Regina Coeli del Papa Francisco este lunes de Pascua o día del ángel. Bergoglio vuelve a recordar que la Resurrección de Cristo significa que “la última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida”. E invita a transformar esa vida nueva en “gestos de solidaridad y acogida, para alimentar el deseo universal de paz”.
ALGUNAS FRASES DE LA CATEQUESIS PAPAL
“En este lunes de fiesta, llamado lunes del ángel, la liturgia hace resonar el anuncio de la Resurrección”.
“La invitación, también para nosotros, de ir aprisa, a anunciar este mensaje de alegría y de esperanza”.
“La última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida”.
“Esta es nuestra certeza: la última palabra no es el sepulcro o la muerte, sino la vida”.
“Llamados a ser hombres y mujeres nuevas, según el Espíritu, afirmando el valor de la vida”.
“Si sabemos poner gestos de solidaridad, de acogida, alimentar el deseo universal de la paz y la aspiración de un medioambiente libre de la degradación”.
“Cristo está vivo y operante en la historia, por medio de su Espíritu Santo”.
“Rescata todas nuestras miserias… y da esperanza a los oprimidos y a los que sufren”.
“La Virgen nos ayude a ser signos claros del Cristo Resucitado”.
“Nuestra madre nos ayude a creer en la Resurrección de Jesús”.
“Interceda por las comunidades cristianas perseguidas y oprimidas en tantas partes del mundo”.
SALUDOS TRAS LA BENDICIÓN
“Serenidad en la octava de Pascua”.
“Sed testigos de la paz del Señor Resucitado”.
“Buena y santa Pascua a todos”.
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En este lunes de fiesta, llamado ‘Lunes del Ángel’, la liturgia hace resonar el anuncio de la Resurrección proclamada ayer: ‘¡Cristo ha resucitado, aleluya!’. En el pasaje evangélico de hoy podemos percibir el eco de las palabras que el Ángel dirigió a las mujeres que acudieron al sepulcro: ‘Vayan en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos’ (Mt 28,7).
Sentimos como dirigida también a nosotros esa invitación a ir enseguida a anunciar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo este mensaje de alegría y de esperanza. ¡De esperanza, de esperanza cierta, porque desde cuando, en la aurora del tercer día, Jesús crucificado ha resucitado, la última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida! ¡Y esta es nuestra certeza. La última palabra ya no es sepulcro, no es la muerte, es la vida! Por ello repetimos tanto: ¡Cristo ha resucitado! Porque en Él el sepulcro ha sido derrotado, ha nacido la vida.
Afianzados en este evento, que constituye la verdadera novedad de la historia y del cosmos, estamos llamados a ser hombres y mujeres nuevos según el Espíritu, afirmando el valor de la vida. ¡Existe la vida! ¡Esto es comenzar ya a resucitar! Seremos hombres y mujeres de resurrección, hombres y mujeres de vida, si, en medio de las vicisitudes que atormentan al mundo —hay tantas hoy—, en medio de la mundanidad que nos aleja de Dios, sabremos brindar gestos de solidaridad y de acogida, alimentar el anhelo universal de la paz y la aspiración de un ambiente libre de la degradación.
Se trata de signos comunes y humanos, pero que, sostenidos y animados por la fe en el Señor Resucitado, adquieren una eficacia muy superior a nuestras capacidades. Y esto es así, porque Cristo está vivo y Cristo obra en la historia por medio de su Santo Espíritu: rescata nuestras miserias, alcanza todo corazón humano y vuelve a donar esperanza a cualquiera que esté oprimido y en el sufrimiento.
Que la virgen María, testigo silenciosa de la muerte y resurrección de su hijo Jesús, nos ayude a ser signos límpidos de Cristo resucitado entre las vicisitudes del mundo, para que cuantos están en la tribulación y en las dificultades no permanezcan víctimas del pesimismo, y de nuestra derrota, de la resignación, sino que encuentren en nosotros a tantos hermanos y hermanas que ofrecen su apoyo y consolación.
Que nuestra madre nos ayude a creer firmemente en la resurrección de Jesús: Jesús ha resucitado, está vivo aquí, entre nosotros y esto es un admirable misterio de salvación, y con la capacidad de transformar los corazones y la vida. E interceda en especial por las comunidades cristianas perseguidas y oprimidas, que están hoy en tantas partes del mundo llamadas, y con un testimonio más difícil y valiente.
Y entonces, en la luz y en la alegría de la Pascua, dirijámonos a Ella con la oración, que por cincuenta días, hasta Pentecostés, ocupa el lugar del Ángelus”.
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Fuente: http://www.periodistadigital.com/religion