Domingo 13 de febrero de 2022
Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos. Y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece».
«¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!».
«Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!».
REFLEXIÓN
La multitud acude desde todas partes al encuentro de Jesús, porque cada uno de sus gestos y de sus palabras hace nacer la esperanza de una sociedad nueva más justa y fraterna.
¿Cuáles serían las bienaventuranzas hoy en día?
Bienaventurados los migrantes porque esta tierra los cobijará: Jesús fue migrante y muchas de nosotras hemos sido migrantes, nos han discriminados por el lugar donde residimos, por el color de nuestra tez, por nuestra raza, etc.
Bienaventurados los pobres: Jesús fue pobre. En su caminar hicieron ollas comunes y la comida se multiplicaba, vivían la fraternidad. Hoy muchos no tienen el sustento diario para sobrevivir. Mientras sigue subiendo el nivel de pobreza, los ricos se hacen más ricos.
Bienaventurados los adultos mayores porque de ellos será el Reino de los Cielos: entregaron lo mejor de sus vidas, y cultivaron la paciencia, la resiliencia para recuperarse de situaciones complicadas y seguir avanzando hacia el futuro. En la etapa de júbilo que nunca fue jubileo sino fuera porque Jesús colmó sus vidas de esperanzas.
Le damos más importancia al presupuesto militar o al recorte de impuestos que a la educación de nuestros hijos, a las pensiones dignas, somos testigos de una muchedumbre empobrecida, un pueblo sometido sin reino propio, sin esperanzas de futuro.
Entonces decir estas bienaventuranzas es un atrevimiento, es también una denuncia hacia los que predican el Reino de Dios.
Jesús comienza las bienaventuranzas con una declaración muy profunda, declarando que gozan de felicidad, un mensaje esperanzador:
Bienaventurados los que luchan por la justicia y la paz, sabiendo que mientras no haya justicia social no habrá paz, bienaventurados porque creen en la esperanza y siguen trabajando por un mundo más justo.
Bienaventurados los que son perseguidos y mutilados por luchar por los derechos humanos, por los derechos de los hijos de Dios; las futuras generaciones verán el fruto de entregar la vida por los demás.
Bienaventuradas las mujeres maltratadas e invisibilizadas por nuestra sociedad y por nuestra Iglesia ¿clerical? La presencia de la mujer tiene una misión encomendada, una acción misionera, un papel activo de participación directa y comprometida con la obra evangelizadora, una responsabilidad activa en nuestra sociedad. Es misionera, discípula, seguidora y fiel al plan de Dios.
El reino de Dios es estar e identificarse con la gente, especialmente con los amenazados, los oprimidos y los pisoteados: dar vida a los que no tienen ninguna; eliminar las relaciones de opresión. Brindar en todas las circunstancias un nuevo futuro y la esperanza que da la vida; amar a la gente sin distinción, sin selección, sin límites.
¿Cuándo he vivido el optimismo y la esperanza profunda que Jesús declara en las bienaventuranzas?
¿Cuándo he manifestado la alegría de Jesús?
¿Cuándo he actuado sin doblez ni engaño?
¿Cuándo he sido valiente? ¿Con quién? Ante el mal, ante el dolor y sufrimiento…
¿Cuándo he transmitido la paz? ¿Con quién?
Las bienaventuranzas son el espejo del cristiano. Cada día debemos mirarnos a ese espejo, Cristo es nuestro modelo de santidad (1).
* Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
(1) https://es.catholic.net/op/articulos/59581/las-bienaventuranzas-son-el-espejo-del-cristiano.html
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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile