El Jubileo de la esperanza

Nuestro mundo necesita otra palabra que no sea la del éxito, la del dinero, la del placer o la del ocio, porque cada persona y cada sociedad vale mucho más que todo eso. Solo la fe, la esperanza y el amor son capaces de iluminar un tiempo nuevo.

Comienza el 2025, y por tanto el Jubileo de la esperanza, que pondrá en camino hacia Roma a millones de personas de todo el mundo —desde jóvenes hasta sanitarios, profesores o militares, entre otros muchos—, más lo que haga cada diócesis en las respectivas iglesias locales. Un evento que nos lanza y nos propulsa como Iglesia y —liderados por el Papa— nos lleva a caminar desde el júbilo más profundo, desde la alegría sincera que no se puede contener, algo de lo que nuestro mundo anda bastante escaso. Se palpa en la pasión al hablar de Dios de los jóvenes, en los preparativos generosos de parroquias y colegios y en un tiempo nuevo que tiene sed de Dios y que parece mirar con ojos nuevos a lo religioso.

Estamos llamados a ser «peregrinos de esperanza». Porque ya no vale el optimismo barato de «todo va ir bien». La esperanza, como dice Francisco, es el ancla que da sentido a nuestras vicisitudes y sufrimientos, que nos recuerda que el mañana es bueno, sencillamente, porque viene de Dios. Que aunque nos pueda la noche, la confusión y la desesperanza, al final siempre gana la vida, porque el bien, la belleza y la verdad son eternas. Y es que nuestro mundo necesita otra palabra que no sea la del éxito, la del dinero, la del placer o la del ocio, porque cada persona y cada sociedad vale mucho más que todo eso. Solo la fe, la esperanza y el amor son capaces de iluminar un tiempo nuevo.

La esperanza, como dice Francisco, es el ancla que da sentido a nuestras vicisitudes y sufrimientos, que nos recuerda que el mañana es bueno, sencillamente, porque viene de Dios.

El Jubileo hunde sus raíces etimológicas en el cuerno que se hacía sonar en Israel para avisar de que el año santo había llegado. Ojalá cada uno de nosotros, en este año que comienza, seamos capaces de hacer sonar este cuerno de la esperanza. De una Iglesia que vive un nuevo amanecer y de una Iglesia en salida. Un grito que anuncia en nuestro mundo la alegría del Evangelio, que Dios no abandona a su pueblo y que ser cristiano es un don que nos lleva a ser mejores cada día.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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