El Evangelio que anunciamos las mujeres. «El ego y el servicio no pueden ir juntos»

Jesús nos pide enterrar nuestro ego, dominarlo, así podremos tener una vida que dé frutos que sirvan para una vida auténtica.

Domingo, 17 de marzo de 2024
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según San Juan 12, 20-33.

Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”.

Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.

Él les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.

Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. 

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. 

El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora!

¡Padre, glorifica tu Nombre!”. 

Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.

Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.

Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

El evangelio de Juan no es fácil de entender pues tiene muchos símbolos y se puede caer en una lectura literal del mismo, lo que nos aleja del verdadero mensaje o buena noticia que Jesús nos quiere transmitir.

El evangelio de Juan no es fácil de entender pues tiene muchos símbolos y se puede caer en una lectura literal del mismo.

Este pasaje comienza relatando que unos griegos, o sea extranjeros, quieren ver a Jesús. Pero el texto no nos dice qué pasó con ellos, qué dijo o hizo Jesús. Me hace recordar otro pasaje del evangelio cuando Jesús no quiere ayudar a una mujer extranjera porque él ha sido enviado para salvar solo al pueblo de Israel. Esa mujer le muestra que también los paganos pueden comer de las migajas que caen de la mesa de los hijos (Mc 7, 27-29). Estoy segura de que Jesús nunca olvidaría a esa mujer, la voz del Espíritu habló por boca de una mujer. Él viene para toda la humanidad, hombres y mujeres, creyentes y no creyentes.

Pero ¿qué tienen que ver estos extranjeros con el texto que viene a continuación? En mi ignorancia, no lo sé.

Se acerca la Pascua de los judíos y Jesús está en Jerusalén, presiente que se acerca su fin. Y aunque tiene miedo, lo enfrenta con valentía, confiado en su Padre. Nos habla del grano de trigo, que debe ser enterrado para que surja una nueva planta que producirá espigas que darán muchos granos. Nos habla también de despreciar nuestra vida para conservarla para la vida eterna. ¿Cómo entender estas palabras, si la vida es el regalo más precioso que nos ha hecho Dios? ¿De qué forma destruimos nuestra vida? Con nuestro egocentrismo. Solo pensamos en el yo, lo que a mí me conviene, lo que yo necesito, lo que a mí me duele, lo que a mí me ofende, etc., en definitiva, vivimos para el personaje que hemos fabricado. No me interesa lo que pase con el otro, soy indolente con los demás, no hay compasión, no soy capaz de ver el sufrimiento ajeno. Es vivir el anti-reino de Dios, todo lo contrario al Reino de Dios que predicaba Jesús: fraternidad, paz, justicia…

Jesús nos pide enterrar nuestro ego, dominarlo, así podremos tener una vida que dé frutos que sirvan para una vida auténtica. Seguirlo a Él, que fue todo desprendimiento de sí, que sea nuestro modelo de vida, así podremos llevar a Jesús a otros, seremos sus seguidoras y discípulas y podremos tener una vida más plena en el presente.

Se escucha una voz que venía del cielo: “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. ¿Qué significa glorificar a Jesús? ¿Restituirle la gloria que tenía antes de que se hiciera una de nosotras y nosotros? ¿Resucitarlo y que se siente a la derecha del Padre? Es ascender a lo más alto, que es el Padre, no es un lugar físico, es haber alcanzado la plenitud. Dice que esas palabras fueron dichas para nosotros, porque el Padre quiere que tomemos consciencia de que nosotros/as, al igual que Jesús, salimos del Padre y a Él volvemos. Y esta es nuestra glorificación, lograr salir de nuestro egocentrismo y abajarnos para el servicio de nuestras hermanas y hermanos. Así sea.


Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.

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