El color morado

Dentro de los colores litúrgicos parece que el morado es aquel al que más nos cuesta encontrar significado. El blanco lo asociamos directamente a la pureza, a la elegancia y a la vida nueva, propio de la Pascua o fiestas de santos. El rojo a la sangre, el Amor o al fuego, cuando celebramos mártires, Viernes Santo o fiestas del Espíritu. Y el verde nos habla de la cotidianidad de las plantas que crecen y maduran, propio del tiempo ordinario. Pero el morado no es tan evidente.

El morado es el color de los cristianos para funerales y tiempos de espera o penitencia (como el Adviento y la Cuaresma). Pero ¿por qué el morado? Parece que el origen de esta elección cromática está en la Biblia, en el mismo corazón de los Evangelios. En el relato de la Pasión, se dice: “Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un mando de color púrpura; y, acercándose a él, le decían: ‘¡Salve rey de los judíos!’. Y le daban bofetadas” (Jn 19, 1-3).

El morado es el color de los cristianos para funerales y tiempos de espera o penitencia (como el Adviento y la Cuaresma). Pero ¿por qué el morado?

El morado era el color de los reyes. A Jesús se lo pusieron a modo de burla y menosprecio. Para la Iglesia se ha convertido en el color de la penitencia, de la preparación para algo grande (como Navidad o Pascua), del momento de reconocer nuestra debilidad y dejar que sea Él el que actúe y transforme nuestra vida.

Personalmente es un color que me genera una ingenua curiosidad. En el morado se mezclan la seriedad de lo oscuro y la claridad de la esperanza. Algo así es la Cuaresma, por una parte, nos recuerda la necesidad de conversión, por otra que hay un final feliz, que es el Señor: el que siempre vuelve y resucita.

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Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.