El Papa reclama el Premio Nobel de la Paz para los ancianos, “que dan memoria a la humanidad”

Francisco visita la Patria de San Pío de Pietrelcina. “Un país que se pelea todos los días, no se construye, es un país enfermo y triste”.

Es un viaje fugaz, pero Francisco ha arrancado con ganas. A las ocho de la mañana del sábado 17 de marzo el helicóptero aterrizaba en Pietrelcina, donde el Papa daba comienzo a un viaje a la cuna de San Pío, el fraile capuchino que recibió los estigmas y cuyo ejemplo ha llegado a todo el mundo. Tras visitar su capilla y el olmo de los estigmas, Bergoglio saludó a la población, y reivindicó el valor de la comunión de un pueblo, lanzando una petición: el Premio Nobel de la Paz para los ancianos del mundo, “que dan memoria a la humanidad”.

En un discurso plagado de improvisaciones, Francisco se mostró feliz de estar en la tierra que vio nacer a San Pío, el lugar donde el santo “oró y reconoció en el pobre la carne del Señor”. “Él era hijo devoto de la Iglesia, amaba la Iglesia, con todos sus problemas, con todos nuestros pecados, todos somos pecadores, nos avergonzamos… Él amaba a la Iglesia santa y a los hijos pecadores”, recordó el Papa.

“San Pío nunca renegó de su país, nunca renegó de sus orígenes, nunca renegó de su familia”, manifestó el Papa, quien recordó que hasta él, que recibió los estigmas de la Pasión, “temía caer en el pecado, sentía la presencia del demonio. Y eso no da paz”. “¿Creéis que el demonio existe?”, preguntó el Papa. “No parecéis muy convencidos. ¿Existe o no existe el demonio?”, volvió a preguntar. “Sí. Y entra, se mueve dentro de nosotros, nos engaña”.

Pese a ese temor, recordó Francisco, Pío “se abandonó en los brazos de Jesús, porque lo amaba y se fiaba de él. Esta es una gran teología: si tienes un problema, estás triste o enfermo, abandónate en los brazos de Jesús”. Así lo hizo San Pío, y alcanzo “tal nivel de unión con el Señor, que recibió los dones místicos, que se manifestaron en su carne los signos de la pasión de Cristo”.

Dirigiéndose al pueblo de Pietrelcina y a la región de Benevento, el Papa recordó cómo “este humilde fraile capuchino, su ejemplo de fidelidad y sencillez, han recorrido el mundo. Imitando su heroico ejemplo y virtud, podemos convertirnos en instrumentos del amor de Dios en los más débiles”.

Y hacerlo en comunión, “estando unidos, en paz entre nosotros. Porque solo la comunión edifica y construye”. “Un país que pelea todos los días, no crece, no se construye, ahuyenta a la gente, es un país enfermo y triste. Un país que busca la paz, que no se alegra del mal, este país crece y se vuelve más fuerte”.

“Por favor, no perdáis el tiempo o las fuerzas peleándoos entre nosotros. Esto no sirve de nada, no nos hace crecer. No nos hará caminar”, pidió Francisco, poniendo el ejemplo del bebé que llora y se niega a intentar ponerse en pie. “Si le metemos en la cuna, ¿será capaz de caminar? No. Si un país pelea y pelea, ¿será capaz de caminar? No. Por favor, paz entre vosotros, comunión entre vosotros, y si alguno de vosotros tiene ganas de pelear con otro… ‘mordete’ la lengua, te hará bien, a ti y al país”.

No olvidó Francisco uno de los grandes dramas de esta zona, la despoblación, motivada por la “migración interna” de “muchos jóvenes que marchan para encontrar trabajo”. “Recemos para que puedan encontrar trabajo aquí”.

Y, también, la población envejecida. Aquí, fue directo: “No marginéis a los ancianos, son la sabiduría de un pueblo. Cuando he llegado he podido saludar a un jovencito de 99 y a una señorita de 97. Hablad con ellos, son patrimonio de nuestra comunidad. Habría que pedir el Premio Nobel a los ancianos, que dan memoria a la humanidad”, concluyó.

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Fuente: www.periodistadigital.com/religion

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