“Solo que me queda agradecer a Dios cada día, por la hermosa familia que formamos con mi viejito y la unión que existe entre todos nosotros, y rezo para que siempre permanezca así”.
Domingo 7 de octubre
“Lo que Dios hay unido, no lo separe el hombre” (Marcos 10, 2-16).
Siguiendo la ley de Dios que me fue inculcada en el colegio de monjas, en el cual tuve la dicha de criarme, después de quedar huérfana a los 7 años, me uní a mi esposo Gilberto Henríquez un 29 de mayo 1948, y vivimos juntos 44 años, hasta que la muerte de él nos separó un 12 de junio de 1992.
Tuvimos 8 hijos, con gran sacrificio para criarlos, vivimos momentos de enfermedades, tristezas y alegrías, pero siempre juntos, pudimos superar toda adversidad. Porque en esos años, uno se unía a su esposo y no pensaba en separación, aunque el machismo de los hombres permitía que fuéramos golpeadas y tratadas mal.
Cuidé a mi marido en su enfermedad sin ser para mí un sacrificio y, al perderlo, sentí que algo de mí se iba con él.
Hoy lo extraño mucho y lo recuerdo siempre, ya que era un hombre preocupado de su casa, de mí y de sus hijos.
Al ser educada en un colegio de monjas en Valdivia, mi fe en Dios y la Iglesia católica siempre han estado presente, conocí sacerdotes que me apoyaron en tiempos difíciles para poder criar a mis hijos y que no les faltara lo principal (comida y ropa), ya que antes no era tan fácil conseguir estas cosas. En aquella época cuando fui presa política junto a una de mis hijas, debido a que las mujeres nos organizamos en Rupanco para luchar por la recuperación de nuestras tierras, fue monseñor Francisco Valdés quién me ayudó cuando estuve detenida; era un hombre y obispo que estuvo apoyándonos y preocupado de los campesinos.
Por otro lado, mi fe en Dios me permitió superar todos estos problemas y a no rendirme cuando perdí a mi marido, pues había una familia detrás que necesitaba que permaneciera fuerte, sostener a mis hijos y nietos que sufrían como yo.
Hoy, solo que me queda agradecer a Dios cada día, por la hermosa familia que formamos con mi viejito y la unión que existe entre todos nosotros, y rezo para que siempre permanezca así.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de la Palabra, el mensaje de Jesús. Les invitamos a escuchar, meditar y compartir esta homilía, que nos invita a salir del silencio y hacernos profecía viviente con toda la fecundidad que hay dentro de nosotras. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
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