Dios en todo, esencia de todo, que se manifiesta en una infinita cantidad de creaciones.
Domingo 4 de noviembre
“Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Marcos 12, 28b-34).
Desde que nacemos y hasta que comenzamos el regreso a la casa del Padre, recibimos algunas indicaciones de cómo vivir la vida, normas de comportamiento, de buenos modales, de convivencia en la sociedad, nos son entregadas como receta para la vida, con la finalidad de ser considerado un buen ciudadano y, por lo tanto, un sujeto con derechos y deberes, lo que tiene implícito el “cumplimiento” de los mismos ya que el no hacerlo nos expone a una sanción monetaria o social. Se nos enseña que un mandamiento es una “orden de un superior” y que “debe acatarse sin cuestionar”. De esta manera, “se asegura” que quien la recibe obedecerá y actuará de acuerdo a tal o cual orden.
En el Evangelio de esta semana, San Marcos nos presenta una conversación entre un letrado, es decir, alguien que era reconocido como instruido y por tanto conocedor de las leyes, quien acercándose a Jesús le pregunta: “¿Qué mandamiento es el primero de todos? Podríamos pensar que tenía una real duda, o que tal vez tenía la intención de poner en jaque a Jesús y de esa forma cuestionar su accionar, tal vez, ninguna de las dos, sino solo comprobar qué decía Jesús con respecto a lo que Él suponía conocería muy bien.
Muchas veces nosotros también le hacemos preguntas a Dios que necesitan una respuesta y que, si no son respondidas como queremos, comenzamos a dudar del accionar del Buen Espíritu en nuestras vidas, por tanto, dudamos también del poder que tiene Dios sobre todo lo creado y comenzamos a buscar una respuesta en otro lugar, hasta que encontramos aquella que se “ajusta” a nuestros deseos. Jesús responde al escriba con la oración más importante para el pueblo judío: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor”, Shema Israel es el nombre de unas de las principales plegarias de la religión judía y a través de esta manifestaban su credo en Dios. Es recitada en las mañanas desde el momento en que hay suficiente luz y por la noche desde la salida de las estrellas hasta el amanecer, es decir, Dios en todo, esencia de todo, que se manifiesta en una infinita cantidad de creaciones.
En nuestro tiempo esta plegaria se hace difícil de repetirla de corazón, ya que se nos presentan muchos “dioses” que prometen la felicidad. El dios dinero que soluciona la vida, el dios poder que nos promete que nadie puede negar nuestra superioridad, el dios tecnología que ofrece soluciones rápidas a todos los problemas, el dios trabajo que nos da seguridad pero que nos aleja del tiempo de compartir en familia. Jesús, ante la pregunta, responde con firmeza, declarando que Dios es uno solo, como en el Salmo 86, “porque Tú eres grande y haces maravillas, solo Tú eres DIOS”.
En este último tiempo nuestra fe se ha visto cuestionada por hechos que nos han causado dolor y rabia, situaciones en las cuales muchas veces hemos dudado, sin embargo, Jesús nos da la paz a través de muchos hermanos que hacen suyo este mandamiento en su vida pastoral, sirviendo con alegría en las misiones encomendadas, consagrados y laicos trabajando juntos por el Reino, en ocasiones, personas que sin profesar nuestra fe son mejores cristianos que muchos de nosotros; su actuar nos ayuda a sentir como propia esta oración.
Jesús continúa con su respuesta, “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Mirando nuestro quehacer como Iglesia y sintiéndonos amados por este único DIOS, siento que este “mandamiento” de AMAR es un imperativo de amor por el otro en el cual vemos reflejado el rostro de Dios. Cuando amamos a alguien lo hacemos con fidelidad, conscientes que ese otro recibirá en cada momento nuestra atención, con Dios es algo más grande, es serle fiel escuchando Su Palabra y llevándola a otros con obras concretas, es amarlo con todo nuestro ser en mi hermano, es saber que nuestros pensamientos y nuestra mente son iluminados cada día con la luz que tenemos en nuestra familia, amigos y también por aquellos desconocidos que cruzan el camino de la vida, cada uno aportando a nuestro crecimiento, es sentir en el alma ese fuego que quema, que enciende y anima a seguir aun a pesar de los días grises, transformando la dificultad en gozo.
Amar a Dios es amar a través de todo a todos y sentir que la vida vale la pena, jugársela por mostrar a este Señor que desde siempre nos ha amado, como dice San Juan: “Amémonos los unos a los otros porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero”. Jesús termina su respuesta con una invitación: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, no hay mandamiento mayor que esto”. Amar a mi prójimo es amar a Dios, respetándonos en nuestras diferencias, ayudándonos en los días difíciles de crisis, alentándonos a continuar a pesar del cansancio y sintiéndonos seguros que todo ese amor compartido nos muestra el Reino de Dios en medio de esta vida.
Que el buen Dios nos guíe en este caminar como Iglesia, aun en el dolor y la prueba, sintiendo que esta invitación es una hermosa forma de vivir nuestra fe, acompañándonos los unos a los otros en fidelidad y en amor.
* ¡Queridas amigas y compañeras de ruta, queridos amigos! Desde el primer domingo de Cuaresma, y hasta el último domingo del año litúrgico 2018, estaremos compartiendo con ustedes una reflexión sobre el Evangelio dominical. Con ello queremos visibilizar y compartir un comentario dicho por mujeres sobre la Palabra. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
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