El Evangelio que anunciamos las mujeres. “¡Bendito sea el Reino que ya viene!”

Pidamos a Dios que nos permita ser fieles, incondicionales, que nos permita sufrir con Él y morir a nuestras comodidades y prejuicios. Solo así podremos resucitar a una Vida Nueva en la que Cristo sea, verdaderamente, el centro de nuestro “estar en el mundo”.

Domingo de Ramos, 25 de marzo
¡Bendito sea el Reino que ya viene!” (Mc 11, 1-10)

Hoy vivimos el último domingo de cuaresma y lo hacemos recordando la entrada de Jesús en Jerusalén. El texto de Marcos nos ofrece muchos detalles sobre los cuales posar la atención y oración. Quisiera compartir con ustedes dos de ellos que han despertado especialmente mi interés.

Jesús envía a dos de sus discípulos en avanzada, a conseguir el asno para la entrada a la ciudad. Frente a los cuestionamientos que podrían enfrentar los discípulos la instrucción es muy clara: responder como Jesús ha dicho, es decir, responder lo que Jesús mismo habría respondido. Ante un mensaje evidente como este, surgen cuestionamientos sobre nuestro propio actuar en la vida cotidiana: ¿confiamos como aquellos discípulos? ¿nos abandonamos de tal modo en la bondad de Dios, que respondemos a las dificultades que se nos presentan según la Palabra que Él mismo, tan claramente, nos ha dado? Del mismo modo, nos hace pensar en las contradicciones en las que muchas veces caemos como cristian@s y como Iglesia, ¿dónde ponemos nuestros ojos?, ¿somos realmente anuncio confiado de Jesús?, ¿o nos refugiamos en las comodidades humanas por temor a las consecuencias y cambios que nos exigiría el responder volviendo a Su figura?

La entrada a Jerusalén es en realidad la materialización del inicio del camino hacia la cruz. La muchedumbre descrita por Marcos es varias veces menor a la que hoy podríamos imaginar como una “bienvenida multitudinaria”. Son unos cuantos, que van delante y detrás del Mesías montado en un asno. Una recepción un tanto improvisada, con lo que tenían a mano, los mantos, ramas de los campos, una ofrenda sencilla, humilde. No perdamos de vista que los seguidores de Jesús eran cuestionados en su entorno, iban contracorriente, eran incómodos para las autoridades religiosas tradicionales. La recepción resulta ser entonces profundamente valiente y confiada, la ofrenda de aquellos pocos era su vida misma. Este pequeño grupo de mujeres y hombres lo conforman algunos de los que acompañaron a Jesús hasta el último aliento. La incondicionalidad del amor de Dios que entrega a su Hijo en la cruz es, así, también posible para ti y para mí como discípulos y discípulas, fue posible en aquel momento y lo es ahora. La confianza en el Reino que viene fue posible en aquel momento y lo es ahora.

Estos días en que nos acercamos a la oscuridad, al camino doloroso, a la muerte en cruz, recordemos a quienes nos precedieron, a aquellos discípulos y discípulas, a María, a Magdalena, a Verónica y cuántas otras mujeres que estuvieron con Él desde el principio hasta el más doloroso final. Pidamos a Dios que nos permita ser fieles, incondicionales, que nos permita sufrir con Él y morir a nuestras comodidades y prejuicios. Solo así podremos resucitar a una Vida Nueva en la que Cristo sea, verdaderamente, el centro de nuestro “estar en el mundo”.

 

* ¡Queridas amigas y compañeras de ruta, queridos amigos! Desde el primer domingo de Cuaresma, y hasta el último domingo del año litúrgico 2018, estaremos compartiendo con ustedes una reflexión sobre el Evangelio dominical. Con ello queremos visibilizar y compartir un comentario dicho por mujeres sobre la Palabra. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile y en la página de la Revista Mensaje, https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/

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