la vez: deben dominar las materias que se enseñan en la escuela, y al mismo tiempo deben aprender el idioma en el que se enseña la materia. Para un estudiante como Juan, quien migró a los 15 años e inmediatamente comenzó la escuela secundaria, este desafío puede ser abrumador.
Las investigaciones han demostrado que, aunque muchos jóvenes a menudo tardan solo uno o dos años en dominar el lenguaje cotidiano, el dominio del lenguaje académico complejo puede llevar cinco años o más.
La falta de familiaridad con las expectativas culturales de las escuelas de acogida también puede ser un obstáculo. Los sistemas difieren de un país a otro, y vimos a muchos estudiantes y padres que no entendían lo que los maestros pretendían comunicar. Los tipos de evaluaciones que se dan y las interpretaciones que se hacen de las evaluaciones también varían de un lugar a otro. Sin conocimientos culturales, los estudiantes y padres migrantes pueden estar en una desventaja significativa. Por último, la alfabetización en la primera lengua suele ser ignorada por los estudiantes migrantes. Pero es importante que lean y escriban en su lengua materna, porque si no aprenden esto en la escuela, es posible que nunca lo hagan.
6. ¿Qué identidades se imaginan para los niños migrantes?
En todas partes, las personas adoptan o se les atribuyen identidades sociales. En el caso de los migrantes, estas identidades suelen estar vinculadas a su país de origen, etnia, o idioma. Las personas en el país anfitrión suelen tener expectativas basadas en estas identidades. El padre de Juan, por ejemplo, era experto en muchos de los oficios de la construcción, y había construido una casa en México completamente solo. En Marshall, sin embargo, en las obras de construcción se esperaba que “los mexicanos colgaran paneles de yeso”. A pesar de su verdadero talento en la albañilería y otros oficios, el padre de Juan tuvo que comenzar con la tarea menos pagada de colgar paneles de yeso.
Un proceso similar ocurrió en la escuela. Los educadores dirigieron a los estudiantes mexicanos hacia vías vocacionales o clases menos rigurosas, y esto podría dañar las perspectivas de vida de un estudiante. Juan tomó clases vocacionales y reparación de electrodomésticos, y Allie fue dirigida hacia la peluquería. Los estudiantes migrantes también imaginan identidades para sí mismos, a veces las que se les prescriben, pero a veces imaginan algo diferente. Los educadores deben tomar conciencia de los estereotipos que están utilizando, y deben ser sensibles a las identidades a las que aspiran los estudiantes migrantes.
7. ¿Están los docentes preparados para estos desafíos?
Teniendo en cuenta estos seis desafíos que enfrentan las escuelas para ayudar a los estudiantes migrantes a desarrollarse, es esencial que los maestros reciban desarrollo profesional y aprendan a usar estrategias adecuadas. La escuela a menudo representa la mejor esperanza para que los niños migrantes se desarrollen intelectual, ética, e incluso espiritualmente. Necesitamos dar a los educadores las herramientas que necesitan.
A medida que aumenta la migración en todo el mundo, más niños ingresan a las escuelas en sociedades desconocidas. Es mucho lo que está en juego para estos niños y para las sociedades de acogida. Nada es más importante que facilitar el desarrollo de la próxima generación, porque ellos impulsarán nuestro conocimiento y preservarán nuestros valores una vez que nos hayamos ido. Todos estamos llamados a facilitar el florecimiento humano, y decenas de millones de escolares migrantes merecen algo mejor de lo que están recibiendo ahora. Trabajando juntos, espero que podamos abordar estos desafíos y liberar el potencial humano de estos niños.
* Este texto corresponde a la presentación que el autor realizó en la inauguración del año académico de la Facultad de Educación de la Universidad Alberto Hurtado, el 4 de abril de 2024. / Imagen: Pexels.