¿Hemos hecho nuestro ese sueño de Jesús: ¿El Reino de los Cielos? ¿De qué forma lo podremos hacer carne?
Domingo, 27 de agosto de 2023
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 16,13-20.
“Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo estas preguntas a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: “Unos que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas”. Dice él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez, te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo”.
Palabra de Dios
Como ya sabemos, los cuatro evangelios son cuatro versiones del nacimiento, la vida y la muerte de Jesús, todas escritas por varones, a saber: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No fueron escritos simultáneamente, sino en tiempos diferentes. Pero, lo que tienen de común los evangelistas es que comparten una misma cultura patriarcal, en donde la mujer no era considerada en lo más mínimo. La cultura judía y la religión romana compartían esta misma característica de la que no pueden ser ajenos los evangelistas. A tal extremo la cultura era patriarcal, que en toda la Biblia podemos constatar que las líneas de ascendencia paterna son fundamentales. Esto explica la frase de Jesús: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás”. Como una manera de identificarlo se dice “hijo de…”, pero sin mencionar a la madre, solamente al padre.
Por otra parte, que la narración se centre entre Jesús y sus discípulos, sin mencionar a las discípulas de Jesús que también lo seguían, es lo característico de toda la Biblia, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, el escritor da primacía a los hombres. Es así como Mateo habla de que a Jesús: “Le siguió una gran muchedumbre de Galilea”, muchedumbre que nosotras podemos imaginar con hombres, mujeres y niños. O bien diga: “La gente quedaba asombrada de su doctrina”. Excepcionalmente los evangelios mencionan a mujeres discípulas, tales como la suegra de Pedro, cuyo nombre no se menciona ni tampoco alguna referencia genealógica, como podría ser “hija de…”, pero igualmente se la identifica en referencia a un varón, pues dice “la suegra de Pedro”.
Así, la escena que nos presenta Mateo tan solo de discípulos hombres con Jesús, habida consideración del contexto histórico al que hemos hecho referencia, con toda seguridad no fue así, como lo narra Mateo. Jesús tuvo un momento de cercanía física y espiritual con mujeres y hombres que lo admiraban, deseaban escuchar sus enseñanzas y vivir de la manera que Él proponía vivir: practicando el amor, la justicia, la misericordia y la compasión, en una palabra, con sus discípulos(as).
Se trataba de un momento de confianza, en que Jesús les pregunta que quién cree la gente que es él. La respuesta no se deja esperar. Le respondieron: “Unos que Juan el Bautista; otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los Profetas”. A Jesús esta respuesta no lo deja conforme, entonces les pregunta directamente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Simón Pedro contestó rápidamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Cristo sorprendido y quizás también maravillado por esa respuesta, le dice: “Bienaventurado eres Simón, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.
Para Jesús esta respuesta Pedro no la había aprendido, tal como aprendió el oficio de pescador, sino que reflejaba una inspiración que le debió haber dado su Padre, a quien llamó siempre Abba. “Abba es una palabra sacada del vocabulario infantil, un diminutivo de la intimidad. Significa “mi papá querido”. O dicho de otra manera, Dios Padre y Madre, que cuida de sus hijos e hijas. Por este motivo, es que la expresión Hijo, es más que una relación causal (todo hijo o hija procede biológicamente de los padres), es una relación personal. “Ese Padre-Abba muestra rasgos de Madre, pues todo en él es cuidado, amor y misericordia, como lo demuestra en el perdón al hijo pródigo (Lc.6,35), y los acoge bajo su protección como hace la gallina con los pollitos (Mateo 23,37).
Jesús en estrecha relación con su Padre, reconoce que esta proclamación de fe de Pedro está directamente revelada por su Padre Madre Dios.
“Para los evangelistas Marco, Lucas y Juan, ni siquiera existe el fenómeno ni la palabra ‘Iglesia’. Con razón, pues ella no estaba en los planes de Jesús. Todo se concentraba en el Reino. Tardíamente, hacia los años noventa después de Cristo, cuando ya se había asimilado el fin trágico de Jesús y se habían formado comunidades cristianas, surge el Evangelio de ‘Mateo’ con esa palabra, ‘Iglesia’, ligada a Jesús y a la fe de Pedro”.
Este texto: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, era entendido hasta el siglo V por las dos iglesias, la católica y la ortodoxa, como un elogio de Jesús a la fe de Pedro, sin referirla a la fundación de la Iglesia. Así la Iglesia se debía construir sobre esa fe y no sobre la persona de Pedro. Por el contrario, la figura de Pedro sería descalificada por Jesús llamándolo “Satanás” y “piedra de escándalo” (Mt.16,23) El concepto de Hijo de Dios no era de gloria y poder, sino todo lo contrario, de despojamiento y humildad.
No es posible identificar el Reino de Dios con la Iglesia. Leonardo Boff dice que “como máximo se podrá decir que la Iglesia es el sacramento-señal-e-instrumento del Reino, así como desgraciadamente puede ser el anti-sacramento del Reino. Su mayor mérito es el de conservar la memoria sagrada de Jesús, no dejar morir su sueño, crear condiciones para conservarlo en la historia con iniciativas nacidas del amor y la compasión. Pero, también puede ser un obstáculo al Evangelio por la forma en que se organiza: jerarquizada, autoritaria y doctrinaria”.
Esta doble realidad de la Iglesia católica se ha manifestado con la frase: Iglesia santa y pecadora a la vez.
¿Qué es el Reino y en qué consiste que tenga llaves, que se las haya entregado a Pedro? Estas preguntas que, por cierto, cada vez que hemos escuchado esta lectura bíblica en misa, nos las hemos hecho, nunca han tenido para nosotros una respuesta satisfactoria o definitiva. Más bien, pensemos que Dios, Padre y Madre es un Misterio, porque nunca podemos aprehenderlo ni mediante el amor ni mediante la inteligencia, y el mensaje de Cristo siempre será también misterioso.
¿Qué es el Reino y en qué consiste que tenga llaves, que se las haya entregado a Pedro?
Lo más parecido a Reino de Dios es lo que nosotros consideramos como una utopía, un sueño, es decir, algo que todavía no sucede, pero que puede suceder y hacer historia. En este sentido podemos decir que el gran sueño de Jesús fue El Reino de Dios, también conocido como El Reino de los Cielos, como lo menciona el texto de Mateo.
El Reino de los Cielos no es de este mundo, pero está en este mundo. “Mi Reino no es de este mundo” (Jn.18,36). Si bien su origen no se encuentra en este mundo que nosotros conocemos, sino en Dios, comienza a realizarse aquí y ahora, para cuya construcción todos somos llamados, sin excepción. Pero se comienza a realizar a partir de los últimos, los oprimidos, los marginados, las prostitutas, mediante la práctica del amor incondicional a los más débiles.
¿Quién dice la gente que es Jesús y qué relación tiene en sus vidas? ¿Qué nos dice a nosotras? ¿Y qué significa para cada una de nosotras? ¿Cómo nos llega la proclamación de fe de Pedro, a sabiendas que tuvo una fe muy débil?
Y respecto a la Iglesia, cómo vemos el texto. ¿Se trata del primado de la persona de Pedro, representada hoy por el Papa Francisco como su sucesor o, más bien, la fe de Pedro sería su sustento?
¿Y el Reino de los Cielos qué relación tiene o puede tener con la Iglesia?
¿Hemos hecho nuestro ese sueño de Jesús: ¿el Reino de los Cielos? ¿De qué forma lo podremos hacer carne?
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