El mundo de los idiotas es abiertamente hostil al mundo de la solidaridad, la justicia y el perdón, porque surge de la prepotencia del poder.
Facundo Cabral contaba que su abuelo era un hombre muy valiente y que solo había una cosa a la que temía: los idiotas. Un día le preguntó por qué y el abuelo le respondió: “porque son muchos, y siendo mayoría pueden elegir hasta presidentes”. Ciertamente, el mundo de los idiotas es abiertamente hostil al mundo de la solidaridad, la justicia y el perdón, porque surge de la prepotencia del poder. Ni la alta tecnología, con sus beneficios limitados, ni el miedo a la muerte, que la mayoría tenemos, son hoy herramientas de seguridad y futuro.
El concepto de “idiota” nació en la antigua Grecia para describir a las personas egoístas que se desentendían de los asuntos públicos. Después vinieron los añadidos peyorativos, la torpeza y escasez de entendimiento, porque quien descuida su papel en lo común debe presumir que alguien actuará en su lugar y, por lo general, lo hará en contra de sus intereses, por lo tanto y es bueno recalcarlo, no existe ineptitud mayor. También es cierto que las evidencias del masivo ascenso de los nuevos idiotas en los asuntos públicos son abrumadoras.
Pericles afirmaba que los “idiotas” eran inútiles para la política, pero también para la comunidad. Idiota es el egoísta, etimológicamente, o el tonto para los fines de este artículo en sintonía con el amigo Manuel Felipe Sierra y su nuevo trabajo “El Poder no es para idiota”, obra literaria que fue presentada en el auditorio del diario El Nacional. El trabajo del periodista falconiano nos presenta textos de gran precisión, reveladores de las interioridades de algunos de los hombres más sanguinarios de la humanidad como Fidel Castro, Manuel Antonio Noriega, Saddam Hussein y otros tantos que derramaron sangre por toneladas de opositores a sus gobiernos. Son crónicas reveladoras de enigmas y de humor. Manuel Felipe nos ofrece un útil y valioso repaso de relevantes situaciones históricas de los últimos tiempos.
El periodista peruano Álvaro Vargas ha venido sosteniendo reiteradamente que: a lo largo del siglo XX, los dirigentes populistas latinoamericanos enarbolaron estandartes marxistas, insultaron a los imperialistas extranjeros y prometieron sacar a sus pueblos de la pobreza pero que, una tras otra, sus políticas ideológicamente motivadas probaron ser indolentes, miopes y torpes, por lo que sus fracasos llevaron a una desaparición temporal de los dictadores. Sin embargo, agrega, una nueva generación de autoproclamados revolucionarios está intentando revivir los erróneos métodos de sus predecesores.
Álvaro Vargas Llosa, junto a Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner escribieron “El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, un libro que critica a los dirigentes e intelectuales que se aferran a mitos políticos funestos en contra de los dictados de la realidad. “La especie del idiota, era responsable del subdesarrollo de América Latina”, dice Vargas Llosa. Sus creencias, “la revolución, el nacionalismo económico, el odio a los Estados Unidos, la fe en el gobierno como un agente de la justicia social, la pasión por el poder dictatorial por sobre el Estado de Derecho, se originaba, en nuestra opinión, en un complejo de inferioridad”.
Toda esta tragedia la resume el filósofo español Julián Marías, en un concepto que acuñó como la “ineptocracia”, a la cual definió de la forma siguiente: “Es un sistema de gobierno donde los más incompetentes para gobernar son elegidos por los menos capaces para producir y donde los miembros de la sociedad con menos posibilidades para auto solventarse y triunfar son premiados con bienes y servicios pagados con la riqueza confiscada a un número cada vez más reducido de buenos productores”.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org