Jesús se ofrece como alimento, Él es el Pan Vivo bajado del cielo.
Domingo 5 de agosto
“Yo soy el pan de vida” (Juan 6,24-35)
El Evangelio de San Juan nos presenta a una multitud necesitada. Seguían a Jesús porque habían comido pan hasta saciarse, pero Él los invita a obrar no solo por el alimento perecedero, sino por aquel que permanece para siempre. Jesús se ofrece como alimento, Él es el Pan Vivo bajado del cielo: “Yo Soy el Pan de Vida”, dice Jesús. ¡Qué fuerza extraordinaria tienen estas palabras! Pero ¿qué buscaban ellos y ellas?, ¿quizás satisfacer sus necesidades materiales, pasajeras, inmediatas?
Esta multitud me hace pensar en nosotros como personas, sociedad, también como Iglesia. ¿Qué buscamos? ¿Qué necesidades queremos satisfacer? El consumismo desenfrenado, la inmediatez, el activismo, el “gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual todo procede con normalidad, pero la fe en realidad se va desgastando y degenerando en mezquindad” (cf. Documento de Aparecida N° 12), parecieran ser maneras de saciar nuestra hambre momentánea, que nos deja paradojalmente más insatisfechos/as, más vacíos/as, más tristes.
Pero en la multitud hay un grupo de mujeres y hombres que desean saber más de Jesús, de su propuesta, andan inquietos buscando, ellos y ellas preguntan, qué es lo que deben hacer para obrar las obras de Dios. Jesús les responde: “La obra de Dios es que crean en quien Él ha enviado”. La obra de Dios no es una acción, sino más bien una actitud, una convicción: Creer, porque es a través de la Fe que podemos entender quién es Jesús. Él nos quiere llevar hacia una verdadera comprensión de su persona, que es el Hijo de Dios enviado a salvar al mundo, a servir más que a ser servido, identificándose con el dolor de los más pobres y excluidos de la sociedad, amando a tal extremo de morir por nuestros pecados, para que todo quede redimido, para dar Vida Plena en abundancia.
En una sociedad digital, en donde estamos interconectados a través de las redes sociales y la comunicación es vertiginosa, no pocas veces llevamos una vida en desconexión con los otros, construyendo vínculos personales y comunitarios frágiles. Hemos puesto en el centro de la sociedad al individuo, y nuestra relación con Dios se ha ido debilitando porque nos creemos autosuficientes o nos ha costado confiar en el otro. Parecieran ser más importantes las necesidades individuales que las colectivas, cada vez más nos cuesta identificar un proyecto común movilizador. En este contexto, tenemos dificultad para sentir la necesidad de Cristo. ¿Cómo despertar en cada mujer, en cada hombre, la necesidad de Jesús para creer en Él y tener Vida para siempre?
Sin duda las diversas situaciones de dolor, de enfermedad, de muerte, de pobreza, de exclusión, de desesperanza, también son un lugar de manifestación de Dios, hablando al corazón de la persona humana. El especial contexto de crisis eclesial en el que nos encontramos, con el que todos y todas nos sentimos horrorizados/as, avergonzados/as, vulnerados/as, puede ser una oportunidad para recomenzar desde Cristo, desde sus opciones, amando, sirviendo, no buscando un estatus de poder, ni una posición acomodaticia, sino viviendo con convicción el Evangelio. También este especial mes que estamos comenzando, el “Mes de la Solidaridad”, en el que profundizamos en torno al testimonio y legado de San Alberto Hurtado, nos ayuda a poner nuestra mirada en los predilectos de Jesús, en los más pobres, en las víctimas de la injusticia. Así, podemos colaborar junto a Cristo en la construcción de su reinado de Amor, Justicia, Paz, Abundancia, pero no dando solo cosas materiales, sino que identificándonos con ellos, generando vínculos, haciéndonos parte de su historia, reconociendo su dignidad y sintiéndonos tan necesitados como ellos y ellas.
Quisiera ofrecer una canción que nos ha identificado como familia en los momentos difíciles que nos ha tocado vivir. Dios se manifiesta en nuestra fragilidad, cuando nos sentimos vulnerados/as y es justamente cuando más fuertes somos, porque nos sentimos personas necesitadas de Él, porque Él camina junto a nosotros. “Creo en Ti, Te lo vuelvo a decir”, es una canción de Juan Manuel León, interpretada por Patricia Abarca, que nos invita a poner nuestra confianza en Jesús, que es quien da Vida para siempre.
Escuchémosla:
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de la Palabra, el mensaje de Jesús. Les invitamos a escuchar, meditar y compartir esta homilía, que nos invita a salir del silencio y hacernos profecía viviente con toda la fecundidad que hay dentro de nosotras. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/