¿Nos ponemos en lugar de otras personas, nos relacionamos con empatía frente al que sufre?
Domingo, 11 de febrero de 2024
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según San Marcos 1, 40-45.
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”.
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Cuando leí el evangelio, me llamaron la atención los gestos, las palabras y emociones expresadas…
La lepra es una enfermedad, en aquellos tiempos incurable, que se manifiesta principalmente en la piel, en las vías respiratorias y los ojos, enfermedad además de incurable contagiosa, que era interpretada como signo de impureza… Por ello se les marginaba del pueblo y tenían que avisar su presencia con una campana para que nadie se les acercara. No solo era un aislamiento social, sino también espiritual, ya que las personas creían que los enfermos sufrían un terrible castigo enviado por Dios, era una enfermedad-pecado. El leproso vivía alejado de la sociedad en cuevas y descampados, fuera del mundo de los sanos. La lepra era “primogénita de la muerte” (Job 18,13).
El leproso se acercó, se arrodilló y suplicó a Jesús…
Se acercó a Jesús…
El leproso no tiene nombre, lleva el nombre de su enfermedad, me lo imagino cabeza gacha como escondiéndose, tratando de pasar inadvertido para no ser rechazado, quiso estar cerca de Jesús, no le bastaba con gritarle desde lejos su dolor, quería llamar su atención en forma silenciosa, humilde, consciente de su situación, de su condición de marginado.
Se arrodilló…
Fue la manera de expresar su sufrimiento, su impotencia, su indigencia, sentirse rechazado por la sociedad, declarado impuro, portador de un castigo divino…
Le suplicó…
Para él no fue suficiente pedir, fue un ruego de dolor, de abandono… “Si quieres, puedes purificarme”, casi no pide ayuda, sino que plantea una propuesta humilde, sin imposición, sin reclamo o exigencia, sino expresa una profunda fe en que Jesús puede liberarlo, hacerlo sentir libre, como lo fue antes de la enfermedad.
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó…
Jesús conmovido…
Se compadece, se pone en el lugar de él, reconoce su sufrimiento y su impotencia expresada en el abandono, en la súplica que da cuenta de su fe, siente que es su última oportunidad para sanar, para quedar purificado.
Extendió la mano…
Una forma de disminuir la distancia, de sentirlo más cerca aún, un modo de proyectar su energía amorosa, sanadora y transformadora.
Lo tocó…
Sin temor establece contacto físico, corporal, para sentir una mayor conexión, no solo espiritual, el tacto le permite ir más allá, superar la exclusión, las barreras de lo prohibido, con respeto, dando acogida, es la relación que establece con el que sufre, con el que necesita.
Le dice: “Lo quiero, queda purificado”…
Expresa su genuino deseo de sanarlo, su sentida emoción, su acogida, le dice: “Hago lo que tú me pides porque me conmueve tu humildad y profunda fe, te entiendo perfectamente y hago mío tu pedido, eres libre y puedes transitar donde quieras y ser reconocido por la sociedad nuevamente”.
Me llama la atención la forma de enseñarnos de Jesús, en torno a la relación de ayuda entre hermanos y hermanas, entre el que no tiene y necesita y el que puede acoger y satisfacer la necesidad… Es siempre una relación horizontal, de reconocimiento mutuo, de ser consciente de la posición de cada una/o, ya sea de necesidad de apoyo, reconociendo la fragilidad e indigencia, o de acogida, para escuchar con una actitud empática, para aceptar a la otra persona.
Me llama la atención la forma de enseñarnos de Jesús, en torno a la relación de ayuda entre hermanos y hermanas, entre el que no tiene y necesita y el que puede acoger y satisfacer la necesidad…
¿Nos ponemos en lugar de otras personas, nos relacionamos con empatía frente al que sufre? ¿O somos más bien indiferentes y nos relacionamos superficialmente…?
Este texto bíblico nos ilumina para acercarnos y acercar a otras personas a Jesús, aprender de su estilo de vida, de la forma de relacionarse, reconociendo que Él sigue actuando a través de nosotras, de nosotros.
Ahora tenemos la oportunidad de practicar este modo de relación con las víctimas de los mega incendios, que necesitan recuperarse de tanto dolor, de la pérdida de sus seres queridos, la pérdida total de sus enseres, de todo el cansancio y daño físico y psicológico por la gran tragedia que han vivido.
Que el Señor nos ilumine y nos conceda la gracia de practicar y hacer vida lo que su Hijo nos enseñó…
Amén.
Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.