Si nos preguntamos profundamente: ¿Quiénes son nuestros Lázaros? ¿A quiénes debemos ayudar en un mundo lleno de omisiones y de indiferencias? ¿Cuál será nuestra respuesta?
Domingo 29 de septiembre
“La pobreza de Cristo nos enriquece”
Lucas 16, 19-31
Jesús, a través de Lucas, nos ha interpelado durante todo este mes con respecto a nuestro seguimiento y nuestras seguridades. La semana pasada ya nos decía que no se puede servir a dos patrones, “a Dios y al dinero”. Hoy es mucho más desgarrador y tajante en su cuestionamiento a nuestras esclavitudes, que tantas veces no nos permiten mirar más allá de nuestros “privilegios”. Así como el hombre rico, que no ve más allá de su mesa y pierde los bienes espirituales por buscar los bienes terrenales, ignorando al que caminaba a su lado.
En paralelo Jesús nos muestra al pobre y sufriente Lázaro, el cual pierde todo, incluso su dignidad, pero ya tiene ganada su única esperanza, Dios mismo. Su nombre de origen hebreo (Eleazar) significa “el ayudado por Dios”, entonces Jesús, como siempre en su infinita bondad que tanto nos ayuda a mirar más allá, no deja nada al azar y en la persona de Lázaro podemos ver representados todos los Lázaros del ayer, del hoy y del mañana. Y si nos preguntamos más profundamente: ¿Quiénes son nuestros Lázaros? ¿A quiénes debemos ayudar en un mundo lleno de omisiones y de indiferencias? ¿Cuál será nuestra respuesta? Ya lo decía el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, cuando hace referencia a la economía de la exclusión, frente a la cual pareciera que ya nada nos impacta. Aún más en este tiempo de los medios sociales, donde parece que en muchas ocasiones hemos deshumanizado el acto de dolernos con el otro, donde los excluidos no son solo «explotados» por un sistema que tantas veces los exprime a causa del abuso laboral: pagos injustos, evasión de derechos por parte de sus empleadores, no tener acceso a una educación gratuita y de calidad, quedar fuera de un sistema de salud que dignifique y les permita vivir con tranquilidad, sino que también en palabras del Papa, son «sobrantes», los que incluso en muchas ocasiones nos incomodan, y terminan siendo un desecho de esta sociedad en la que vivimos pero que no convivimos, y si lo pusiéramos en términos del lenguaje actual les llamaríamos quizás los “desconectados”.
La Iglesia Latinoamericana ya en el CELAM desde Puebla hasta Aparecida acuñaba el compromiso de “la opción preferencial por los pobres”. Esto ya que Jesús vivió como pobre y murió como tal, desnudo en una cruz, “Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, sin embargo, por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Cor 8,9). Entonces, ¿qué estamos esperando para trabajar por el Reino de Dios y su justicia? O es que aún las palabras del mismo Jesús: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5, 6) no las hacemos parte de nuestro caminar cotidiano, de nuestro quehacer en los lugares de trabajo, espacios familiares, calles que recorremos, junto a tantos y tantas hermanos y hermanas de camino.
Jesús no está denunciando solo la situación de ese entonces, está removiendo nuestro sentir en una sociedad que se acomodó a “mirar” pero no a “ver” los clamores de la humanidad. Lázaro no es una exageración, es una realidad en medio de nosotros, en medio de los hermanos migrantes que con justo derecho buscan una mejor vida, y terminan avanzando empobrecidos o explotados. Es una realidad en medio de las tasas de femicidios que no dejan de ser alarmantes, de una inequidad que como dice el Papa “genera violencia”. Frente a esos gritos debemos ser nosotros como Pueblo de Dios los que no dejemos a Lázaro a la entrada de nuestra puerta, no seamos obstáculo de esa barrera “invisible” pero existente. La figura de exclusión no se interpreta solo desde la barrera económica, también se encuentra arraigada en un marco ideológico. O es que si no hablamos de minorías sexuales o indígenas ¿dejan de existir? Jesús, el Emmanuel, “el Dios con nosotros”, se puso en medio del mundo, en una sociedad claramente desigual y marcada por la ley del Antiguo Testamento. Pero Él, en su libertad, se hizo pobre entre los pobres del mundo y eso también le implicó un profundo riesgo que lo llevó incluso a la muerte de cruz. No dejemos que el sistema injusto que “mata” se nos vuelva algo “natural”.
Jesús dejó de lado el cómodo mensaje, y ese es un llamado, saber que hoy ser seguidor de este Dios que se hace hombre también es incomodar al que abusa, al que olvida, al que defiende lo indefendible, o al que no comprende el verdadero sentido de ser cristiano o hacer vida el Evangelio.
Que nuestra misión profética de anunciar, denunciar y acompañar —recibida en el bautismo— permita enriquecernos con la pobreza que Cristo nos enseñó.
Cito al religioso, poeta y teólogo español Pedro Casaldáliga: “En el vientre de María, Dios se hizo hombre, y en el taller de José Dios se hizo clase”.
Y como tan claramente lo vivió José Aldunate, en estos 102 años de su paso por esta tierra, con su claro ejemplo de compromiso con el Evangelio: “No los que dicen, sino los que hacen, son los que cambian el mundo”.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl
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