El Evangelio que anunciamos las mujeres. “El otro Hijo Pródigo”

¿Quién no necesita ser amado y aceptado, incluso cuando ha cometido los peores errores?

Domingo 15 de septiembre
El otro Hijo Pródigo
Lucas 15, 1-32

Para quienes han vivido la experiencia de ser hermanos mayores, la vida les habrá presentado una serie de situaciones que pueden marcar la existencia: por un lado, el duelo de perder la exclusividad de los padres con la llegada de los otros hijos, la constante responsabilidad asumida con respecto a los hermanos o, sobre todo, el deseo de agradar y cumplir expectativas parentales; lo que muchas veces lleva a asumir reglas o estructuras que no siempre ayudan a crecer, y que alimentan resentimientos.

Es esta experiencia tan profundamente humana la que sirve de ejemplo pedagógico para el Evangelio de este domingo; después de todo, ¿quién no necesita ser amado y aceptado, incluso cuando ha cometido los peores errores? Jesús, que conoce muy bien el alma humana, toma con delicadeza esas experiencias de fragilidad para presentarnos a un Dios que sale al encuentro de lo que se había perdido, incluso cuando pareciera que la causa no vale la pena o no se ve solución. Ya sea buscando la oveja perdida o la pequeña moneda, el cálculo divino no parece funcionar bajo la lógica del máximo rendimiento; por el contrario, si algo se descubre en las imágenes usadas, es la gratuidad infinita del amor de Dios. Es ese don el que nos fascina cuando leemos la parábola del Hijo Pródigo, y tendemos a quedarnos contemplando al hijo menor, su caída y su retorno. Miramos también al padre amoroso, que muestra con toda fuerza la incondicionalidad del amor divino, pero tendemos a obviar al hermano mayor, que muchas veces pasa a convertirse en un “extra” de la historia. Él también ha abandonado al padre, pero de una manera mucho más sutil, que se confunde con una justicia. Y es ante esa rectitud, que contrasta tanto la facilidad con que el hijo menor recibe el perdón.

Conocemos muy bien la historia: un hombre (probablemente joven), el hijo menor de su familia, decide abandonar la casa del padre para ir a tierras lejanas. Tras vivir un proceso que lo lleva a conocer la miseria y luego al arrepentimiento, retorna al hogar, donde es recibido con amor, restituido en su dignidad y festejado “porque ha vuelto a la vida”. Nos emociona descubrir al padre que lo ha esperado, que sale al encuentro con ternura inmensa, con un cariño que contrasta con la frialdad del hermano mayor. ¿Qué habrá ocurrido con ese otro hijo, que no pudo compartir la alegría del reencuentro? Llama la atención que su reacción de lejanía se parece mucho a la de un niño celoso, inseguro frente a un cariño que no le pertenece y que parece amenazante para su pequeño mundo porque aún no comprende que el amor de sus padres va más allá de los gestos concretos que puede ver. Desde su perspectiva, ha aprendido que el amor es un premio al que se accede por los méritos, por seguir las reglas de casa o por el perfecto cumplimiento de las tareas; de ahí se podría entender su perturbación cuando ve la reacción del padre al recibir a quien, desde su modo de vivir y amar, no es merecedor de ningún premio o celebración.

Siendo yo misma hermana mayor, veo lo fácil que es empatizar con este hombre: se entiende que sienta que ha sido tratado con injusticia al ver que su hermano recibe libremente lo que a él le ha costado tanto conseguir. En ese sentido, cualquiera de nosotros/as podría ser este hermano, cuando nos perdemos en la rutina del deber cotidiano, cuando la vida se convierte en una lista de actividades para realizar y hacer “check”. Así como el corazón del hijo mayor se fue endureciendo, a medida que los deberes tomaron el lugar de los afectos, nosotros mismos podemos endurecernos si perdemos de vista que, antes que funcionarios o trabajadores, somos hijos e hijas amadas.

Vivimos en una sociedad donde se nos pide lucir éxitos como si fueran medallas, en la que la fragilidad es causa de vergüenza; en este contexto, es muy fácil perderse en el “hacer” o el “parecer”, olvidando todo lo que nos hace vivir plenamente: los afectos, la familia, el encuentro con otros y con Dios. Cuando dejamos de ser para llenarnos de objetos, formas y modos vacíos de sentido, es como si fuéramos poniendo muros que nos aíslan, que desarman el tejido de nuestras relaciones, y que, finalmente, nos van haciendo un poco menos humanos cada día. Es lo que le pasa al hijo mayor: pone lo importante en el lugar de lo fundamental, reemplaza su amor al padre por el deber de “ser buen hijo” a tal punto que ha convertido a su propio hermano en un extraño. Podemos imaginar un final alternativo, en el que el primogénito decide sobre el futuro del hijo menor ¿Qué pesará más en su conciencia, la importancia de cumplir con la ley, o el futuro de su hermano? ¿Qué habría sido de estos hermanos, si el padre no hubiera mostrado misericordia? El hijo mayor está tan necesitado de esa misericordia como su hermano menor, después de todo, en su reclamo se encuentra escondido también un pedido de auxilio que busca llenar ese vacío existencial que solo el amor del padre puede llenar. Y ante eso, la respuesta que recibe nos habla de la infinita ternura de Dios: “(…) tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo (…)”. No importa cuán perdido haya estado este hombre, Dios siempre le esperará para cargarlo en sus brazos como al hijito a quien lleva tatuado en la palma de la mano. Pidamos entonces la Gracia de vivir con la conciencia de ser los pequeños y pequeñas suyos, necesitados de Su misericordia para que la vida fluya y nos lleve a la verdadera felicidad.

* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/

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