El Arzobispo de la ciudad española, cardenal Antonio Cañizares, expresó a los valencianos las palabras del Papa de agradecimiento, “conmovido con la prontitud y generosidad de la diócesis de Valencia”.
Apenas se supo que los 629 refugiados del Acquarius iban a ser acogidos en España, y que la nave atracaría en Valencia, desde entonces, se ha organizado la acogida que se les debe y la distribución por diferentes partes de España. El purpurado informó al Papa que la diócesis de Valencia se puso en pie de marcha y servicio, y se ofreció de inmediato, se abrió sin retrasarse ni un ápice a socorrer esta necesidad perentoria, puso a disposición cuanto fuera necesario y la Iglesia diocesana tuviese para acoger, ayudar, auxiliar y atender a los que llegan.
El cardenal Cañizares mantuvo el jueves una audiencia con el Santo Padre en la que expuso el operativo de la Iglesia en Valencia y la colaboración con los gobiernos nacional, autonómico y local, y todas las entidades implicadas “que están dando ejemplo de solidaridad”. El Pontífice agradeció a los valencianos, por la prontitud y generosidad con que han reaccionado, “el ejemplo que están dando de caridad con estas pobres gentes”.
El Arzobispo de Valencia ha animado a los valencianos a seguir adelante ayudando a las autoridades, colaborando con ellas, y que estas también están dando un ejemplo de solidaridad y razón justa. Desde el domingo están ya en tierras españolas, en el puerto de Valencia, 629 hermanos nuestros, gran parte de ellos niños, sin sus padres, mujeres, algunas de ellas embarazadas, que han sufrido, ha dicho el Cardenal, y están sufriendo lo indecible en medio de su travesía por las aguas de nuestro mar Mediterráneo, sin que los acogiera puerto alguno: ahora, comienza la labor de acogida para cada uno de ellos.
El cardenal Cañizares ha asegurado que ante esta situación y otras similares que todos conocemos y tenemos en mente, desgraciadamente, nos vamos acostumbrando de manera cada vez más insensible. Es necesario, por tanto, despertar las conciencias. Proceden de África, de países y regiones subsaharianas muy pobres y castigadas: son inmigrantes y refugiados, carentes de todo en sus países de origen, en los que padecen y sufren de tales maneras que se sientes forzados y se exponen a esa espantosa travesía por el mar y a un sinfín más de calamidades, e incluso al rechazo de países a los que se dirigen en busca de una situación, al menos, un poco mejor, continúa el purpurado en su mensaje a la población.
“Lo del Aquarius, ha sido como un golpetazo que ha sacudido nuestras conciencias y nos ha puesto en pie para atender a los que llaman a la puerta del corazón y a la conciencia colectiva de pueblos y naciones. Y llaman a las gentes de buena voluntad, y llaman sobre todo a la conciencia humanitaria y cristiana”. “La diócesis de Valencia, como enseña el Papa Francisco, está dispuesta y pronta para acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados —ha afirmado el Cardenal—, y así lo hemos hecho saber a nuestras autoridades autonómicas, locales y de la nación de España, así como a la opinión pública. Todo lo que haga falta y esté en nuestras manos: sin cálculos.
VALENCIA PRONTA A DAR UNA MANO A LOS REFUGIADOS
En respuesta, la comunidad diocesana ha puesto cuanto esté en sus manos a disposición de los 629 hermanos que llegan y llaman a sus puertas, sin escatimar nada, sin mirar al tendido ni a nadie que le aplaudiese, guiada únicamente de su fe y de su conciencia cristiana, de su caridad que en estas 629 personas que llegan —afirmó el purpurado—, necesitadas de todo, ve al mismo Señor, ve a nuestros verdaderos hermanos con los que el Señor se identifica, ve sencillamente a hombres, mujeres y niños que claman y tienen necesidad, y hay que acoger, auxiliar, atender, amar, dar de comer y beber, ofrecer casa y techo, cobijo de hogar, y medios de salud y de vida, de educación, de amor misericordioso por encima de todo”.
El Cardenal ha afirmado: “Les confieso que estoy conmovido por el apoyo que he encontrado en toda la diócesis, incluidos pueblos lejanos, a mi primera llamada de socorro y de emergencia. Por eso les digo a todos: gracias, un millón de gracias. Hemos de mantenernos en esa caridad, ese es el ejemplo que el mundo necesita para creer, el de estar con el pobre, no de palabra sino con hechos y obras de caridad. La obra y tarea es inmensa, nos sobrepasa, pero contamos con el auxilio de Dios que llevará a cabo su obra de amor y justicia.
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Fuente: www.vaticannews.va